Veo a Patricia una vez a la semana desde hace más de cinco años, incluso antes de que comenzara la pandemia. Las primeras veces el servicio fue muy formal. Nos veíamos en un hotel y ella llegaba vestida con sencillez para después meterse al baño a cambiarse. Salía con una lencería que la hacía ver muy buena. Ella tenía treinta y cinco años y yo veinticinco. Tenía un abdomen plano, nalguitas bien formadas y unos pechos que habían visto tiempos mejores pero seguían siendo toda una visión que inmediatamente me provocaba erecciones.
Trío con dos chicas en la calle
En plena calle dos chicas se reían. Yo estaba trabajando y en un descanso pasé por allí y las vi. Se rieron al verme, avergonzadas. Me acerqué a ellas. Les dije: “hola”. Me dijeron: “te hemos visto y estábamos pensando que estás muy bueno”. Una de ellas, colorada y riéndose casi a carcajadas, bajaba la cabeza.
Y me acerqué un poquito más. Sin decir nada más metí mi mano por la parte delantera del pantalón de ella, sin desabrocharle el botón. Buscando su gruta, me topé con su braga. Metí mi mano debajo de su braga y acaricié su felpudo, de pelo duro y suave. Mientras ella ya no estaba colorada. Me miraba. Y la miraba. Alcancé su vulva y comencé a meter mis dedos, notando ya su humedad.
Nuestra primera vez con otro matrimonio amigo
Antes de iniciar con el relato, debo recalcar que esto ocurrió hace 1 mes, es algo reciente y 100% real; describiré mi historia con Consuelo, mi esposa, somos una pareja joven que vive su amor y pasión en cada oportunidad. Llevamos cinco años juntos, y cada momento íntimo ha sido maravilloso. Consuelo, de 25 años, tiene piel canela, ojos pícaros color café y labios finos que enmarcan su delicado rostro. Su figura escultural se curva en la cintura, realzando sus pechos medianos con areolas café y pezones puntiagudos. Sin embargo, lo más llamativo son sus perfectas y redondas nalgas, que, al verla recostada, forman un corazón perfecto que me hace perder la cabeza.
De Facebook a la cama y apenas lo conozco
Lo conocí en Facebook, apenas un mes y medio después de lo de Enrique, su nombre es Jordi Mejía, al principio no le hacía mucho caso, me mandaba mensajes de imágenes bonitas y cosas así, pero nunca le ponía atención.
Una noche mientras estaba en mi celular atendí un mensaje de él, comenzamos a charlar y la charla fue tan amena, que lo hacíamos diario, el me comentaba mis fotos y me invitaba a cenar, yo lo dudaba al principio, pero un jueves de hecho acepté salir con él.
Madre e hija me compartieron
El presente testimonio me sucedió por fines de los setenta, en otro contexto económico y social.
Por razones que no vienen al caso mencionar, mis padres estaban preocupados en que consiguiera una mejora laboral, por lo cual decidieron enviarme con unos conocidos, considerando que sería mejor para ellos y favorable para adquirir experiencia en el manejo de los temas de la explotación agropecuaria.
Mi novio me presta al vecino
Hola chicos, me llamo Daniela, la historia que contaré pasó hace algunos años, lo ocurrido cambió mi vida por completo, estoy un poco nerviosa ya que no quiero ser juzgada por mis actos, pero he sentido la necesidad de contar mi aventura.
Una deliciosa tarde con mi maestro
Ambos teníamos invitación a una ponencia en un centro de convenciones, pediste que pasara por ti, para no llevar dos carros, el trayecto fue divertido íbamos platicando todo muy tranquilo.
Al llegar al evento nos dijeron que ya no podíamos acceder pues el cupo estaba lleno, cómo ambos teníamos autorización de estar fuera decidimos ir a dar una vuelta, no teníamos un rumbo fijo a donde ir simplemente manejé lejos de Í, nos bajamos en una tienda compramos botanas y un refresco, tomamos camino
nuevamente y de repente dijiste “para aquí”, pasaba gente alrededor estaban cerca unas escuelas, era cerca de la entrada de un fraccionamiento, comimos nuestra botana nos tomamos el fresco, platicamos un rato y de repente hubo silencio a no escucharte hablar volteé a verte.