Martín entró en su casa y lanzó su mochila hacia el suelo al tiempo que cerraba la puerta de una patada. Su madre, que estaba haciendo la comida, se asomó al pasillo desde la cocina y lo vio dirigirse hacia ella con gesto contrariado.
—¿Qué pasa, cariño?
—Nada, no pasa nada—respondió Martín al tiempo que llegando a la altura de su madre la cogía por una mano y tiraba de ella hacia la mesa. Ella se dejaba hacer entre sorprendida y preocupada, todavía con la cuchara de madera en la mano.