Hola soy nuevamente Patricia, en el relato anterior les conté como me convertí en la amante de mi inquilino, Don Fernando, un hombre maduro que me hacía gozar a límites insospechados, me encantaba que me cogiera y me hiciera suya cuando mi marido se ausentaba para ir a trabajar en las Plataformas Marinas, pero seguía en mi rol de mujer casada y abnegada con mi joven, guapo y brillante esposo, cumpliendo con mis deberes.
Mi esposo es de la ciudad de Tampico, por motivos de trabajo tuvo que emigrar al Sureste, un día me informó que saldría de vacaciones y quería que las pasáramos con sus padres, se las dieron precisamente en fechas de Semana Santa, era una excelente oportunidad de conocer a toda su familia aprovechando los días feriados, aunque extrañaría las cogidas de Don Fernando, no puse objeción, debía complacer a mi maridito.
Como les había comentado en el relato anterior, soy una mujer muy atractiva, con un trasero levantado, redondo y respingón, sin querer sonar pretenciosa es muy lindo trasero y me gusta presumirlo, acostumbro usar minifaldas, vestidos cortos, pantalones ajustados al cuerpo o leggins, vestir sexy sin llegar a lo vulgar, llamar la atención y que los hombres volteen a mirarme, recibir algún piropo, eso me hace sentir bonita, deseada, pero siempre guardando la distancia, solamente mi esposo y recientemente Don Fernando habían gozado de mi cuerpo.
Como era de esperarse mis suegros no permitieron que llegáramos a un hotel y nos prepararon el cuarto de soltero de mi esposo para que pudiéramos hospedarnos.
Mi suegro se llama Manuel, es un hombre maduro, de alrededor de 60 años, pero se conservaba bastante bien, de una altura similar a su hijo, alrededor de 1.80, un poco más corpulento, pelo entrecano, se notaba que debió ser muy guapo en su juventud, dueño de una pequeña compañía de software que trabaja para algunas empresas de la zona, mi suegra un poco más joven, alrededor de 55 años y una mujer muy tradicional y religiosa.
El día que llegamos toda la familia fue a recibirnos y se armó un gran convivio, asistieron los dos hermanos mayores de mi esposo, ambos ya casados con sus respectivas esposas, primos solteros y casados, tíos e incluso algunos amigos.
Me había puesto un vestido corto de color rojo, entallado al cuerpo y fui el centro de atención, mi marido no me prohibía vestir sexy, creo que más bien le gustaba presumirme, noté las miradas de deseo de los hombres y cierta envidia de las mujeres, no me incomodó ya estaba acostumbrada.
Me fue presentando a la familia, todos, hombres y mujeres alabaron mi belleza.
Después de cenar, platicamos como nos conocimos, algunas anécdotas divertidas y la familia me contaba muchas de mi esposo, que nos hacían reír a todos.
Pasaron un par de horas, mi suegra se despide de nosotros ya que se iba a acostar, nos comentó que estaba en el comité de festejos de Semana Santa de la Iglesia y tenía que levantarse temprano.
La velada continuó, mi esposo junto con sus hermanos y algunos primos se pusieron a beber de más y cada vez notaba las miradas más descaradas y libidinosas de los hombres de la familia, incluso alcance a escuchar a uno de los hermanos de mi esposo decir:
– Con todo respeto hermano, pero que buena está tu esposa.
Fingí no escuchar, pero me agradó saber el impacto que había causado.
Noté también que uno de los hijos de un primo de mi esposo me tomaba fotos a escondidas, era un adolescente de no más de 15 años, había tomado algunos tragos y me sentía desinhibida, alguien había puesto música y quise darle una lección al joven adolescente, así que lo saqué a bailar.
El joven estaba nervioso y muy turbado, sentí incluso que temblaba, yo reía por dentro por la turbación del muchacho, mientras bailaba sentí una mirada penetrante que me causó un escalofrío, era mi suegro que me observaba fijamente desde la barra de la cocina, su mirada estaba fija en mi culo firme y redondo que mi vestido resaltaba, creo que el haber tomado también algunas copas de más, perdió lo recatado, aunque al principio me incomodó, me empecé a excitar, me agradaba que me viera, un calor invadió mi cuerpo, y no sé el motivo, tal vez por haber tomado un par de copas, me contoneé un poco más al bailar, procurando estar siempre de espaldas a mi suegro, brindándole un cachondo espectáculo, sentirme deseada por mi suegro me daba mucho morbo y lo dejé que se deleitara viendo mi carnoso trasero.
