A mi esposa le ofrecieron un trabajo en Estocolmo con posibilidad de relocalización de la familia después de pasar el periodo de prueba.
Hace 1 mes que está allá, hablamos casi todas las noches, me cuenta de la ciudad y del frio tan brutal que está haciendo. No hay día en que no me haya regañado por la comida, lo que más le preocupaba al irse porque soy un desastre cocinando y me he mantenido a punta de domicilios.
Su solución fue hablar con su mamá para que se fuera unos días para la casa a enseñarme a preparar comida sin morir en el intento o quemar la casa. Ella encantada de hacerme compañía.
Doña Martha es una señora que está por llegar a los 50. Se mantiene como un postre y cuida su aspecto al detalle. Toda su vida tuvo como habito hacer deporte, se mantiene en forma y activa. El día que mi esposa me la presentó me quede asombrado y agradecido por los buenos genes que iba tener en unos años, si se vería igual que ella a su edad seguir siendo toda una delicia.
No le pica la lengua para decir que como se casó a los 16 con un hombre que le doblaba la edad lo mejor que le pudo pasar en la vida fue tener sus dos hijas y enviudar cuando aún era joven para poder disfrutar de la vida.
Cada año se hace uno o dos viajes y conoce prácticamente todo el mundo. Aprovechó la generosa pensión que le dejó su esposo y lo que le pagaron por el seguro de vida para comprar algunas propiedades y vivir de la renta sin trabajar un solo día, eso sí se aseguró de pagarles la mejor educación a sus hijas.
Hace unos meses tuvo unos altibajos económicos por culpa de la pandemia que hizo que le entregaran la mayoría de oficinas en arriendo y casi se va a la quiebra. Mi trabajo al ser remoto no se vio tan afectado y cuando nos contó de su situación decidimos ayudarla prestándole algo de mis ahorros. Desde ese momento me excluyó del grupo de novios que no se merecen a sus hijas, todos unos vagos, alcohólicos y degenerados. Ahora soy su yerno favorito.
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Doña Martha se quedó una semana en la casa y todas las noches empezamos a cocinar juntos. La verdad que estaba agradecido por esa idea de mi esposa porque su mamá si tenía paciencia para explicar sin terminar enojada por las burradas que cometía.
Comenzando la siguiente semana, empecé a llegar más tarde porque teníamos problemas con nuestro cliente más grande que amenazó con conseguir otro proveedor. Si eso pasaba nos íbamos directo a la banca rota.
Ella al ver que hasta en la casa no paraban las llamadas de mi jefe, me sacaba de la cocina y terminaba las cosas. Servia la mesa y eso sí, aunque estuviera en llamada, me obligaba a comer.
Esa última llamada de mi jefe me dejo de mal genio, porque él muy imbécil en su comodidad solo se dedicaba a dar órdenes pero no se comprometía con ayudar de verdad a rescatar el convenio. Era yo él que tenía a espaldas la responsabilidad y de no ser por la jugosa comisión que necesitaba para cubrir los gastos del viaje de Salomé y el mío le habría renunciado hace semanas.
Cuando colgué ella estaba a mis espaldas me colocó las manos en los trapecios y apretó con sus dedos.
– Uy no Gustavo, ese estrés te va matar
– Doña Martha no veo la hora de irme a Suecia con Salomé
– Vaya mas bien y se da un baño de agua caliente pa que se relaje
Me metí a la ducha y me quedé debajo del chorro, respirando profundo hasta calmarme. Saqué la ropa a la cesta de la ropa sucia en la cocina y no la vi por ningún lado en la cocina.
Cuando entré a la habitación, ella se estaba llenando las manos con un aceite aromático. La miré extrañado, esperando que se saliera para poder ponerme algo para ir a dormir.
– Doña Martha me permite
– No acueste, le hago un masaje pa’ que duerma mejor
– No, doña Martha que pena
– Cual pena, acuéstese pues
Se acerca a mí y prácticamente me empuja en la cama para que me acueste boca abajo. Ella apoya las rodillas, coloca sus manos tibias en mi espalda y siento el alivio.
