Noche swinger

Era sábado y había esperado con ansias el fin de semana. Quería salir a tomar algo delicioso y sin duda hacer algo muy caliente junto con mi esposo. Como a las 10 de la noche, tomamos un taxi hacia un bar de la ciudad para gente de amplio criterio. Al llegar escogimos una mesa junto a la pista de baile. Por algunas horas estuvimos bebiendo unas bebidas increíbles, deliciosas y muy desinhibidoras. Me sentía muy apasionada, así que me daba grandes y jugosos besos franceses con mi esposo. Para la ocasión me había puesto un vestido muy corto, que dejaba ver mis bien torneadas piernas, pero tan corto que mis nalgas alcanzaban a asomarse apenas me inclinaba. También era tremendamente escotado, lo que hacía que mis grandes y bellas tetas casi escaparan. Casi a la media noche, los besos y las caricias con mi marido eran cada vez más calientes. Sabíamos que para esos momentos alguna pareja ya debía tener sus ojos fijos en nosotros. Y así fue, de repente fuimos sorprendidos por unos tragos especiales, enviados por una pareja de una mesa cercana. Lo que agradecimos levantando nuestros vasos y llamándolos para que se pasaran a nuestra mesa.

Enseguida la pareja se presentó y se sentaron, dijeron llamarse Blanca y Jorge. Estuvimos brindando y platicamos un rato, pero definitivamente nos enganchamos rápidamente, pues nuestras miradas iban y venían por nuestros cuerpos, y fue entonces cuando mi esposo dijo que nos disculparan pero que nosotros seguiríamos en lo que estábamos, obviamente haciendo referencia a nuestro faje. Cuando mi esposo me abrazó, Blanca de inmediato le dijo que si me daba permiso el juego seguiría con ella. Sólo le ofrecí mi boca.

Nos empezamos a besar de una forma muy cachonda, a la vista de nuestros excitados esposos. Al poco tiempo ya cada uno se acariciaban con disimulo sus penes por encima de sus pantalones bajo la mesa. Así empezamos entre nosotras, pero de un momento a otro, yo ya estaba en medio de Blanca y su esposo besándome con él y ella con mi esposo, aunque en momentos soltábamos las bocas de los hombres para entregarnos en un nuevo y apasionado beso entre nosotras.

Pasamos un rato intercambiando besos, después nos paramos a bailar los cuatro, ahí mi esposo se abalanzó sobre Blanca y la abrazó por la espalda, sin pena alguna empezó a agarrar sus tetas y a besar su cuello. Jorge se excitó muchísimo y me abrazó apretándome de las nalgas, subiendo mi falda, y con delicadeza lamió mi cuello y fue hacia abajo llegando a probar mis grandes tetas. Blanca por su parte ya agarraba la verga de mi esposo con muchas ganas por encima del pantalón.

Así estuvimos un rato fajando y luego de varios besos y metidas de mano, decidimos ir a un hotel cercano.

El viaje en el taxi casi se convertía en una pequeña orgía, aunque nos detuvimos por respeto al chofer. Ya en la habitación, las dos continuamos besándonos deliciosamente, y bailando sensualmente les hicimos a nuestros maridos un striptease al ritmo de una canción sensual.

Su esposo no pudo aguantar y desabrochó su pantalón, bajó su ropa interior y sacó su verga, masturbándose impetuosamente. Al poco tiempo mi esposo siguió sus pasos, y se masturbó viéndonos a Blanca y a mi acariciarnos, besándonos y desnudándonos con mucho deseo. De pronto Blanca me soltó y, ya desnuda, se fue directo hacia mi compañero, agarró su verga y le dio un gran lengüetazo desde los testículos hasta la cabeza del pene, luego empezó a mamarlo como si nunca hubiera tenido un pito en la boca. Eso me sobre excitó, así que empujé a su esposo sobre la cama, y me dispuse a comerme su mojado pene, logrando meterlo todo en mi boca y sólo lo sacaba para escupirlo de vez en cuando y logré ponerlo al máximo de la excitación, estuvo a punto de venirse, pero le apreté la base del pene y dejé que se le pasaran las ganas.

Solté un momento a Jorge y aproveché para jalar a Blanca, ambas nos acostamos sobre la cama y haciendo la posición del 69 lamimos nuestras vulvas hinchadas y húmedas por varios minutos. En eso vi que mi esposo se ubicó detrás de Blanca y Jorge detrás de mí y nos penetraron, mientras nosotras nos seguíamos lamiendo y acariciando nuestras panochitas.

Ellos nos penetraban como locos, pero después de un tiempo, ambos se acostaron sobre la cama, y nosotras nos sentamos sobre ellos para cabalgarlos con mucho placer, yo sobre su esposo y ella sobre el mío, sus vergas nos pertenecían. Nuestras tetas saltaron de gusto por un buen rato, aunque de vez en cuando Jorge las tomaba entre sus manos para acunarlas, sobarlas o chuparlas. Supongo que lo mismo llegó hacerle mi esposo a Blanca.

No sé cuánto tiempo pasó, pero era tal el disfrute que llegó lo inevitable, me vine en un tremendo orgasmo que me hizo chillar, poco después él también se vino y sentí su leche caliente entrar en mi panochita. Todavía tardaron un poco más mi esposo y Blanca, pues no es por nada, pero mi marido aguanta bastante tiempo, pero cuando eyaculó lo hizo como si se hubiera soltado un huracán. Por los gemidos y movimientos de Blanca supe que también a ella la había complacido con creces.

Decidimos pasar toda la noche con ellos y miren que es raro que hagamos eso, pero resultaron ser muy buenos amantes, además de divertidísimos. Gracias Blanca y Jorge.

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