Me sentía sola. Hacía días que había discutido con mis padres y la cosa en casa no iba de bien en mejor. Muy al contrario, había decidido marcharme al piso de unas amigas a la isla de enfrente por unos días para ver si el ambiente mejoraba un poco con la distancia. Por otro lado, con mi novio me iba bien. No era para tirar cohetes, pero habíamos pasado situaciones peores. Al estar yo tan desanimada y tan ausente del mundo, nos sentíamos mutuamente un poco más lejos, nos comunicábamos mucho menos y hacía varios días que no sentíamos esa sensación urgente llena de necesidad del otro. Él estaría harto de mis historias y yo prefería estar sola.
Enseñando a mi jefa
Hola, mi nombre es Javier, estoy divorciado, tengo 40 años y trabajo como director del departamento informático de una pequeña fábrica situada en el cinturón industrial de Madrid.
En la empresa, trabajamos unas cincuenta personas, siendo los dueños, es decir, mis jefes, un joven matrimonio. Ella se llama Laura y tiene 35, y Carlos, su marido, 38,
Debido a la cercanía de mi puesto a la dirección general, tengo un trato un poco más allegado hacia los propietarios que el resto de los empleados. Eso implica que solemos comer juntos, tomar café con frecuencia, y alguna cerveza al terminar la jornada en el bar del polígono industrial.
Tuve una y consolé a otra
Esto sucedió hace varios años cuando estamos en la Universidad, tenía yo 22 años, mi novia Nancy que es un cuero, esta retebuena, hecha un bombón, unos senos grandes y firmes, el culo un poquito chiquito pero firme y monte de venus plano que sugiere unos labios amplios.
Ella de 19 años cursaba el segundo semestre de comunicación, por el clima de aquí Chihuahua, en primavera y verano el calor es agobiante, por lo que las ropas son escasas, por lo que mi novia usaba siempre short cortos y camisas ligeras, lo que hacía que me diera unas empalmadas muy seguido.
Obsesionado por los grandes pechos de mi hermana
Esta es la palabra exacta que define mi historia. Primero tengo que decir que tengo una novia que se llama Mónica; una chica atractiva, majilla. Y luego que tengo una hermana llamada Sandra -y con perdón por ser su hermano- que tiene un par de melones por pechos.
He salido sólo con dos chicas. Con la que estoy ahora y con una anterior llamada Patricia. El caso (y voy a ser muy sincero) es que siempre me ha obsesionado el que mis parejas no tuviesen ese cuerpazo que tiene mi hermana. Creo que la culpa de este pensamiento obsesivo la han tenido mis padres que me educaron consintiéndomelo todo.
Me follé a la madre de mi novia
Soy Toni y tengo un apartamento alquilado en el que vivo, con una sola habitación, cocina-comedor y cuarto de baño, en el barrio en donde vive Silvia, mi novia, situado a escasos metros de su casa.
Cuando cumplimos los dieciocho años, ella comenzó a ir a la Universidad y yo conseguí un trabajo de administrativo en una empresa de automoción.
Entonces como ya no dependía del dinero que me giraban mis padres desde mi pueblo, pensó que era el momento de pasarme por la piedra a mi novia que hasta entonces solamente me había permitido tocarla por debajo de la falda, acariciarle las tetas, unos besos con mucha lengua y pasión y pocas cosas más.
Las vecinas se abren para mí
Verán, me llamo Enrique (Quique para los amigos) y tengo 32 años. Quiero mucho a mi esposa (guapa, inteligente, mi media naranja) y funcionamos muy bien en la cama. Desde hace unos meses se instalaron abajo dos chicas: una rubia y otra morena escandalosamente buenas, son de esas mujeres que incluso vestidas hacen que tu picha se levante.
Ambas son altas y preciosas, no por algo trabajan como modelos. Patricia es la rubia (aunque teñida, se nota por sus cejas oscuras y por las raíces igualmente oscuras, pero da igual, le queda de cine), de melena larga y lisa. Su acento canario me vuelve loco. Tiene una carita angelical, con esos ojazos azules que a veces miran pícaros y a veces como corderitos y una cara perfecta, con el punto de su piercing debajo del labio. Y si la cara es una locura, su cuerpo no le va a la zaga: piernas largas, vientre liso, tipazo, pechos en su justísima medida. La pena es que viste demasiado recatada, aunque siempre con estilo.
Mi novia, mi cuñado y mi suegra
Un domingo cualquiera de primavera, una carretera poco transitada, un coche estacionado en la cuneta, con los cuatro intermitentes señalando su posición, los triángulos reglamentariamente situados, una chica haciendo señas, tenía un neumático inutilizado y no podía destornillar la llanta para reponerlo.
Paré delante para ayudarla, hacia más de media hora que no circulaba nadie, empezaba a estar preocupada por lo que se puso muy contenta de verme.
La chica no estaba mal, mejor dicho, estaba bien, un poco más baja que yo, no sobrada de peso, pero sin estar delgadita, su vestido más bien era sobrio, su educación refinada.