Ese día llegué a tu consultorio, era una revisión de rutina, nada grave ni sospechoso, pero si me diste algunas sugerencias para mejorar mi salud, cuando me levanté de la silla para salir no pudiste evitar bostezar del cansancio y luego doblaste tu cuello hacia los lados:
– Estas bien?
Pregunté, a lo que respondiste:
– bueno, si, es que me duele un poco el cuello
De inmediato te ofrecí un masaje, no tenías más pacientes así que aceptaste, retirarte tu bata, llevabas puesto un top de color rosa que dejaba tus hombros libres de cualquier tela que pudiera interponerse en el masaje, colocaste tu cabello hacia adelante y yo me coloqué detrás de ti, debo admitir que tenía una vista perfecta de tus senos, no eras super grandes pero si de buen tamaño.
Comencé con el masaje primero acariciando tus hombros y luego haciendo un poco de presión en ellos con mis dedos, me paseaba entre tus hombros y tu cuello, no podía evitar sentir tu aroma que me envolvía, dejé hacer presión y sólo acariciaba, al pasar por tu cuello tu cuerpo se estremecia y miraba como se erizaba tu piel, me acerqué a tu oreja derecha para susurrarte:
– Te gusta?
Cuando te hablé doblarse un poco tu cuello y asentiste con la cabeza con tus ojos cerrados, yo seguía acariciandote hasta que doblaste tu cuello hacia atrás, abriste los ojos y me miraste, me tomé la libertad de robarte un profundo y largo beso, mientras te besaba podía ver como tus pezones de endurecian, con tus dos manos bajaste el top quedando tus pechos al aire y comenzaste a tocartelos, jugando con tus pezones, dejé de besarte y gire la silla hacia mi, te puse de pie y comencé a besarte mientras te subia al escritorio, besaba tu cuello mientras te tocaba las tetas, llevabas puesta una falda que hacía juego con tu top, metí mis manos por debajo de ella y quite tu panty, abrí tus piernas para tocar tu rica vagina que ya estaba mojada, metí uno de mis dedos y comenzaste a moverte hacia adelante, lamia tus tetas mientras te penetraba con mis dedos, solo te escuchaba gemir:
– ah… Ah… Ah… Ay… Ay…
Hasta que cerraste tus piernas indicándome que había acabado, era sólo el principio.
Te bajé del escritorio y te recoste en el boca abajo, subí tu falda y abrí tu culo, comencé a lamer tu vagina metiendo mi lengua en ella, tus gemidos me hacían calentar más, pasé de tu vagina a tu culo, pude sentir con te daba mucho placer:
– Metemelo ya por favor!
Me pediste, bajé mis pantalones y metí mi efecto pene en ti, inhalaste fuerte subiendo tu cabeza y apretando con tus manos el borde del escritorio, metía y sacaba mi pene de ti cada vez más rápido, parecía que desarmariamos tu escritorio.
De repente, sin aviso pasé de tu vagina a tu ano, diste un pequeño grito:
– Aaayy…
Seguí envistiendote escuchando como gemias cada vez más fuerte, mientras te penetraba en ano metía mis dedos en tu vagina:
– Me vengo!… Me vengo!… Ay… Ay… Aaaahhh
Dando ese grito acabaste empapando todo con un gran squirt, te pusiste de puntillas durante tu orgasmo y pude ver como temblaban tus piernas, unos segundos después volví a penetrante la vagina dando embestidas rápidas haciendote gemir cada vez más
– ah… Ah… Ah… Damelo todo! Preñame! Dame tu leche!… Ay… Ay… Aaah…
Acabamos al mismo tiempo y yo dejé toda mi leche en ti, tus piernas volvieron a temblar un poco mientras mi leche chorreaba por tus piernas.
– Eso estuvo… rico… Gracias por el «masaje»…
Dijiste y comenzaste a vestirte, yo también me arreglé y te dije:
– La semana que viene vengo para otro examen
Tu sonriente sin decir más nada, lo que me aseguró que podría darte un masaje otra vez cuando nos veamos.