Mirá yerno, a mi me gusta la pija, pero no voy a observar la tuya como la que espero que satisfaga mis deseos. Ella permanecía en la cama sin corregir la posición que dejaba su concha a la vista de mis ojos.
Sus senos apenas asomaban el camisón pero aún así, la perfección de sus formas y tamaños, no dejaban de despertar mi interés por ella.
Le dije que al mostrarse de ese modo era difícil sustraerse al deseo natural que cualquier persona pude sentir. Agregué que su cuerpo era atractivo, que los años habían dejado las huellas de su paso, pero que como mujer era un objeto absolutamente deseable.