Pasaron unas cuantas semanas que enfriaron el encuentro clandestino entre cuñados con total normalidad. Las rutinas, dueñas del tiempo de cada uno, hacían que el transcurso de los días no dejase pie siquiera a hablar entre ellos de lo que había pasado. Se acercaba Viernes Santo, fecha en que la familia al completo se reuniría en el chalet de Miguel y Victoria, tía de Javier y Mateo por parte paterna, fecha que obsesionó a Javi con la posibilidad de repetir lo que hasta entonces había sido su experiencia más morbosa y satisfactoria.