Regalo de divorcio

Acababa de separarme, así que tenía un humor extraño, entre la melancolía y la euforia de la liberación.

En general me gusta el coqueteo, así que cuando ovulo es más bien un tema de calentura, me pongo re cachonda y se me antoja verga, se me antoja que me rocen, suavecito, que discretamente toquen los pezones, y entonces busco relatos eróticos y me masturbo hasta tener un orgasmo.

Una tarde, que no había señal y andaba cachondona, me fui a la playa a nadar. El mar estaba delicioso y no se veía a nadie muy cerca, así que me quité el traje de baño para disfrutar del roce del agua por todo mi cuerpo, especialmente mis partes sensibles. Me gusta especialmente nadar de pecho y sentir la caricia del agua en mis labios vaginales, que se abren ampliamente cada vez que pataleo.

 

En eso estaba cuando siento que me miran y, a lo lejos, desde una sombrilla, veo que hay 2 chicos y uno tiene unos binoculares, así que me ve de cerca, encuerada, con los pezones bien parados por el agua fresca, y flotando boca arriba, sintiendo el sol por todo mi cuerpo. cuando floto sólo se ve mi cara, mis tetas y mi pubis sobresaliendo del agua. están lejos y yo muy a gusto así que me olvido de ellos, o más bien decido dejarlos disfrutar y que se den un taco de ojo mientras yo me relajo.

De repente oigo un chapoteo cerca de mí y me asusto porque pienso que puede ser un animal, pero no, bueno un poco sí. Me incorporé para cerciorarme de qué se trataba y sí, uno de los chicos de la sombrilla ya no estaba ahí sentado. mientras me percato de eso me llaman desde atrás.
“hola, te ves muy a gusto”.
y yo, encuerada completamente sólo siento calor y humedad en la vagina.
“pues sí, estoy muy a gusto, la verdad”.
“tu sigue en lo tuyo, voy a nadar, sólo es que te vi y no pude resistir decirte algo. Te ves hermosa así, desnuda, en medio del mar, sola”.

Silencio.

“Me voy”.
“ok, gracias,” fue lo que se me ocurrió decirle.

