Sentía sus testículos golpear mis nalgas con fuerza mientras su falo bombeaba rápidamente mi vagina; aquel grito de gol se perdía entre sus jadeos y mi respiración agitada.
No me imaginaba estar cogiendo en la parte trasera de una camioneta a mis cuarenta y pocos años con el papá de compañero de mi hija. El hombre se movía delicioso; hace mucho tiempo que mi marido no me hacía sentir de esta manera.