Cuando el baile terminó le di un abrazo al chico y alcancé a sentir un bulto duro en su entrepierna, tenía el pene erecto, sonreí para mis adentros, pensando, pobre muchacho, voy a ser el motivo de sus masturbaciones por un buen tiempo.
Tenía sed y fui por una cerveza a la cocina, las tenían en una hielera en el piso, mi suegro me seguía con la mirada, me excitaba tanto que me viera, me excitaba, abrí la hielera y en lugar de agacharme, me incliné toda, mi vestido se levantó y estoy segura que se veía el nacimiento de mis nalgas, así que mi suegro podía ver en todo su esplendor mi suculento trasero, lo vi de reojo, se sonrojó y se acomodó su verga por encima del pantalón, pude apreciar que se adivinaba un muy buen bulto.
Me levanté y salí a la sala, riéndome por dentro de la situación, mi suegro se quedó paralizado y con la cara roja, incluso percibí sudor en su frente.
Después de un rato se despidió también de nosotros y sonreí imaginando si desquitaría su calentura con mi suegra o se masturbaría pensando en mí, me encantaba que pudiera ser la protagonista de las fantasías de mi suegro.
Poco después se fueron despidiendo los otros invitados, no sin antes acordar que el siguiente día iríamos todos a la playa aprovechando los días de asueto.
Mi esposo estaba muy bebido así que no hubo más, cayó rendido en la cama y no pude desfogar mi calentura, así me dormí, excitada y empapada.
Al otro día después de desayunar me puse mi traje de baño y sobre él un short de mezclilla corto, una blusita ajustada y sandalias, pronto llegaron todos en sus coches y uno de mis cuñados se ofreció a llevarnos a la playa, en la parte delantera iba su esposa y en la parte trasera mi esposo, mi suegro y yo, mi suegra no nos acompañaría ya que tenía que seguir con sus compromisos en la iglesia.
En el camino a la playa me acurruqué a mi esposo y me fui quedando dormida, de pronto, entre sueños alcancé a sentir muy sutilmente el torso de una mano en mis muslos, mi piel se erizó al instante, fingí seguir dormida, pensé que el roce fue accidental, al ver que no me movía, el torso de la mano empezó a moverse muy despacio, acariciando mi piel muy levemente, casi imperceptible, me gustaba la caricia de mi suegro y quería saber hasta dónde podía llegar, pasamos un bache y aproveché para acomodarme y parar más mi colita, seguí fingiendo seguir dormida, después de unos segundos ya no fue el torso de su mano, si no sus dedos y la palma de su mano acariciando muy superficialmente mis muslos y el nacimiento de mis nalgas, fue muy excitante, sentí que mi coñito se humedecía.
Después de un rato llegamos a la playa y mi esposo me «despertó», hubiera querido que continuara un rato más con sus toqueteos, pero ni modo, sentía mucho calor, sudaba.
Por ser Semana Santa la playa estaba atestada de gente, llegamos y rentamos 3 palapas juntas, eso nos permitió tener un poco de espacio para la familia, una vez instalados procedí a quitarme el short de mezclilla y la blusita ante la mirada morbosa de los hombres de la familia, incluyendo al pervertido adolescente que me había sacado fotos la noche anterior y uno que otro mirón, pero eso es algo que me gustaba, que los hombres se deleiten con mi cuerpo, seguía muy excitada por los toqueteos de mi suegro, mi coñito literalmente chorreaba, mi excitación no disminuía y se me ocurrió seguir el cachondo juego con mi suegro, sería mi «venganza» por el toqueteo que me había dado.
Todos se fueron a la playa, excepto mi suegro, mi marido y yo, me puse un sombrero playero, unas gafas de sol y tendí una toalla playera en la arena justo frente a mi suegro y procedí a untarme bloqueador, para untarme las piernas y pies me agaché y sentí que mi traje de baño se incrustaba en mis nalgas, así que le estaba dando una vista espléndida de mi culo a mi suegro y mi marido.