Se quita los tacones, se monta encima casi sentada sobre mis nalgas y empieza a frotarme la espalda, el cuello y los trapecios. Tiene manos mágicas, debo aceptarlo, cierro los ojos, me relajo y casi que me quedo dormido disfrutando.
Baja por mi espalda tocando puntos de presión hasta la parte baja, me afloja la toalla y mete sus pulgares casi comenzando mis nalgas. Ella quita la toalla y quedo completamente desnudo a su merced. Tiro la mano hacia atrás para volverme a cubrir y ella la vuelve a quitar.
– ¿Le da pena de mi o qué?
– Claro suegra como no
– Tan bobo, nalgas son las que he visto en mi vida
Volvió a hacer presión con sus pulgares en mi espalda baja y me tocó rendirme. Me estaba sacando hasta el último nudo de estrés que me quedaba.
– Uy doña Martha, esto es la gloria, no sabía que era tan buena
Pasó las manos por mis nalgas las apretó y me pareció un poco extraño, pero como siguió hacia mis piernas no le dije nada. Me masajeo los pies, las pantorrillas las piernas, los muslos y di un salto cuando metió una de sus manos hacia mi miembro.
– ¡Doña Martha! –la miré asustado–
Al darme la vuelta había quedado desnudo y me puse rojo mientras buscaba la toalla para taparme.
– ¿Qué pasó? –me preguntó sin importancia o misterio–
– Le agradezco, el masaje, yo creo que ya…
– ¿Nunca te han dado un masaje completo o qué?
– No –respondí escandalizado– , pero igual no voy a dejar que mi suegra lo haga
Ella ni se inmuto, no se movió de la cama y por el contrario se llenó más las manos con aceite y mientras las frotaba sus senos se movían de forma deliciosa que no pude evitar dejar de verlas.
– Si quiere se tapa para no ver, pero usted lleva un mes acumulado y demás que eso es lo que lo tiene así de estresado –se inclinó hacia adelante– déjeme yo le ayudo
Me subí con rapidez tratando de dejar una distancia considerable. Ella se rio por mi cara de pánico, como si fuera un animal acorralado por su depredador.
– No doña Martha, yo le agradezco, pero de eso me puedo hacer cargo
– Pero le va tocar hacerse cargo rápido –se rio mirando mi entrepierna–
Se me marcaba una erección sobre la toalla y yo ni siquiera me había dado cuenta. Me tapé con una de las manos y se me volvieron a subir todos los colores.
– No seas bobo mijo, dejase ayudar. Ustedes con eso acumulado no piensan bien y prefiero ser yo la que le saque todo ese veneno a que vaya y se busque cualquier india por ahí
No me esperaba que hiciera un comentario tan machista y menos con esa tranquilidad. Se terminó de frotar las manos, las metió debajo de la toalla y me agarró el miembro, ya no tenía para donde más moverme y la verdad la sensación era tan deliciosa que me hizo respirar profundo y cerrar los ojos.
– Tranquilo, que yo soy buena guardando secretos y si vos no le contas a nadie –obviamente refiriéndose a su hija– yo tampoco
Me quitó la toalla de encima y me la colocó en la cara, así al menos no me avergonzaba por verla a los ojos. Me jaló de los tobillos pidiendo que me volviera a acostar y le hice caso.
Si sus manos en la espalda eran una delicia, no se imaginan las maravillas que hacían acariciando el miembro y mis testículos, me estremezco al recordarlo. Ni sé cómo me lo estaba tocando, pero se le notaba la experiencia, nunca ninguna mujer me había tocado de esa forma, pase de no quererla cerca, a no querer que parara de hacer eso que me tenía gimiendo.
Me masturbaba con sus dos manos, las colocaba en la base la subía, solo en esa dirección varias veces, después lo hizo en sentido contrario y era como si estuviera realizando una penetración infinita. También se frotaba las manos y luego sostenía mis testículos delicadamente transfiriendo el calor y con su boca emanaba ráfagas de aire caliente que me volvían loco. Mi miembro se endurecía y a ella se le escapaban unas risitas perversas demasiado excitantes.
Tuve que espiar por debajo de uno de los pliegues de la toalla, tenía que ver que demonios era lo que me estaba haciendo. Sus manos danzaban como una coreografía y sus senos bailaban en su escote siguiendo el mismo ritmo.
