Hacía tiempo que yo lo pensaba.
No era una obsesión, pero de vez en cuando, en esos momentos en los que la piel aún arde después de hacer el amor, le dejaba caer alguna insinuación. Un comentario, una fantasía dicha en voz baja, como si fuera un sueño absurdo.
—¿Te imaginas… otro con nosotros? —le había dicho una noche, sin mirarla directamente.
Carol siempre reía, un poco nerviosa, y cambiaba de tema. Me conoce lo suficiente como para saber que no era solo una broma, pero durante mucho tiempo se mantuvo en una especie de dulce resistencia. Hasta que, sin mucho aviso, empezó a dejarse llevar. Quizá porque me veía sincero, o quizá porque, en el fondo, a ella también le picaba la curiosidad.