Antes de iniciar con el relato, debo recalcar que esto ocurrió hace 1 mes, es algo reciente y 100% real; describiré mi historia con Consuelo, mi esposa, somos una pareja joven que vive su amor y pasión en cada oportunidad. Llevamos cinco años juntos, y cada momento íntimo ha sido maravilloso. Consuelo, de 25 años, tiene piel canela, ojos pícaros color café y labios finos que enmarcan su delicado rostro. Su figura escultural se curva en la cintura, realzando sus pechos medianos con areolas café y pezones puntiagudos. Sin embargo, lo más llamativo son sus perfectas y redondas nalgas, que, al verla recostada, forman un corazón perfecto que me hace perder la cabeza.
Yo, Raúl, siete años mayor que Consuelo, soy un poco más lujurioso. Y he llegado a proponer a mi esposa fantasías que sé, muchas personas piensan o desean, pero no se atreven a decirlas en voz alta. Una de estas ideas es compartir a Consuelo para explorar juntos un nuevo mundo de la sexualidad. Lo que más me excita de esto, es el placer que ella podría llegar a sentir. Es difícil de explicar ¿Por qué un esposo que ama a su mujer pensaría en compartirla?, pero el solo pensamiento de multiplicar el éxtasis que Consuelo experimenta al hacer el amor me embriaga y me impulsa a desearlo con gran fuerza.
Al principio, cuando intentaba abordar el tema con Consuelo, ella no lo tomaba bien. Creía que no la amaba y que la idea era “muy mala”, lo que generaba crisis en nuestra relación. Entendía su perspectiva, ya que ambos provenimos de familias conservadoras, y por un momento quise dejarlo atrás. Sin embargo, no podía evitarlo. Decidí dar pequeños pasos para abrir su mente: le compraba ropa sexy y lencería diminuta, y la animaba a mostrarse un poco más. Incluso llegamos a tomarnos fotos y videos explícitos teniendo relaciones sexuales, lo que añadió un morbo especial a nuestra relación. Así, una de mis facetas, la exhibicionista, emergió, y subimos nuestros videos a una página de adultos.
Consuelo no le prestaba tanta atención como yo; sentía morbo y se excitaba, pero no al mismo nivel. Yo, en cambio, entraba con frecuencia para revisar los comentarios que dejaban las personas. Esto alimentaba mis ganas de compartirla y llevarla al éxtasis total. Mi miembro se ponía muy duro y caliente, demostrando mi completa excitación.
Es normal que, después de ciertas acciones, surja la culpa. Esto le sucedió a Consuelo. Todo lo que habíamos logrado hasta ese momento se frenó en seco, y el tema se volvió tabú. Quizás la culpa la invadió. Yo, por mi parte, no quería perderla, así que dejé el tema de olvidado.
El tiempo pasó, y el tema parecía haberse diluido, ya que no volvimos a tocarlo. Nuestra vida en pareja continuó con normalidad hasta que un fin de semana, decidimos hacer planes con Arturo y Camila, una pareja de amigos clave en lo que estaba por venir.
Solíamos salir con ellos regularmente, y en ocasiones anteriores, ya habían expresado su ideología liberal y lo mucho que les gustaba Consuelo. Esto me causaba una mezcla de rabia, celos y excitación, pero temía mencionar el tema, pues creía que con mi esposa lo habíamos superado.
La noche transcurrió entre tragos, risas y algunas frases picantes, nada fuera de lo común. Sin embargo, con algunos tragos encima, decidimos ir a una discoteca popular. Mientras bailábamos con nuestras respectivas parejas y seguíamos bebiendo, Consuelo y Camila comenzaron a bailar sensualmente entre ellas. Lejos de desagradarme, quería ver hasta dónde llegaría mi esposa. El baile se volvió cada vez más intenso y los tragos fluían, hasta que la tensión se hizo insostenible. Salimos de la discoteca y nos dirigimos rápidamente a nuestra casa. Nadie estaba seguro de cómo la situación se había calentado tanto, o cómo, sin decir una palabra, todos deseábamos lo mismo: dar rienda suelta a nuestros deseos.
Una vez en nuestra habitación, Consuelo y Camila se desnudaron por completo entre besos y caricias, mostrando una lujuria y pasión desbordantes. No podía creer lo que veía, parecía un sueño, hasta que un fuerte gemido me trajo de vuelta a la realidad: Camila estaba con su lengua dentro de la vagina de Consuelo. Esto me impulsó a desnudarme al instante, dejando al aire mi gigantesca erección, mientras contemplaba una escena digna de una película pornográfica. Arturo también se desnudó, revelando su miembro curveado.
Arturo y yo nos colocamos a un lado de Consuelo, quien estaba sumergida en gemidos, con los ojos entrecerrados, disfrutando del placer que Camila le proporcionaba. Tras observar el rostro de éxtasis de mi esposa, tomé su mano y se la coloqué sobre el pene de Arturo. Consuelo abrió los ojos, sorprendida por lo que acababa de suceder, me miró, pero no soltó el miembro que le había ofrecido. Me acerqué a su rostro, y ella, sin pensarlo, comenzó a chuparme la verga con pasión, como si fuera su dulce favorito. Después de unos minutos disfrutando de mi pene, me miró fijamente y, sin decir nada, giró su rostro para devorar por completo la verga de Arturo, el cual había estado masturbando casi instintivamente.
Estaba sorprendido viendo a Consuelo disfrutar del pene de nuestro amigo, tanto que ni siquiera había notado el cuerpo desnudo de Camila, quien seguía saboreando el coñito de mi preciosa esposa. Ver a mi mujer con una verga en la boca, casi atragantada, y disfrutando de un buen sexo oral, me llevó al límite. Reclamé la boca de mi mujer, llenándola nuevamente mientras ella continuaba con el vaivén del miembro de nuestro amigo.
