Tengo 52 años, felizmente casado con Sonia de 48, dos hijos y una vida de lo más normal.
Ella es secretaria en una empresa que por motivos obvios ni siquiera mencionaré a qué tipo de actividad se dedica o la localidad en la que se encuentra.
Trabaja allí desde los 25 años y nunca tuvo el más mínimo problema.
Todo cambió el año pasado, su jefe se jubiló y vendió la empresa a otra persona.