Al rato me dio calor, era demasiado intenso el sol, así que me puse el traje de baño para salir a sentarme bajo la sombra. Me dio un poco de sueño así que me acomodé en el pareo y me quedé dormida. No sé cuánto tiempo habrá pasado pero me desperté muy a gusto y cuando estaba entre estirándome e incorporándome, otra vez me sobresaltó una voz:
“ya viste que que otra vez capturaste mi atención y como vi que te habías dormido decidí quedarme a cuidarte, aunque de lejos, para no molestarte. ahora sólo me acerqué para volver a saludarte”.
“wow, pues gracias otra vez”, dije algo desconcertada.
“no te preocupes, no hay nada que agradecer ni espero nada, sólo sentí una atracción y le hice caso. mi amigo allá también está al pendiente, pero es más tímido que yo”.
“ok. y eso qué significa o ¿qué onda?”.
“¿tienes hambre? ¿quieres comer algo? Mi amigo es chef y tenemos esa casa alquilada porque él necesitaba descansar y no quería aburrirse así que me invitó. Vente a tomar una chela y comer algo. luego ya, si no quieres quedarte, te vas y todo bien.”
“No, pues la neta tengo sed y hambre y no tengo nada que hacer, así que voy contigo y si me aburro o me agobio, pues me voy.”
“Ya estás.”
Fuimos caminando los 2 hacia su amigo y mientras me contó que es masajista, que tiene fascinación por el cuerpo humano, así que además venía de damo de compañía de su amigo, que estaba destrozado después de unas giras larguísimas.
Llegamos a donde estaba la sombrilla, el amito y los binoculares. Él sólo me miró y después de un rato dijo:
“se veía hermosa la escena del mar contigo flotando bajo el sol, muy agusto -no dijo “desnuda” pero lo leí en sus ojos.
“Y bueno, es que yo soy muy así, muy libre y relajada, así que sí. Aunque luego eso de nadar desnuda es un tema en este pueblo.
“me imagino”, dijeron los 2.
“vente, vamos a la casa, tenemos alberca y jacuzzi sin restricciones ni reglas de etiqueta” dijo el chef.
Era la casa perfecta, fresca, luminosa, con muchos lugares dónde sentarse, acostarse y relajarse. Me sirvieron un mezcal, una chela y me ofrecieron cacahuates en lo que el chef se ponía a preparar botanas sencillas pero deliciosas. Mientras tanto platicábamos, escuchábamos música, fumábamos y, básicamente, cotorreamos muy a gusto.
El masajista y yo nos recostamos en unos camastros frente a una alberca chiquita que había en la terraza, frente al mar mientras el chef se entretenía en la barra de la mini cocina de la terraza. El masajista aprovechó la oportunidad para contarme de sus expectrices de masajista y como le dije que yo tenía muchos amigos masajistas se lo tomó como reto personal y me dijo:
“Mira, te voy a dar una caladita nada más para que tengas otro punto de comparación que ni te imaginas.”
Yo ya andaba cachondísima pero muy relajada porque disfruto mucho los preámbulos y coquetos. El masajista me acomodó un espacio para que me recostara hacia atrás mientras él me empezó a tocar el cuello, primero muy suavemente y luego un poco, sólo un poco, más firme pero sólo en ciertas partes para relajar mis músculos. Pasó del cuello a la espalda y movía las manos tan deliciosamente que enseguida los calores empezaron a subir por mi cuerpo desde dentro de la vagina, que ya empezaba a palpitarme, cuando de súbito sentí de una mirada incisiva que me hizo girar la cabeza. el chef observando desde la barra, sonriendo amigablemente y disfrutando de la escena.
Para romper un poco la tensión me paré y me metí a la alberta y desde ahí continué con la conversación. Empezó pronto el atardecer así que me sequé y me acosté de nuevo en un camastro; el chef se acomodó finalmente con nosotros cuando me suelta el comentario:
“¿No quieres aprovechar para nadar desnuda sin limitaciones?”
“Pues sí. ¿por qué no?”
Me quité el bikini y me metí de nuevo al agua. El masajista se quedó mirando y el chef abandonó el camastro donde se había sentado para meterse conmigo al agua. También quitándose antes el traje de baño, lo cual ya subió el tono de la situación a 1000. El masajista no quiso quedarse atrás y en unos minutos ya estaba dentro compartiendo la alberquita.
Fumando, bebiendo, cotorreando, normal, desnudos y rozándonos de vez en cuando, pero sin perder la concentración en el momento social. Ya en un momento dado empezaron a preguntarme por mi vida personal, así que les conté que era mamá de 2 hijas y que acababa de separarme de una relación muy larga con un tipo estupendo pero que había dejado de funcionar.