Me acosté sobre la toalla y le pedí a mi esposo me pusiera bloqueador en mi espalda y piernas.
Empezó por mi espalda, un masaje lento que me hizo suspirar, siguió con mis piernas y al final tomo el frasco y aplicó un chorro en mis nalgas, empezó a masajear mis nalgas de arriba a abajo y en forma circular, me estaba excitando y las levanté un poquito, sentí que la verga de mi esposo, que estaba sentado sobre mis piernas se estaba poniendo dura,
Se agachó sobre mí y me dijo al oído.
– Que culo tan rico, ya me pusiste cachondo, hoy en la noche me desquito, uffff.
En eso le hablan a mi marido para jugar futbol playero sus hermanos y primos y me quedo sola frente a mi suegro, volteé a ver de reojo, las gafas de sol me permitían hacerlo sin que nadie se diera cuenta, noté que no había perdido detalle de los tocamientos de su hijo y que estaba completamente sonrojado, su mano estaba sobre su verga, la cual se marcaba en forma indecente bajo el short, definitivamente era un muy buen tronco, continué el cachondo juego, abrí mis piernas y le permití ver el traje de baño metido entre mis turgentes nalgas y mi rajita apenas cubierta por el bañador.
Después de un rato vino mi esposo y nos fuimos a la playa, jugué voleibol playero con la familia, empecé a divertirme y me olvidé de las miradas morbosas de los hombres de alrededor.
La tarde continuó sin nada relevante más que contar, regresamos nuevamente como llegamos, y nuevamente me acurruqué a mi esposo y me «dormí», ya mi suegro no me tocó, pero yo incliné mis nalgas hasta alcanzar a tocar la pierna de mi suegro, muy sutilmente, un leve roce, pero suficiente para excitarme, y seguramente excitarlo también, en mi mente me remordía un poco la conciencia, pobre de mi suegro, si le llega a dar un infarto seré la culpable, pensaba, pero era un juego que me excitaba mucho.
Llegamos a la casa de mis suegros, nos bañamos para quitarnos la arena y cenamos algo ligero, me sentía cansada por el día de playa, pero también tremendamente excitada y pensaba desfogar mi calentura con mi esposo, quien, tal vez no fuera el fogoso macho de Don Fernando, pero cumplía, y sería suficiente para apagar mi fuego interior, sin embargo, en la cena, mi esposo me dice que lo han invitado a salir los amigos de su universidad y que iría un rato a reunirse con ellos, mi suegra se despidió también, seguía con los preparativos para el viacrucis que se escenificaría el siguiente día y me invitó a que al otro día asistiera, lo cual acepté.
Me sentía cansada, pero antes de dormir, me vestí muy provocativo para que mi marido me cogiera llegando de su reunión y por fin apagara mi calentura, me puse un conjuntito de bra y tanga de hilo dental y encaje de color negro, medias de red con liguero y nada más, lista para que me cogiera tan pronto llegara sin más preámbulos, me cubrí con una sábana y me fui quedando dormida, lo cual pensé sería un sueño reparador en lo que llegaba mi esposo.
