Cuando sonó el timbre no me imaginaba que pudiera ser la asistenta que venía a ayudar a mi madre en las tareas domésticas.
Además cuando abrí la puerta, me pareció una bendita casualidad. Nos conocíamos del colegio de los niños. Nunca habíamos tenido una conversación “insinuanente”, pero sí que habíamos mantenido la mirada con un cierto brillo en los ojos. Ella estaba casada y no quería meterme en complicaciones añadidas.
Era alta, tirando a delgada, muy atractiva, sensual, con unas piernas largas y muy proporcionada .Me gustaba.
-Hombre, que casualidad ! No te han avisado que ésta semana mi madre está fuera ?… La pregunté mientras entraba en casa y la saludaba con dos besos mientras cerraba la puerta por inercia.