Tengo cincuenta años y lo temperamental y caliente se me ha incrementado considerablemente, quizá sea por la privación y lo limitado que se ha convertido mi vida sexual en mi matrimonio.
Mi esposo es muy buen hombre, esposo y padre de nuestro único hijo.
Pero siento que me asfixio con mis ganas cada vez mayores de tener sexo, de coger todos los días. Me he reprimido mis ganas de estar con mujeres, pero ahora también soñaba con vergas grandes y estar con hombres negros, mamarles sus enormes troncos hasta cansarme. Nunca había estado con un negro, pero la idea cada vez se fue haciendo más apremiante, hasta que la llevé a la práctica y la hice realidad.