Estaba profundamente dormida, cuando entre sueños empecé a sentir un cosquilleo en mis piernas, poco a poco fui despertando, me di cuenta que eran unas suaves caricias en mis muslos que poco a poco iban subiendo hacia mis abultadas nalgas, pensé que mi esposo había llegado y me dejé tocar, las caricias se habían hecho más excitantes, acariciaba suavemente mis nalgas, metió un dedo debajo de mi tanga, rozando apenas mi rajita, buscó mi clítoris, haciéndome estremecer al rozarlo con la yema de su dedo, seguí fingiendo dormir, la caricia me encantó, pero había algo extraño en esa caricia, definitivamente no parecía ser mi esposo, como entre sueños, abrí más las piernas para darle mejor acceso a la persona que me estaba tocando, mi coñito estaba sumamente húmedo y la punta de su dedo, humedecido, seguramente con su saliva, separó mis labios vaginales y frotó mi coñito a placer, mi piel se erizó, que rico sentía, me mordí los labios para no gemir, cada vez estaba más segura que no podía ser mi marido, empecé a pensar, no sabía si gritar o dejarme llevar, sería algún delincuente que se había metido a la casa a robar y que iba a violarme, alguno de los hermanos de mi esposo, recordé que solamente habíamos quedado en casa mi suegro y yo, ¿Sería mi suegro quien se estaba aprovechando de mí, sin importarle que sea la esposa de su hijo?, no me moví, seguí fingiendo dormir, lentamente comenzó a bajar mi tanguita con mucha suavidad y cautela, me las bajó hasta las rodillas, con total libertad sus manos masajearon mis nalgas, después de unos minutos sentí un suave beso en una de mis nalgas y luego en la otra, las recorrió con su lengua, se animó a abrir una de mis nalgas y sentí que hundía su rostro entre ellas, su nariz alcanzó a tocar mi ano y dio un respiro profundo, sentir su respiración me dio un morbo tremendo, olfateaba mi sexo, pronto sentí su lengua explorando en mi orificio trasero, fue como si una corriente de electricidad recorriera mi cuerpo y no pude evitar dar un suspiro y levantar más la colita, me estaba entregando al desconocido, movía su lengua en mi trasero en forma circular y empujaba con suavidad tratando de forzar mi entrada, pero “sin despertarme”, era tan rico y placentero, que rico lo hacía, me encantaba.
Se subió a la cama, y se recostó colocando su cuerpo junto al mío, sentí el roce de su pecho en mi espalda, mi respiración estaba agitada, tuve que tratar de contenerla para no delatar que estaba despierta, sentí sus piernas desnudas acariciar las mías, el extraño ya estaba desnudo, besó suavemente mi cuello, buscó mi oreja, sentí su larga verga resbalando en mi trasero, estaba durísima y chorreaba precum, había llegado demasiado lejos, así que pensé que había que poner un alto.
Fingí despertar, estiré mis brazos al tiempo que decía:
– ¿Ya llegaste amor de tu reunión?
Pensé que el extraño se asustaría al comprobar que despertaba, pero para mi sorpresa me tomó de los brazos y me apretó contra su cuerpo diciendo:
– Quieta, tranquila, no hagas ruido.
Al escuchar la voz comprobé que efectivamente el extraño era mi suegro, empecé a forcejear para liberarme, pero mi suegro a pesar de su edad era mucho más fuerte que yo.
– Por favor, suélteme, que le pasa, no está bien, soy la esposa de su hijo.
Mientras me mantenía dominada con un brazo dirigió su mano a mi coño y metió dos dedos estaba tan lubricada que entraron con facilidad, al tiempo que empezaba a mover su cuerpo como si me cogiera, restregando su verga en medio de mis nalgas y su lengua se metió en mi oreja en forma libidinosa, causándome un estremecimiento que recorrió todo mi cuerpo.
– No te voy a soltar putita, me tienes bien caliente, te tengo tantas ganas que no me importa que seas la esposa de mi hijo, eres una putita, tu coño está húmedo, estás chorreando como una zorrita, no me engañas, te está gustando, así que déjate y disfruta, empezó a mover los dedos dentro de mi vulva, di un respingo y un gemido salió de mi boca delatando el placer que sentí.
– ¿Te gusta nena?
Un nuevo gemido fue mi respuesta, sus dedos entraban y salían de mí con rapidez, literalmente me estaba cogiendo con ellos, mis fluidos chorreaban, apretaba los labios para no gemir, todo mi cuerpo temblaba, me dejé llevar, dejé de poner resistencia, estaba en sus manos, al notarlo me dio media vuelta y buscó mi boca, me dio un beso profundo, cachondo, nuestras lenguas se entrelazaron, mordía mis labios, los succionaba, un beso tan apasionado que sentí que me derretía.
Su boca bajó a mis pechos, rozaba con sus dientes un pezón, me pellizcaba el otro, lo estiraba, los apretaba y masajeaba, los lamía y succionaba con pasión, sentí que perdí la razón, sus labios ardientes continuaron el recorrido, llegaron a mi ombligo, lamiendo y succionando cada centímetro de mi piel, siguió, pronto llegó a mi entrepierna.