“¿En serio eres mamá? ¿Amamantaste?”
“Sí, claro! No hay nada mejor que la leche de mamá”.
Silencio.
“¿Y el sexo con él?”
“Delicioso, la verdad, es de lo que más extraño, pero no me quiero confundir, así que estoy en modo autoservicio, jaja”.
“Bueno, pues si quieres… aquí te podemos ayudar”, dice el masajista.
“Uy, no sé, así nomás?”
“No, no, relax. Que se vaya dando”
“Mira, para empezar dejamos a la mitad la demostración del masaje. De hecho nosotros nos hicimos amigos en una escuela de masajes y medicina holística pero este se quedó atrapado con la cocina y se convirtió en chef naturista, pero también es muy buen masajista y se nota que tú llevas mucho tiempo tensa y preocupada.”
Obvio que yo no lo podía creer. me encantan los relatos eróticos de tríos y en ese momento estaba protagonizando uno maravilloso. Cada uno se coloca a uno de mis lados y me plantan un beso en el cachete correspondiente.
“Tú relájate y disfruta, que buena falta te hace y a nosotros nos encantan estas sesiones a dúo, así que todos ganamos”.
Y así, poco a poco, empezamos con más confianza pero sin acelerar nada. El chef fue al pueblo a traer agua mineral y el masajista se colocó frente a mí para masajearme un pie, suavemente, dedo por dedo, y luego todo el empeine, suavemente pero con buen ritmo. al terminar le dio un beso a cada dedo y un lenguetazo al arco que me erizó la piel de todo el cuerpo y me sacó un gemido que transformé en suspiro. Luego hizo lo mismo con el otro pie mientras hablábamos de cine.
Volvió el chef y me sirvió un vaso con agua y vino blanco, pero me dio a tomar él, delicadamente, mientras me acariciaba la cabeza y la parte de atrás de las orejas.
Era una locura, me sentía como con 2 amigos de toda la vida, en confianza total, y además con una cachondería deliciosa, relajada y deliciosa.
El masajista se fue al baño y el chef volvió al agua. Me dijo que su especialidad era relajar la columna vertebral desde el cuello hasta el coxis así que se sentó detrás de mí, nos acomodamos y empezó a masajear mis hombros. Sus manos eran enormes, ásperas, de dedos grandes y gordos, así que no pude dejar de mirar con un poco más de atención, de reojo, de qué clase de verga estábamos hablando, y es que antes había procurado evitar miradas directas para no violentar la situación, pero wow, era grande y gorda, se veía bastante deliciosa.
El masajista volvió y se sentó frente a nosotros, al otro lado de la alberquita, a disfrutar de la vista, pues el chef poco a poco extendía su área de masaje y se iba del cuello a la espalda baja. En un momento dado me atrajo suavemente de la cintura para que echara mi cabeza hacia atrás, sobre uno de sus hombros, y empezó a masajear mi cadera. Pasó poco para que su erección fuera lo suficientemente evidente como para sentir su verga bien dura en mi espalda baja. No me inmuté, empecé a moverme suavemente, disimulando un poco pero muy consciente de lo que hacía. El chef recibió los movimientos y me dejó hacer, se relajó también y sentí su respiración cerca de mi oreja. En eso estábamos cuando sus dedos comenzaron a activarse debajo de mis axilas, cerca de mis tetas, pero sin tocarlas directamente, lo cual me puso cada vez más caliente. Qué cara tendría que el masajista directo se metió a la alberca y se dirigió a nosotros. Se paró frente a mí y nomás me dijo:
“bueno, los pies ya están y el cuello y la espalda van en proceso. ¿cómo tienes de tensas las piernas?”
Y en seguida se puso una pierna a cada lado de su cadera y empezó a acariciarlas muy suavemente. La plática no es que paraba, seguíamos riéndonos, fumando y bebiendo de los vasos de vino hasta que llegó el momento de ir más allá. Yo ya estaba dispuesta a una metidita de verga y el chef lo notó porque se acomodó para recibirme. El masajista también se percató del movimiento y puso sus manos para que pudiera apoyar mis pies con el fin de sentarme, poco a poco, sobre la verga deliciosa del chef, gorda, cabezuda y con el largo perfecto para deslizarme, poco a poco, sin detenerme y sin apurarme, disfrutando cada instante. Después de 4 meses de estar a puro dedo y consolador, finalmente una verga dentro de mí, y vaya qué verga y qué tan adentro la tenía, ocupaba todo el espacio y yo feliz, relajándome profundamente.
