En plena calle dos chicas se reían. Yo estaba trabajando y en un descanso pasé por allí y las vi. Se rieron al verme, avergonzadas. Me acerqué a ellas. Les dije: “hola”. Me dijeron: “te hemos visto y estábamos pensando que estás muy bueno”. Una de ellas, colorada y riéndose casi a carcajadas, bajaba la cabeza.
Y me acerqué un poquito más. Sin decir nada más metí mi mano por la parte delantera del pantalón de ella, sin desabrocharle el botón. Buscando su gruta, me topé con su braga. Metí mi mano debajo de su braga y acaricié su felpudo, de pelo duro y suave. Mientras ella ya no estaba colorada. Me miraba. Y la miraba. Alcancé su vulva y comencé a meter mis dedos, notando ya su humedad.