Enseñando a mis sobrinos

Luna llena, primer mes del año, una noche algo fresca que invita a prender una hoguera dónde quemar pasiones, placeres, perversiones y cruzar el acostumbrado camino de nuestro estilo de vivir como pareja pervertida que somos.

Imanol: «Hoy no saldremos de casa, te voy a preparar una deliciosa cena,. Ve y cámbiate, ponte un vestido corto y unos zapatos de esos que me encienden de como se te ven tus piernas, de esos de tacon de estilete y correa que se amarra a tus tobillos.»

Shalimar: y no me pondré ni BRA ni chones, verdad?

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Él día que María se inicia en el BDSM

María llevaba unos meses sintiendo que en su vida sexual le faltaba algo de chispa, de pasión. Pero no solo sentía que le faltaba algo desde un plano físico sino mental. No sabía que era. Pero justo un día que estaba viendo cosas por Internet leyó artículos y blogs sobre BDSM. Vio que no era algo que pensaba. No era algo oscuro como ella se había imaginado sino algo que podía ser muy estimulante.

Sobre todo, cuando leyó el blog de una mujer le llegó lo que contaba. Porque incidía no solo en la parte física sino en la mental aparte que parecía una persona protectora y fiable con lo que la escribió. Al de unos días recibió una respuesta citándola en una cafetería para tomar un café.

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Como me encanta ser esclava sexual

Oí las llaves en la puerta y sentí la oleada de humedad en mi coño. David está en casa con Katie. Se ríe cuando se abre la puerta y me ve arrodillada con una mordaza en la boca y nada puesto excepto un cinturón de castidad de acero. David se acerca y me quita la mordaza de la boca, y acaricia mi cabeza, acariciando mi cabello.

«¿Has sido una buena chica?» – pregunta.

«Sí, señor.» Yo respondo.

«¿Estás emocionada por tu recompensa?»- continua.

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Me follé a mi cuñado

Mi nombre es Sandra, soy una mujer normal de contextura delgada, cabello largo y liso, ojos negros, de labios provocativos y sexis, senos un poco grandes y muy duritos, trasero redondito, firme, durito y muy bien paradito, mis piernas son largas, torneaditas y suaves al igual que el resto de mi piel, me considero hermosa, que cualquier tío le gustaría echarme mano, me mantengo en buena forma pues todas las mañanas voy a gym y me gusta hacer aeróbicos con frecuencia, es decir estoy como quiero, tengo 25 años y hace 2 años me case con Carlos, él es un ejecutivo gerente de área de Ventas, tiene 30 años, buen cuerpo y rostro varonil, llevamos una vida de pareja digamos normal. Vivimos en un apartamento en el tercer piso con una vista muy linda.

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Mi sobrino se queda en casa

Me llamo María y quiero relatarles la relación que tengo con un sobrino. Es una historia real que cambió por completo mi modo de pensar acerca del sexo. Los nombres propios los cambié por razones obvias.

Tengo 44 años, soltera, mido 1.70 de estatura, cabello negro un poco largo, pero siempre lo llevo recogido, labios carnosos, uso gafas y la verdad poco atractiva de cara. Mis senos son algo más que medianos, pero firmes, soy caderona y abultada de nalgas lo que hace que mi cuerpo sea interesante y que los hombres volteen a mírame con algo de lujuria, cosa que no pasa desapercibida por mí pero que me tiene sin cuidado, porque ahora lo puedo lucir y vanagloriarme de que este cuerpo ha gozado.

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Con ayuda de mi suegro

Mi matrimonio de 10 años pasaba por un mal momento económico. Mi marido se había quedado sin trabajo y mi sueldo de medio tiempo como recepcionista no alcanzaba para cubrir todos los gastos. Habíamos llegado a fin de mes con los últimos mil pesos que nos quedaban de la liquidación de Roberto y las cosas parecían ponerse peor.

Mis suegros, que siempre han sido un amor conmigo, nos propusieron que nos fuéramos a vivir con ellos y a la siguiente semana hicimos la mudanza.

Roberto dejó de buscar trabajo, en buena medida, porque al estar de vuelta en su casa paterna, se sintió cómodo en su mediocridad y mi suegra lo consentía como si fuera un niño. Incluso le lavaba la ropa. La actitud de ambos me molestaba y me hacía sentir tan mal, que pronto mi apetito sexual por mi marido desapareció.

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La primera vez que di placer a mi hijo

Me llamo Espineta tengo cuarenta y tantos años, soy viuda y tengo un hijo con 25 años. Los dos somos titulados universitarios, vivimos en una zona residencial de una gran ciudad y ambos trabajamos. Yo soy de altura regular, rubia, no muy gorda, aunque algo rellena, todavía luzco unas tetas bastante aceptables, aunque algo caídas, un culo respingón y unas piernas y muslos bastante bonitos según dice mi hijo.

Hace unos años me quedé viuda y en casa vivimos mí hijo y yo y en nuestros ratos de asueto nos lo pasamos bastante bien como os voy a contar. La historia comenzó hace unos años.

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