Consuelo estaba increíblemente excitada. Sin pensarlo, comenzó a ahogar sus gemidos entre los dos penes a su disposición, alternando sus mamadas y chupando ambas vergas con dedicación, deseando tenerlos muy dentro de ella. Mientras esto sucedía, comencé a tocar a Camila. Tenía un cuerpo delgado y proporcionado, con senos pequeños pero tentadores, de pezones rosados y tímidos que invitaban a tocarlos y saborearlos. Recorrí el cuerpo de la mujer de nuestro amigo hasta llegar a sus nalgas, dándoles un buen apretón seguido de una nalgada, para luego pasar a tocar su depilada y muy mojada vagina.
Sentí unas ganas intensas de penetrar a Consuelo. Aparté a Camila de su vagina, froté la cabeza de mi verga en ella y noté lo mojada que estaba mi mujer, los fluidos escurriéndose entre sus nalgas hasta su culito. Excitado y caliente, la penetré de una sola estocada, sintiendo la humedad de su coñito. Esto me enloqueció; no podía dejar de ver cómo mi pene se perdía dentro de ella. Mientras tanto, Camila chupaba los pechos de Consuelo, y ella seguía recibiendo la curveada verga de Arturo con su boca.
Había imaginado esté momento, pero nunca pensé que se harían realidad: mi esposa recibiendo mi verga por su coñito y otro en su boca, mamándolo con un deseo que casi nunca le había visto. Consuelo estaba en un éxtasis total. Verla en ese estado me dio más placer que cualquier otra cosa, así que detuve mis embestidas para no eyacular. Volví a colocarme a su lado para que continuara saboreando los dos penes que la mantenían en ese estado de lujuria y placer.
Arturo comenzó a masturbar a Consuelo, quien tenía su vagina como un río; se podía escuchar el chapoteo de sus dedos entrando y saliendo, mientras ella ahogaba sus gemidos con nuestras vergas en su boca. Camila sostenía el pene de su esposo para que mi mujer lo introdujera hasta donde pudiera y lo saboreara por completo.
Consuelo, consciente de que el placer y la atención se habían centrado en ella, acostó a Camila y comenzó a lamer suavemente su vagina rosada y depilada. Camila, a su vez, ahogaba sus gemidos metiéndose el pene de su esposo en la boca. Por un instante, pensé en ofrecerle mi miembro para que también lo saboreara; de hecho, una parte de mí deseaba sentir su boca devorando mi verga.
Pero, como dije al principio, el culo de mi mujer enloquece a cualquiera. Al verla en cuatro, saboreando ese coñito, perdí la cabeza y solo pude posicionarme detrás de esas imponentes nalgas y penetrarla con fuerza. Mi pene entró con violencia; estaba culeando a mi esposa con fuerza, dándole nalgadas y apretando sus pechos. Estaba en un éxtasis que nunca antes había sentido.
Camila se separó de mi esposa y también se colocó en cuatro para que su esposo pudiera penetrarla. Ahí estábamos, las dos parejas, culeando salvajemente, gimiendo y dejando nuestros prejuicios a un lado para disfrutar de un sexo monumental. Yo estaba embriagado por la sensación que recorría mi cuerpo. Olvidé por completo a nuestros amigos y me concentré en mi mujer, dándole una follada que estoy seguro no olvidará en mucho tiempo.
Mientras observaba el rostro de excitación y lujuria de mi mujer, sentí unas manos en mis testículos, que guiaban mi verga hacia el interior de Consuelo. Camila observaba en primera fila cómo follaba a mi mujer. Empezó a masajear mis testículos mientras con la otra mano sostenía la base de mi pene. La observé y, de nuevo, acaricié sus pequeñas tetas hasta llegar a tocar su trasero. Esta vez, los sentí bien, y me tomé un momento para acariciar sus nalgas varias veces.
Había un poco de silencio. Al levantar la vista, Consuelo estaba de nuevo comiéndose la verga curveada de Arturo. Nuestro amigo tenía los ojos en blanco por la deliciosa mamada que Consuelo le estaba dando. Al ver esta escena – mi mujer disfrutando de dos penes mientras Camila me masajeaba las bolas–, hizo que eyacule toda mi leche dentro de Consuelo, llenándola por completo. Terminé como nunca, mi semen chorreaba por la húmeda y caliente vagina de mi mujer. Era hipnótico ver a Consuelo completamente satisfecha y sonriendo después de la tremenda culeada que le di y de su primera vez probando dos penes.
Después de haber eyaculado dentro de Consuelo, nuestros amigos se vistieron y se fueron. Bajé a despedirlos en la puerta de nuestro hogar. Al regresar a la cama, mi mujer estaba exhausta de la deliciosa noche que habíamos tenido. A la mañana siguiente, al despertar, comenzamos a hablar de lo sucedido, compartiendo nuestras sensaciones, lo que nos puso calientes de nuevo. Mi erección era fuerte, y a Consuelo le encantaba. Comenzamos a besarnos con pasión y a recorrer nuestros cuerpos, pero eso lo contaré en otro relato.
Mi fantasía no se cumplió por completo: aún deseo ver a Consuelo disfrutar de dos vergas solo para ella, penetrándola. En esta ocasión, nuestro amigo no la penetró, solo recibió unas buenas mamadas de mi mujer. Pero después de esta gran noche, ella me confesó que le gustaría poder estar con dos machos y volver a disfrutar como una puta. Ojalá pronto pueda ser así; muero de ganas por volver a sentir esa sensación inexplicable, excitante y embriagadora, viendo a mi esposa, ahora sí, disfrutar de dos machos por todos sus agujeros.
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