La primera experiencia con una gran polla negra de mi mujer Vanesa ocurrió de un modo completamente rocambolesco pero no por ello menos excitante. Todo surgió de un afortunado error que destapó todo un nuevo mundo de complicidades y confidencias entre mi mujer y su cuñada (la mujer de mi hermano).
Empecemos: Un día llegó a mi correo electrónico personal desde un correo electrónico que no reconocía un breve texto críptico y el enlace a una carpeta drive. En cualquier otra circunstancia no le habría prestado mayor atención y sería un mensaje que hubiera borrado o mandado a spam directamente; pero ese día tenía más tiempo y había algunos elementos que me llamaban la atención y me incitaron a explorar más. Como he dicho la dirección de correo era desconocida para mí, pero la foto del icono era una foto de espaldas de una
mujer en la playa que juraría era igual a una que ya conocía de mi cuñada. Además, el mensaje era escueto: «Andrea, te van a encantar las fotos, Sandra XXX», es decir la persona que firmaba se llamaba como mi cuñada. Finalmente, haciendo un poco de inferencias digitales podía comprender como un mensaje enviado a «Andrea» podría terminar en mi bandeja, ya que mi correo electrónico: AndresA…@…» podría confundirse fácilmente en el teclado con la dirección de alguna «Andrea». En fin, que con todas estas coincidencias me lancé y dí click en el enlace. Lo que ví me dejó de piedra y desorbitadamente excitado.
La carpeta contenía una colección de fotos y videos sexuales de mi cuñada Sandra, de eso sí que no había duda. La pareja en las fotos no era su marido ¡era un chico negro bastante más joven que ella! (Sandra ya había pasado los 40 mientras que yo y mi mujer estamos cerca de los 50) y, sí, con un miembro descomunal. La primera fotografía del archivo era simplemente estremecedora: un primer plano de la cara de Sandra tumbada con los ojos cerrados y la polla del chico posada delante de su cara. La polla en sí prácticamente
ocupaba el largo de toda su cara y era de un ancho considerable. Los contrastes entre la piel brillante y clara de Sandra y la piel brillante y oscura de semejante polla eran hipnotizantes. El resto eran fotos y videos de Sandra follando con el chico en todas las posturas imaginables y algunas fotos con la corrida final sobre su cuerpo. Las fotos, tampoco había duda, estaban hechas en su casa y sólo aparecía ella con el chico en las fotos. Pero eran fotos hechas en diferentes planos, distancias, focos, etc. No eran selfies, ni fotos hechas siempre en automático. Es decir: alguien tomó esas fotos mientras Sandra se daba el festín.
En ese momento, lógicamente, me dediqué un rato a mis placeres solitarios: disfrutar de las fotografías y masturbarme pensando en las imágenes y mi, bastante atractiva, cuñada. Pero también pensaba en algo más: ¡tenía que enseñar esas fotos a mi mujer y teníamos que buscar el momento íntimo para hablar sobre ellas!. Porque aquí viene el giro interesante, yo no sabía nada de la vida sexual de Sandra y mi hermano, pero mi mujer lleva años siendo una «hotwife». Ella ha tenido y tiene múltiples encuentros sexuales con otros hombre, los encuentros pueden ser con ella sola, conmigo observando o participando pero dando rienda a nuestros deseos sexuales en los que todo gravita en torno a su placer y mi rol como «marido cornudo». Tenía que ver las fotos y teníamos que hablar sobre ellas porque en todos estos años nunca había tenido relaciones con un
hombre negro y, sin embargo (aunque es un tópico) esto había tema de varias conversaciones con cierto toque fetichista y sesiones masturbatorias mutuas. Y, sin embargo, ahí estaba Sandra disfrutando locamente de una de las pollas más grandes que había visto en mi vida y entregada a ciertas formas de sexualidad sobre las que no teníamos ninguna sospecha. Para ponernos en situación: Vanesa y Sandra tienen una relación muy íntima y son confidentes en muchas cosas. Vanesa nunca le ha contado los detalles de nuestra relación a Sandra – sí lo ha hecho a otras amigas- pero son frecuentes (especialmente si han bebido) sus bromas cargadas sobre otros hombres, cuerpos musculosos, «polvazos» de famosos, etc. Bromas que hasta ahora nos encantaban a mi y Vanesa porque son muy divertidas, pícaras y siempre nos dejan ese hilo de complicidad pensando en «si realmente supieran…» cuando ahora resulta que había mucho más jugándose entre las líneas de estas chanzas entre cuñadas.
