Un juego nada inocente con mis primas que me cambiaría la vida para siempre.
Esta historia, real como todas las que escribo, sucedió hace ya bastantes años en un barrio obrero de una pequeña ciudad del Noroeste. Yo tenía por aquel entonces 18 años cumplidos y era el único de todos los primos que había logrado entrar en la Universidad, lo que en mi familia suponía un logro bastante destacable, y tenía, aparte de un hermano pequeño del que no hablaré más pues no pinta nada en esta historia, dos primas por parte de madre, llamémoslas Rocío y Catalina, hermanas entre sí y un poco mayores que yo, con las que tenía una relación muy estrecha desde siempre.
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