Después que la vida nos separó a casi todos, hicimos la promesa de juntarnos, al menos, una vez al año. Elegimos el sábado siguiente a la semana santa. El lote lo conformábamos 15. Seis mujeres y 9 hombres. A las primeras juntas asistimos en pleno, pero con el correr de los años, por diversos motivos, nos juntábamos 7 de los 15, todos hombres.
De los 7, tenía contacto permanente con 5 y me juntaba a diario con 3. Con Edgar nunca congeniamos del todo por lo que al separarnos, solo nos veíamos en la junta anual y ahí casi ni compartíamos. Con todos los otros mantenía una cordial y sincera amistad.