– Que rica panochita tienes putita, que rica estás- exclamó al tiempo que empieza a lamer mi coño, lamía mis labios vaginales succionando mis fluidos, encontró mi clítoris y lo empezó a lamer y succionar, sentía tan rico que ya no me importó y gritaba desesperada, estaba en el paraíso, deslizó un dedo lubricándolo con mis fluidos y lo llevó entre mis nalgas hasta rozar mi orificio trasero, masajeaba mis arrugados pliegues en forma circular, como si quisiera dejarlo liso, empujó lentamente, sentí como mi culito se abría e iba entrando su dedo por el estrecho conducto, suspiré y abrí más mis piernas invitándolo a que me lo metiera más profundo, estaba en éxtasis.
– Ahhh, Don Manuel, que rico- exclamé.
– Me excitas mucho Paty, quiero comerte toda, estás bien rica, tienes un culo increíble y aunque estrechito, dilata bien, se nota que mi hijo ya te estrenó la colita.
Sentía que mi culo se contraía apretando su dedo en deliciosos espasmos que recorrían mi cuerpo, siguió metiéndolo poco a poco haciendo círculos, rozando mis paredes internas, todo lo que hacía me volvía loca.
– Relájate, no aprietes, ponte flojita, nena- me pidió, dejando un segundo de chupar mi vagina,
Intenté relajarme y empiné más la colita para que hiciera con ella lo que quisiera, su dedo entró completo, arrancándome otro gemido de placer, tenía su largo y grueso dedo bien metido en el culo, me acariciaba por dentro, lo sacó y lo llevó a su boca.
– Madre mía, Que culo más rico, sabe a miel.
Dudé que fuera verdad, pero me dio tanto morbo que lo hiciera, metió otro dedo a su boca para ensalivarlo y me los fue metiendo por completo, una vez dentro los movía en forma circular y los abría y cerraba en forma de tijera, sin duda estaba ensanchando mi conducto anal.
Gemí y me llevé una almohada a mi boca para morderla y no gritar de placer.
Tomando mis piernas las empujó contra mi pecho haciendo que levantara más el culo, dejándolo totalmente vulnerable a su ataque, su boca se hundió entre mis nalgas, sentí su lengua lamiendo mi ano y tratar de perforarlo, mis pliegues cedían y su rugosa y caliente lengua se colaba en mi interior, hundió su cara en mi culo y succionó mi esfínter, ya no pude aguantar más, sentí que mis piernas se aflojaron y torrentes de placer recorrían mi cuerpo, empecé a convulsionar con su cara bien metida entre mis nalgas sin darme tregua..
– Me corro, me corrooo, me corroooo- grité, todo mi cuerpo se retorcía y mis ojos se pusieron en blanco, como en un trance.
Apartó su cara y goloso absorbió mis fluidos sin dejar escapar una gota.
– Eso nena, dame toda tu miel- exclamó.
Poco a poco mis espasmos fueron disminuyendo de intensidad y caí exhausta en la cama, sentía mi cuerpo muy sensible y sin fuerzas, todavía temblaba, mi respiración estaba agitada, el orgasmo había sido muy intenso. Indudablemente el padre era mucho mejor amante que el hijo, pensé que seguramente mi marido era muy inexperto por culpa de su religiosa madre, porque mi suegro era puro fuego.
Se recostó sobre mi cuerpo y buscó mi boca, su boca sabía a mi coño, a mi culo, un sabor raro, pero me excitó mucho, su verga larga y gruesa quedó en la entrada de mi vagina, y ayudada por mis jugos vaginales fue introduciendo la cabeza dentro de mí, que rico sentí, sentía su verga caliente y dura, me quemaba por dentro, tomándome de los muslos me los inclinó hacia adelante mientras me iba metiendo su verga, centímetro a centímetro sentía como me iba abriendo y entrando esa enorme, gruesa y rica verga, ya llevaba la mitad enterrada en mi coñito, buscó mis pezones y se dedicó a chupar, lamer y succionar, me sentía en el paraíso, en un movimiento de caderas empujó su pelvis y me la enterró toda, hasta los huevos, sacándome un grito de placer, me sentía tan llena, tan plena, tan suya, que rico me cogía mi suegro, estaba siendo penetrada por mi suegro en la cama de su hijo y con el riesgo que representaba que en cualquier momento pudiera llegar mi esposo o mi suegra, me daba tanto morbo, me hacía sentir tan puta, tan sucia, pervertida, empecé a moverme mis caderas en forma circular y mi suegro inició sus arremetidas, metiendo y sacando su gran trozo de carne, veía las estrellas, gemía y gritaba como loca, me empalaba profundamente y su pelvis se pegaba completamente a mí, sentía como rozaba mi clítoris y sus huevos chocaban con mis nalgas.
