Josema e Ivette, estaban desolados y abatidos, cuando ambos asistieron al cumpleaños de mi primer hijo en el que estaban toda la familia, excepto Mary y Pepe los cuales invitados por Ana y su marido fueron a visitar y conocer una ciudad tan impresionante como Córdoba.
Josema e Ivette jugaron con los bebés, disfrutaron de ellos, mis padres fueron los primeros en abandonar mi casa. Rosa, Julio, Josema e Ivette, se quedaron a cenar. Durante la cena salió el tema de los bebés y los embarazos, siempre habíamos sido cuidadosos con mi hermano en el tema de nuestra depravación, desde el principio quisimos protegerlo. Para Rosa nuestro hermano pequeño era su debilidad, no podía verlo sufrir de aquel modo.