Pagando una deuda con mi esposa

El aire en la pequeña sala era denso, cargado con el peso de la desesperación. Marcos se movía de un lado a otro, las manos metidas en los bolsillos, mientras el aliento gélido de la deuda lo sofocaba. Frente a él, Ricardo, un amigo de años, pero hoy un acreedor implacable, sorbía su café con una calma exasperante. La cifra de dinero adeudada era impagable para Marcos. Había agotado todas las opciones, cada puerta se había cerrado de golpe. Y entonces, en un momento de pánico y desesperación, una idea repulsiva y tentadora al mismo tiempo se formó en su mente.

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La bella esposa del pastor

Quiero contarles lo sucedido estos últimas semanas, aunque en realidad una parte de mi se siente apenado de escribirlo aquí y medite mucho, si hacerlo o no, pero ahí va. Vivo en el centro de la Cdmx… Soy un hombre medio joven de 35 años, soltero, medio cuidado ya que nunca he tenido vicios, mido 1.73 y trato de comer sano, voy al gimnasio dos o tres días a la semana desde hace años; fue criado por hermosos cristianos, una bella familia, a pesar de mi edad aún sigo soltero y sin hijos, tuve una par de decepciones amorosas y hace años decidí esperar a la mujer indicada.

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El amigo de mi hermana se desquita conmigo

Esa noche de agosto del 2021 ni tenía ganas de fiesta. Pero algo pasó.

Helena, mi hermana, había armado todo en casa e invitó a su grupito, entre ellos al pelotudo de Lucas.

Lo había visto mil veces chamuyándola. Ella no le daba bola, pero ahí estaba, prendido.

Yo me fui a dormir temprano, no estaba para nadie.

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Mi vecino y yo en un encuentro ardiente

Llevo años viviendo en el mismo barrio, hace más o menos un año se mudaron vecinos nuevos, entre ellos Oscar, un profesor muy guapo y educado.

Por varios meses hemos sido amigos y nuestro trato ha sido cordial y ameno.

Pero desde hace algún tiempo nuestras miradas dicen algo más, hace unos días lo he invitado a cenar con mi familia, ese día llegó temprano y nadie más de mi familia estaba en casa aun, llegó diciendo que quería ayudarme a preparar la cena y traía vino para acompañar.

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La señora vecina

Me llamo Miguel y el gusto por esa señora comenzó a finales del verano del 2001. Estaba estudiando cuando me asomé a la ventana cansado de estudiar. Como a tres metros la observé dando la merienda a sus hijos, tan acalorada estaba que no llevaba nada debajo de la bata y con dos ojales sin abrochar, mostrando todo el regato del tetamen, y cuando se agachaba ¡hala!, el escote abierto de par en par, y la delantera, bamboleante como si tuviera vida propia, luchando por salir a tomar el aire.

Pero hay algo más, me excitaban los sobacos de las mujeres; y mucho más si olían a sudor. Y la Mariana sudaba de los sobacos como no os lo podéis imaginar. Y de vez en cuando alzaba los brazos, suspirando, mostrándome impúdicamente aquella maravilla de sobacos húmedos, con unos pelillos que asomaban por la cortísima manga de su bata. Yo me la pelaba como un mono pensando en Mariana y me puse a observarla desde mi ventana en las noches de estudio.

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