Su verga entraba y salía de mí causándome un placer exquisito, definitivamente era un experto, entre gemidos y gritos pedía que me la metiera más profundo, que me la metiera más duro y más rápido, mis manos se posaron en sus nalgas y lo empujaba contra mi cuerpo para que me la metiera fuerte y duro, era una sensación inexplicable, distinta a la que sentía con Don Francisco pero igual de placentera, adoraba tener su enorme verga dentro de mí, era inaudito, le estaba siendo infiel a mi marido con su propio padre, ya no me importó, me hacía el amor de una forma alucinante.
– Agggh, Dios mío, que ricooo, ahhh, siga Don Manuel, más duro, aggghh, así, rómpame la conchita, agghh,
Veía su cara, gruñía de placer, se había puesto roja, me veía con una mirada libidinosa, pervertida, sonriendo al ver cómo me hacía gozar y gritar de placer, a medida que arreciaba sus embestidas, su frente escurría sudor, pensé que pronto estallaría en mi interior, faltaba poco, cuando de pronto saca toda su verga de mi coñito.
– Aggghhh, espera nena mía, espera, aghhh, me vas hacer correr y todavía no quiero, antes tengo que romperte ese lindo culo que me tiene como loco.
Se levantó y de la cómoda sacó una botellita de aceite de bebé, lo vi abrir y echar un chorrito a su gruesa y dura herramienta, lo embadurnó bien y quedó brillante resaltando las venas y su roja cabeza, se veía imponente, colosal, sentí un escalofrío al imaginarme esa gruesa tranca abriéndome la colita, seguramente me partiría en dos.
Me tomó de la cintura y me acomodó boca abajo.
Que colita tan hermosa y carnosa tienes putita, no sabes como la voy a disfrutar- expresó.
Acariciaba mis nalgas y recorría con el empeine de la mano el surco entre mis nalgas, lubricando el canal, llenándolo de aceite de bebé,
Me dijo que abriera más mis piernas y me metió dos dedos embadurnados de aceite, resbalaron profundo y los empezó a meter y sacar, asegurándose de lubricarme muy bien por dentro, cerré los ojos y gemí levantando más la colita, me estremecía.
– Aggghhh- se me escapó un gemido.
Deseaba que me empalara, aunque sentía miedo con tremendo pedazote, así que le pedí que lo hiciera con cuidado.
– Quiero tu verga, quiero darte la colita, pero métela despacito, no me lastimes, ¿Me la va a meter despacito Don Manuel?
– Voy a ser suave nena, no quiero lastimarte, al contrario, quiero que goces para que me des siempre tu rico culito, algo te va a doler, pero no tengas miedo, entrégate a tu macho, te voy a volver loca de placer con mi verga.
Sentí como puso su verga entre mis nalgas y me pinceleaba toda la rajita, presionaba justo en la entrada de mi culo y la retiraba, estaba tan jugosa, chorreaba precum, sentía tan rico que fui relajando la colita, sentía la tibia cabeza acariciando mi esfínter, una suave caricia, suave y tersa como la piel de un bebé, un contacto tan íntimo y tan delicioso, su mano presionó mi cintura haciendo que quebrara más la cintura y levantara más la colita y en ese instante sentí que mis pliegues se abrían y entraba la cabeza, di un grito y un respingo, más que de dolor, fue puro placer, me encantó como abrió mi colita.
– Ya está nena, tienes toda la cabeza dentro, sigue apretadito, pero no me engañas, este hoyito ya ha sido usado, mmmm, que rico, mi hijo te coge como putita.
No contesté, pero pensé, – si supiera que el hombre que me abrió el culito y lo gozaba no era precisamente su hijo..- Efectivamente me la había enterrado muy suave, a pesar de su grosos, casi no me dolía, mi esfínter ya estaba acostumbrado al diámetro de Don Fernando y le dio cabida al grueso miembro de mi suegro sin demasiado esfuerzo, me la empezó a empujar, mis pliegues se iban abriendo con solamente un ligero hormigueo, casi nada de dolor, cada vez más profundo hasta que sentí sus huevos apoyados en mis nalgas.
