Hacia tanto que pensaba en él que cuando me besó por primera vez no me lo podía creer. Día tras día durante semanas habíamos jugado a la seducción, a las risas, a las miradas cómplices, a las miradas furtivas, nos habíamos dicho de todo sin decírnoslo.
Cada noche durante semanas mis manos acariciaban mi coño pensando en él, en cómo sería tocarle, tenerle entre mis brazos, le imaginaba cabalgándome, su polla dentro de mi… Y por fin, tenía la oportunidad de hacer realidad mis anhelos.