Encontré su nombre y su número de celular en el parabrisas del auto, con la palabra “PERDÓN” en mayúsculas. La puta madre, pensé, mientras buscaba el golpe. Y ahí estaba, en la parte trasera, del lado del acompañante. La abolladura no era importante, pero el hecho de tener que lidiar con seguros y esas cosas me secaba la concha de manera extraordinaria. O al menos eso sentí en ese instante. Qué bueno que me equivoqué. Metí el papel en la cartera, subí al auto y me propuse llorar durante al menos cinco minutos. Me