Esta es la historia de la primera vez que visitamos un club swinger con mi esposa.
Aquella noche nos entregamos por completo: tríos, intercambios, orgías y todo tipo de excesos calientes.
Todo empezó alrededor de las 23 h, cuando nos dimos de una ducha de a tres (mi esposa, otra mujer y yo), nos enjabonábamos, besábamos y tocábamos intensamente (esa historia la contaré en otro momento).
Después de esa ducha ardiente, mi esposa comenzó a vestirse. Se puso una tanga diminuta que apenas cubría su concha recién depilada, tan suave y provocativa que parecía pedir ser lamida. El hilo que se perdía entre sus nalgas; luego, un short negro tan corto que apenas le tapaba las nalgas, y una remera de red que dejaba sus tetas prácticamente al descubierto con los pezones duros marcándose.