Desde el miércoles mi hija me había avisado que Sofía, su mejor amiga, venía a quedarse el fin de semana con nosotras. Iban a estudiar para una prueba de Derecho, así que me lo tomé como algo rutinario.
El viernes, a eso de las seis de la tarde, sonó el timbre. Yo había llegado temprano del laburo y estaba en el sillón. Fue mi esposa quien abrió la puerta.