Entré en el pub de ambiente gay en el que me dijeron que había travestíes.
Allí había, efectivamente, unas cuantas travestíes; apenas se adivinaban entre el humo y la oscuridad. Me senté cerca un grupo, solo, en una mesa rinconera. Pedí una copa y pronto se fijaron en que las miraba con atención. Yo, decidido como estaba a hacer algo por saciar mi curiosidad y mi deseo de estar con un travestí, no bajaba la mirada cuando entre ellas se indicaban mi presencia, y eso las animó a hablarme:
– Hola, me llamo Sandra, nos miras mucho tú, ¿no?
– Me gusta miraros, me atraen las chicas como vosotras -dije con clara intención- aunque no he conocido realmente nunca a ninguna.