Ella esbozó una sonrisa al descubrirme, se miró los senos y apretó sus codos para hacerlos ver más prominentes, miro a otro lado para que no me sintiera intimidado, pero se pasaba la lengua por el contorno de sus labios cuando me miraba el miembro y más me mataba. Me hacía gemir y otra vez reía.
Se abrió los botones de la camisa, soltó el broche del sostén, dejó escapar es par de deliciosos senos, mucho más grandes que los de su hija. Se hecho aceite en medio de ellos, dando un fuerte apretón a la botella, se rio como una diabla, delatando que algo más estaba por venir. Se inclinó hacia adelante y presionando con sus manos envolvió mi miembro entre sus senos para hacerme una deliciosa paja rusa.
– Oh rayos, doña Martha
– Este masaje es mejor ¿te gusta?
Ni siquiera le respondí, no tenía que hacerlo, era obvio por mi cuerpo y mis gemidos que sí. Me quité la toalla de la cara y ella sonrió, me guio con la mirada hacia sus senos, pero su cara me tenía embobado con sus expresiones, levantaba su ceja, se mordía los labios y se le salía la saliva sola de la boca y caía entre sus senos dando a entender que estaba antojada de darle una buena chupada.
– Vos relájate, cuando te queras venir no me tienes que avisar
Corrio sus rodillas hacia atrás y mirándome a los ojos, abrió la boca y antes de que pudiera renegar ya estaba con mi miembro adentro. Tuve que levantar la cabeza para verla.
Cerró los ojos en una expresión de gusto total, chupando suavemente y empujando su lengua en ondas contra mi miembro. Ni siquiera sé cómo es que hacía para chupar así, era un placer triple, sus labios, la presión perfecta y su lengua enrollada en mi glande.
Cerré los ojos y dejé caer la cabeza hacia atrás. No podía dejar de pensar en la idea de que le enseñara a su hija a mamar de esa forma tan particular y se me vino a la mente la idea de tenerlas a las dos de rodillas, mientras ella le mostraba como lo hacía primero y luego Salomé practicaba siguiendo las recomendaciones de su madre que le sostenía el cabello.
Me agarré de la cabecera de la cama para tratar de retardar el proceso, por lo general lo puedo hacer sin problema, pero con esos pensamientos iba a ser difícil, temía que hiciera una jugada más atrevida y le explotara en su boca tan rápido.
– Doña Martha… por favor espere
Ella me dio otro par de lametazos con una sonrisita perversa. Sabía que me tenía en sus manos y me daba la confianza de venirme si así lo quería.
Se levantó y me miró a los ojos. Colocó una mano en la base del miembro y con la otra subía girándola en círculos con sus enormes senos a los lados que me hacían un masaje secundario cuando la gravedad las hacia regresar chocando en el medio.
– Ya, deje salir ese estrés Tavo –se lamió los labios–
Apretó mi miembro y lo sacudió vigorosamente un par de veces. El primer disparo salió con fuerza directo a su cara, ella no paraba de masturbarme mientras reía encantada, otro disparo en su ceja la obligó a cerrar un ojo, otro en la comisura de sus labios el cual aprovechó a tomar con su lengua y el resto entre sus pechos.
Movió sus rodillas hacia atrás se lo metió a la boca y empezó a subir sus manos desde la base hasta la cabeza, apretando con fuerza, buscando escurrir hasta la última gota, chupando hasta dejarme los testículos completamente vacíos.
Se levantó sonriendo, limpió los rastros de semen que habían quedado en su senos y cara con los dedos, me miraba muerta de risa mientras los chupaba y saboreaba.
Se guardo sus espectaculares senos, miro en el espejo acomodando su ropa y cabello, se maquillo los labios para salir de la casa como si no hubiera pasado nada raro. Se inclinó para darme un beso y antes de salir se detuvo en la puerta.
– No se deje acumular tanto Tavo, eso es malo para la salud –se lamió los labios mirando mi miembro– nos vemos el próximo viernes
Yo quedé en shock, casi no me recupero, no solo porque me dejó exhausto, sino porque solo hasta que ella se fue pude procesar bien lo que acabábamos de hacer. Algo para nada normal.