Pasaron varios días hasta que realmente se dieran las circunstancias para que Vanesa y yo tuviéramos una tarde-noche de intimidad, pudiéramos tomarnos algo y yo pudiera tranquilamente sacar el ordenador para enseñarle mi nuevo «tesoro». Cuando llegó el día, tras caldearnos y relajarnos fui creando expectativas: saqué el ordenador, abrí el navegador, preparé la carpeta y le dije a Vanesa que tenía que enseñarle algo que esperaba le iba a encantar. Me imagino que ella pensaría que sería otro video, relato, foto o blog que había encontrado en internet en mis sesiones de navegación privadas… no lo que iba a ver. Puse el ordenador en sus
manos y dejé que abriera la carpeta. Al ver las fotos entró en shock ¡no se lo podía creer! Al igual que yo se quedó hipnotizada con la primera foto y luego fue viendo lentamente el resto de fotos y videos de la carpeta. Los veía lentamente y según avanzaba podía ver que se estaba excitando mucho. Me acerqué a ella y dimos un segundo repaso a los materiales de la carpeta. Según iba viendo las fotos comencé a acariciar su ya lubricada vagina mientras veíamos ahora las fotos y videos juntos. No hablábamos, pero a veces, según avanzaba por las fotos la hacía parar en alguna de ellas o incluso apretaba el teclado para volver a la foto anterior y dedicarle más tiempo. Me detuve especialmente en las fotos finales en las que la abundante corrida del chico se veía sobre el vientre y pecho de Sandra.
Al terminar de ver las fotos, Vanesa dejó el ordenador a un lado y se tumbó completamente para que yo pudiera ya recostarme a su lado, continuar masturbándola y besarla. Ahora sí que quería hablar. Realmente tenía algo de envidia de Sandra y, ahora sí que sí tras ver esas fotos estaba decidida a «probar una polla negra». Diría que estaba hasta algo indignada al ver que ella, más mayor y con más vivencias que Sandra y con una carrera como «hotwife» bastante consolidada, sin embargo, se quedaba atrás en esta experiencia. Mientras decía todo esto yo seguía masturbándola y no tardó mucho más tiempo en correrse. Cuando recuperó el aliento, empezó a explicar su plan: hablaría con Sandra directamente, tenía la confianza suficiente para ello y sería ya una ocasión para sincerarse del todo. No teníamos todos los detalles de las circunstancias
de la sesión de fotografías y videos, no sabíamos si mi hermano estaba al tanto o no (y desvelarselo a él de primeras no entraba en nuestros planes). Silvia quedaría sólo con Sandra un día para tomar algo, le explicaría cómo fortuitamente (sospechamos) llegó la carpeta a mi correo, como la habíamos visto y lo excitados que nos dejó. Lógicamente, la idea no era poner a Sandra en una situación comprometida y Silvia confesaría ya completamente el tipo de relación que tenemos, su condición de «hotwife», la mía como «marido cornudo» y lo más importante, conocer todos los detalles sobre cómo contactar con ese chico y poder tener una sesión de sexo tan intensa como la que (a juzgar por las fotos) tuvo Sandra.
Como he dicho al comienzo del relato, el proceso tuvo éxito. Lo que yo quería contar era el rocambolesco comienzo del proceso así que el resto puedo resumirlo telegráficamente. Efectivamente, Sandra y Silvia quedaron y tuvieron «esa» conversación. Fue una conversación llena de sorpresas: resulta que Sandra y mi hermano llevan un tiempo realizando intercambios de parejas. Pero es eso, siempre con los dos implicados y de manera recíproca. Sin embargo, se dieron un día especial para hacer la «excepción» y poder realizar cada uno sus (tópicas) «fantasías interraciales». Sandra quedó con este chico negro y tuvo una sesión intensa de
sexo cuidadosamente documentada por su marido (para vuestra información en breve mi hermano tendría su sesión de sexo con una «asiatica»). El contacto del chico negro era sencillo: se trata de alguien que trabaja en la misma empresa que mi cuñada y le pasó el contacto a Silvia. Sandra estaba más que segura de que no tendría ningún problema, incluso estaría encantada de complacer a Silvia. Es más, por algunas de las cosas que dijo cuando quedaron creía que el chico lo disfrutaría incluso más y se entregaría con más fuerza al saber que soy un marido cornudo y disfruto de este rol – cosa que no ocurría con Sandra y su marido. El siguiente paso os lo he dicho: se produjo el encuentro y fue espectacular, de hecho fue más de uno… pero eso son historias para otro día.