– Listo bebé, fue más fácil de lo que pensé, mi hijo te tiene el culito bien abiertito- dijo orgulloso.
– Si Don Manuel, la siento toda, me encanta, ufff, me siento tan llena de verga, aghhhh, soy tuya, tu puta.
– Eso es putita, me encanta cogerte, me voy a empezar a mover y cogerte bien la colita, ja ja, te la voy a estirar un poco pero te va a encantar, se nota que te encanta una verga grandota que te abra bien la colita,
– Si, cógeme toda, me gusta, ábreme bien, sigue- exclamé parando más la cola.
Empezó a bombearme, lento y profundo, la sacaba hasta dejar sólo la cabeza y me la clavaba hasta el fondo, cada que me clavaba sentía que me faltaba el aire y gemía al momento que me la sacaba, dentro y fuera, rozándome mis paredes por dentro y haciéndome vibrar de placer,
– Agggh, papi, ay, que rico, me encanta como me rompes el culo, sigue.
– Ay nena, a mí también me está volviendo loco darte por tu culito de puta, te estoy abriendo a vergazos, toma, toma, aggghhh, te voy a reventar el culooo.
Fue arreciando las embestidas entre mis gritos, jadeos y el ruido de mis nalgas chocando contra su pelvis.
– Más rápido, más, sigue, ag, métela, agghh, que rico, aggghhh, que rico, dame tu leche.
– Si amor, ya viene, te quiero dejar bien cogida, aghhh, que nunca olvides esta cogida, ya casi, no aguanto, ya viene la leche.
Metió su mano entre mis piernas y me frotó el clítoris, todo mi cuerpo se estremeció y empecé a retorcerme de placer al tiempo que estallaba en un poderoso orgasmo, sentía que mi vagina escurría a chorros y corrientes eléctricas recorrían mi cuerpo, mis ojos divagaban y saliva escurría por la comisura de mis labios, ambos gritábamos y gemíamos, arreció todavía más sus embestidas a un ritmo endemoniado, literalmente me estaba reventando el culo, hasta que en una última embestida dio un gruñido como un oso y me la enterró en lo más hondo estallando en mis entrañas, sentía los chorros de su ardiente y espeso semen en lo más profundo de mi culo, disparando uno tras otro, inundando mi colita..
Me desplomé desfallecida, con la respiración entrecortada, mi corazón parecía salirse de mi pecho, mi suegro se desplomó sobre mi cuerpo, sudoroso, poco a poco su verga fue vibrando con menor intensidad hasta que me la sacó y un chorro de esperma escurrió entre mis nalgas.
Se levantó y se colocó su ropa, me dio un beso cachondo en mis labios y se despidió.
– Fue la mejor cogida de mi vida y espero que no sea la última nena.
Después que se retiró mi suegro me levanté con un poco de esfuerzo, todo me daba vueltas, mis piernas temblaban, me metí a la ducha recordando la rica cogida y al mismo tiempo sentí un poco de remordimiento, me di un buen baño y así eliminar los rastros de su cogida, tuve que cambiar las colchas también, estaban húmedas, de sudor, mis fluidos y rastros de semen, una vez que tendí la cama caí rendida y rápidamente me dormí, completamente desnuda.
En la madrugada por fin llegó mi marido y al encontrarme desnuda me quiso coger y no pude negarme, cansada tenía que complacer a mi marido, intenté hacerlo gozar y que acabara pronto, me alabó por lo cachonda que estaba, pero realmente era porque quería que acabara pronto y por fin descansar, después de unos 15 minutos logré que acabara en mi coñito abierto y recién cogidito por su padre, tenía semen en mis dos orificios, el semen de mi esposo en mi coñito y el semen de mi suegro en mi culo, así me quedé profundamente dormida, cansada, exhausta pero muy satisfecha.
Fue la única vez que tuve sexo con mi suegro en esas vacaciones, no hubo otra oportunidad, pero no la única vez que me cogió, pero eso se los contaré más adelante.
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Relato anterior:
“Soy la mujer de mi inquilino cuando mi esposo va a trabajar”