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Las videollamadas con Salomé eran bastante incomodas porque me preguntaba sobre cómo me estaba yendo con su mamá y bueno pues le contaba todo lo que se podía, pero igual me regresaban esas imágenes de esa noche y me hacían poner nervioso, pero de alguna forma logré hacer que ella no lo notara.
Durante 5 meses más, Doña Martha ya no iba todas las noches porque me había aprendido a defender bien en la cocina, pero sin duda cada viernes estaba sin falta para enseñarme un poco más sobre comida y obviamente otros trucos fuera de la cocina.
La señora se escudaba enfatizando que todo esto lo hacía para que su hija fuera feliz y yo no terminara por ahí montándole los cachos con cualquier vagabunda; pero los dos sabíamos que lo que finalmente buscaba.
No tarde en caer en sus garras, era casi imposible no pasar de sus deliciosas mamadas a terminar teniendo sexo. Le encantaba hacerlo en todos lados y prácticamente no se salvó ningún rincón de la casa.
Su energía era tremenda, más rápido terminaba yo agotado que ella, pedía cuerda seguido y con sus deliciosas mamadas me regresaba al ruedo casi de inmediato, nunca le basta a solo un par de polvos. No se iba hasta dejarme con dolor de güevas y exprimir hasta la última gota. Una fiera dentro y fuera de la cama, candente, sexy y poderosa. Una matrona que me tenía rendido a sus pies y a sus deseos.
Nos íbamos a ver la última vez, una semana antes de salir de viaje para donde Salomé, ella quería que yo llegara con las energías y fuerza suficiente para atender a su hija que seguro estaba esperando con ansias una buena noche de sexo.
Esa noche bebimos y terminamos bastante ebrios. Hicimos todo tipo de locuras, ya íbamos para el cuarto polvo y ni sé cómo terminé dándole por el culo sin condón, mirándonos en el espejo de la sala con ella en cuatro y sus senos brincando cada que se lo metía.
Ella giraba su cabeza para mirarme hacia atrás, juntaba sus cejas y se mordía los labios, gemía delicioso cada vez que se lo sacaba y se lo metía. Decía todo tipo de porquería que no esperas escuchar de la mamá de tu esposa, eso me volvía peor de loco.
Le estuve dando durísimo, tratando de venirme, pero ya no había más semen en el depósito. Ella se dio cuenta, levantó su cuerpo de rodillas pegando su espalda a mi pecho.
Mientras nos besábamos y gemíamos, pasó uno de mis brazos por su cuello, hizo una expresión mirándome a través del espejo para que la ahorcara.
– ¿Esto te gusta? –hice presión con mi brazo–
– Si que rico, me gustan los hombres fuertes
Apreté de nuevo el brazo cortando un poco su respiración, ella cerró los ojos y cuando la volví a soltar se le escapó un gemido y me empujó la mano para que lo volviera a hacer.
La apreté de nuevo y con mi otra mano empecé a estrujarle sus senos, apretarlos con fuerza y retorcer sus pezones.
– ¡Si! ¡asi asi Tavo, asi!
No nos quitábamos las miradas del espejo, ella se empezó a masturbar, también buscaba su último orgasmo, empujaba dando vueltas y hasta frustrada por no poder llegar se daba palmadas. Hasta que cerró los ojos, se agarró de mi brazo para que la apretara aún más duro, abrió la boca y lo logró.
– Ay HP, no pares no pares, quiero tu leche en mi culo
Empujaba sus nalgas hacia atrás, esta mujer era insaciable, se dejó caer hacia adelante, moviéndolas en círculos, empujando hacia adelante y atrás, con unos deliciosos gemidos cortos y agudos.
– Ay HP que rico es esto
Ya estaba exhausto y por más que sentía que me iba a venir, justo en ese momento se me encalambraba tanto el glande que no lo lograba. Ella se dio cuenta me llevó la mano a su cabeza y me pidió que la tomara de su cabello corto, metiendo mis dedos de la parte de atrás para jalar.
No saben lo excitante que es tener a tu suegra en cuatro pidiendo que la tartes como una perra, que la ahorques y le jales el cabello mientras le estas partiendo el culo.
