Un domingo cualquiera de primavera, una carretera poco transitada, un coche estacionado en la cuneta, con los cuatro intermitentes señalando su posición, los triángulos reglamentariamente situados, una chica haciendo señas, tenía un neumático inutilizado y no podía destornillar la llanta para reponerlo.
Paré delante para ayudarla, hacia más de media hora que no circulaba nadie, empezaba a estar preocupada por lo que se puso muy contenta de verme.
La chica no estaba mal, mejor dicho, estaba bien, un poco más baja que yo, no sobrada de peso, pero sin estar delgadita, su vestido más bien era sobrio, su educación refinada.