Empecé a subir y bajar gimiendo cada vez más. El masajista sonreía, estaba en cuclillas y yo tenía mis pies sobre sus manos pero se deslizó frente a mí, poco a poco, tratando de chupar mis pezones, jugueteando con su lengua, mientras me movía cadenciosamente cabalgando al chef.
El primer orgasmo llegó rápidamente, lo disfruté sin apresuramientos y sentí hasta la última contracción de mis labios vaginales. El chef aprovechó y se vino también, disfrutando tanto como yo y el masajista, que me miraba complacido y me estrujaba suavemente.
Me bajé del chef y el masajista me montó en él. Yo todavía estaba llena de fluidos así que pude deslizarme con suavidad en la verga del masajista, que tampoco estaba nada mal. Bajé poco a poco, como para reconocerla. Estaba llena de venas inflamadas, así que se sentía muy rica su textura dentro de mi. Me quedé así, disfrutando, con los ojos cerrados y él volvió a lamer mis pezones, hasta succionarlos suavemente con toda la intención de encontrar unas gotas de leche que pudiera saciar su morbo.
Nos venimos los 2, el orgasmo fue intenso así que nos quedamos abrazados un rato, en silencio, recuperando el aliento. En silencio nos empezamos a mover de nuevo cuando el chef rompió el hielo avisando que iba por más vino. Yo aproveché para ir al baño y al regresar el masajista ya no estaba en el agua sino en uno de los camastros. Me acosté en el camastro de al lado y me quedé callada.
El masajista me preguntó si continuábamos con la demostración de masaje porque había sido abruptamente interrumpida. Yo me reí y le dije que por supuesto. Me dijo que me quedara boca arriba y que me relajara, lo cual después de tanta alberca y orgasmo, no fue difícil. Acomodó mi cuerpo, lo alineó y fue trazando líneas sobre mi piel. Abiertamente rozaba mis labios, mis pezones, mi ombligo. Yo estaba en el intento de respirar profundo y dejar que continuara la sesión, quería descubrir poco a poco a dónde iba a llevarme.
Me relajé y disfrutó cada uno de mis poros que rozó con sus yemas, primero, y luego con sus labios, incluso a veces con la punta de la lengua.
En eso estábamos cuando escuchábamos que llegaba el chef. Salimos del momento de seducción y comimos algo de fruta. Yo disfruté mucho los lichis, siempre me han parecido glandes, así que fue muy divertido comerlos frente a ese par.
El masajista estaba sentando en una silla sin reposabrazos y vi que era un momento propicio para volver a montarlo, quería clavarme esa verga deliciosa y llena de venas otra vez. Olió mi intención y cuando fui por más lichis me dijo que me acercara para olerme mejor, lo cual me dio risa y mucho morbo. Me tomó de la mano y la olió con atención, chupando el jugo de los lichis entre mis dedos. Suavemente me atrajo hacia él y supimos cómo acomodarnos, su verga estaba bien parada y yo estaba lista para recibirla de nuevo. Fui sentándome sobre ella mientras él me olía y me lamía y me besaba en diferentes partes de mi cuerpo. Una vez que me lo metí hasta el fondo, me apretó las nalgas y empezó a concentrarse en mis tetas, a lamerlas, a olerlas y, finalmente, a succionar de nuevo mis pezones.
Y ahí estaba yo, feliz montando verga, cuando de pronto siento unas manos que, por detrás, empiezan a acariciarme también, a meterme un dedo a la boca, a sentir los contornos de mis tetas, mientras me las chupa el masajista, a sentir el rededor de mi publis, super tenso y lleno de verga.
El chef acomodó un banco detrás de mí y se quedó sentada muy cerquita, tanto que podía sentir su respiración en mi cuello mientras ordeñaba mis tetas para su amigo. Tuve otros dos orgasmos en esa posición y casi me da un calambre, así que empecé a reírme y el chef se incorporó para cargarme y llevarme a una cama enorme en un cuarto a media luz. Me recostó y aprovechó para seguir oliéndome, un poco, se masturbó y se vino mientras me lamía el coño y me regalaba un orgasmo más que me dejó rendida, el masajista se acostó frente a mí y mientras acariciaba mi cara nos quedamos dormidos.
El masajista se acostó en un momento dado atrás de mí y me despertó acariciándome la espalda. Yo tenía un hambre terrible y mucha sed. Me senté en la cama buscando algo de comer y me dijo que me relajara, que el baño estaba listo: el jacuzzi en la terraza tenía nuevas botanas alrededor y había más vino y agua mineral, así que la noche siguió hasta el amanecer.

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