Estaba tan agotado que ni era capaz de seguirla penetrando, pero ni hacía falta, ella misma me miraba a través del espejo, arrugaba a su nariz se mordía los labios y empujaba sus nalgas hacía atrás.
Paso su mano por debajo, con la humedad de su sexo me acariciaba los testículos, se agarró de ellos tirando hacia adelante y sentí su dedo índice por detrás.
– No, así no suegra
– Shh no interrumpas, que te voy a hacer venir
Con el tono de regaño en que lo dijo, sabía que era una batalla perdida, iba a hacerlo, aunque me negara. Era algo que nunca había hecho, pero con esa mujer creo que podría experimentar lo que fuera porque cada cosa que me hace me pone el triple de loco.
Jalaba su cabello y le azotaba las nalgas con la otra mano, mientras que ella terminaba por meterme un dedo en el culo.
– ¡Ay doña Martha!
Tenía razón el placer era infinito. Esta mujer era una diosa del sexo, una enciclopedia de trucos sexuales, el mismísimo Kama Sutra personificado.
Me miró a los ojos, sonrió con maldad a través del espejo y no sé cómo movió su dedo por detrás, pero fue como si tocara un botón que automáticamente me hacía venir. Al sentir mi semen caliente no se detuvo, arremetió con más fuerza y rapidez, apoyo sus manos en el suelo descargando su trasero contra mi miembro hasta que también se vino.
Por costumbre con Salomé cuando se porta así de necia le doy una buena palmada en las nalgas con todas mis fuerzas dejándole marcada la mano, por lejos su mamá había sido la mujer más necia que había conocido en mi vida y se ganó una buena palmada. Ella se dio la vuelta y aunque le había quedado ardiendo estaba muerta de risa porque sabía que se la había buscado.
Me agarró del cuello, me dio un beso y me atrajo para que me acostara a descansar entre sus senos.
– Ay suegra que locura acabamos de hacer
– Ninguna locura Tavo porque esto NUNCA pasó
Descansamos unos minutos y como ya se veía el sol despuntar y no era buena idea que la vieran salir de nuestra casa más tarde, se metió a dar una ducha sin mojarse el cabello y yo me quedé en la sala recuperando fuerzas.
Se vistió delante de mí y arregló frente al mismo espejo que habíamos usado hacía unos minutos. Revisó muy bien que no se fuera a ver desarreglada, organizó su cabello de lado y se pasó el labial por los labios.
– Ha sido un placer yerno
– Gracia por las lecciones de cocina suegrita
– Fue con gusto, espero que le cocines igual de rico a mi hija –se rio con descaro–
Me dejó marcado un beso en el pecho con labial y me mandó la mano a la entrepierna.
– Te paso a recoger el viernes para llevarte al aeropuerto
Abrió la puerta, me pico un ojo dándome la última mirada de arriba a abajo.
– Ya sabes, nada de pajas que necesitas llegar bien cargado
– Si señora
Su cara era un tanto nostálgica, al parecer le iba a hacer más falta de la que yo me imaginaba. Sacudió la cabeza después de verme el miembro, hizo una mueca de dicha mordiéndose los labios y cerró la puerta.
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Llegó muy puntual, subimos las maletas al carro y en la silla de atrás el espejo testigo de tantas locuras. Me había pedido que se lo regalara como recuerdo.
El viaje al aeropuerto transcurrió en silencio, ninguno de los dos sabía que decir. Solo hasta que llegamos y parqueo el carro me dio un abrazo, un gran beso y me agarró el miembro encima del pantalón.
– Lo voy a extrañar –riendo pícaramente–
– Yo también –mirándole el escote–
a ustedes
Se separó un poco para tomar distancia y levantó su mano con el dedo meñique extendido.
– Prométame que nunca en la vida le va a contar a NADIE y menos a Salomé lo que pasó. NUNCA es NUNCA, ni siquiera si terminan
Levanté mi mano, anude mi meñique con el suyo, juntamos las frentes y le di un largo y cálido beso.
– Ya lo habías dicho, esto NUNCA pasó
– Prométalo, dígalo –me ordenó–