Mi familia es de temperamento sexual ardiente, voraz, incendiario. Yo fui parte de una familia de 11 hermanos y vivíamos hacinados en dos cuartos, uno la cocina y el otro, la recámara. Papá regresaba del trabajo en la ciudad y después de cenar nos íbamos a acostar. Antes de apagar la luz, mi madre ya estaba desnuda y en mi corta edad miraba como se crecía su figura debajo de las colchas, al principio no sabía el por qué. Siempre, todos los días. Mi madre pedía un trapo para «sonarse» las narices y lo hacía cuando ya estaba cabalgando suave sobre de mi padre. Le daba yo el paño y no se inmutaba, algunas veces llegué a ver sus sabrosos pechos saliendo por entre la sábana que sostenía con los dientes.yo tenía 7 años y nunca olvido como
cabalgaba a mi padre todos los días, no le perdonaba ninguno. Cierto día llegó mi padre, elegante como siempre ella lo recibió con un abrazo fuerte y sin dejarle tiempo lo repegó a su exuberante cuerpo. Mi padre me amaba mucho y yo lo esperaba a que llegara. Ese día lo recibí y me abrazó pero mi madre lo jaló y lo atrajo hacia ella. Mi madre me tapó la cara con una mano pero alcancé a mirar como le sacaba la venga a mi padre y comenzaba a estimularlo, pude escuchar los jadeos de mi madre y su ansiedad por esa venga morena de papá. Ella se bajó la pataleta y pude ver su pelambre negro sobre una piel blanca y solo recuerdo como se metió entre sus piernas el falo de papá. Desde entonces reconocí el aroma de una hembra deseos, luego me
dijo vete para el otro cuarto pero sus calzones estaban tirados en el piso y se había arreglado el vestido delgado que entallaba su cuerpo claro. No se cercioró de que me fuera y entonces montó sobre papá con mucha luciría y jaleos. Así pasó el tiempo hasta que cumplí 11 años, entonces miraba todos los días sus pataletas en la orilla de la cama. Un día tuve una elección y olí su ropa de mamá, tenía la marca de haber estado segregado jugos y era exquisito su olor, así empecé a desearla y soñar con ser yo al que le hiciera lo que a papá. Una vez, al llevarle el trapo que pedía mire como papá jaló la sábana y entonces pude mirar el cuerpo desnudo de mi madre montada sobre papá, con sus grandes pechos de pezones café y todavía moviéndose en un suave compás que no le permitió advertir que la había mirado. Entonces disfrutaba yo ese
aroma de su cuerpo que emanaba en sus ganas de ser hecha mujer. Al poco tiempo, papá murió y al bañarse, mamá pedía que se le tallada la espalda, pues se bañaba en una tina que no ocultaba ese cuerpo que yo ya deseaba y al cual acariciaba en cada tallada llegando a rozar sus enormes y deliciosos pechos. Así transcurrió el tiempo y nuevamente, ya con más edad pude verla cabalgar a sus amantes. Era buena mamadora y sé que también excelente amantes, la buscaban muchos hombres pues con la viudez se puso más buena y antojable. Teníamos un baño rústico tapado con unas cortinas y alguna vez pude admirar sus nalgas anchas, su pubis
lleno de pelo negro y esas telas antojosas. Se bañaba para salir con sus amantes, a veces hasta tres en un solo día. La casa estaba demasiado erotizada. Me ponía a lavarle su ropa y yo me hacía patas con esa ropa que seguía con las marcas de haber estado húmeda por el deseo. Llegué a probar ese sabor salado y seco de su vagina, que con mi saliba recobraba su viscosidad y me ponía la verga parada, cuántas pajas me hice en su honor, ella siempre cambiando de amantes y se iba desde las 10 y regresaba a las tres de la mañana. Sé lo que le hacían y eso me enojaba pero también me exitaba mucho, soñaba con mi madre y en su honor fueron la mayoría de mis primeras chaquetas. Qué lindos tiempos.