La reunión de amigos estaba en pleno auge, risas, copas y charlas cruzadas llenaban la sala. Lorena, mi mujer, destacaba sin esfuerzo: rubia, alta, de curvas generosas, caderas anchas y unas tetas enormes que atraía miradas aunque ella intentara disimularlo con su sonrisa despreocupada. Su seguridad y esa mezcla de dulzura y sensualidad hacían que todo el mundo se sintiera atraído por ella.
Esa noche, Edith estaba especialmente emocionada por presentar a su novio, Eduardo. Yo lo conocía del barrio: un tipo de mucha plata, mujeriego, siempre con historias que dejaban claro que tenía tanto carisma como recursos. Mientras los demás charlaban de trivialidades, Eduardo se quejaba con un gesto de molestia:
—Ando con unos dolores terribles. En el corralón de materiales, cada vez que levanto algo siento que me voy a romper.
No pude evitar que mi mente volcara la situación hacia nuestra realidad: con la economía en crisis, yo sin trabajo y haciendo changas para sobrevivir, y Lorena trabajando como masajista solo para mujeres, por una cuestión de seguridad, cada oportunidad de ingreso contaba.
Un pensamiento cruzó mi cabeza y, sin que ella lo esperara, me animé:
—Che, si querés, un día te podés venir a casa y Lore te hace unos masajes. Te vas a sentir como nuevo. ¡Es buenísima!
Eduardo me miró sorprendido, y por un instante que se sintió eterno, sus ojos se posaron en el escote de Lorena. Su busto grande y firme era imposible de ignorar, y el brillo en la mirada de mi mujer delataba que ella se daba cuenta de la fijación del tipo. Un calor recorrió mi espalda mientras sentía una mezcla de celos y excitación: exactamente el tipo de morbo que me atraía, ver cómo alguien más la deseaba mientras yo estaba ahí, testigo.
—¿En serio? —preguntó Edith, mirándola.— Pensé que solo le hacías masajes a mujeres, pero buenísimo si le haces a Edu, ¡se vive quejando de los dolores!
—Sí… —respondió ella, intentando sonar casual, sin entender mucho lo que pasaba. —Solo porque es tu novio, no le hago a cualquiera— Insistió.
Después de que Eduardo aceptara venir a nuestra casa en la semana, la noche transcurrió normalmente, hasta que volvimos a casa. Nos sentamos en el sillón, y Lorena se acomodó a mi lado con esa mezcla de picardía y deseo que siempre lograba ponerme alerta.
—¿Y cómo surgió lo de Eduardo? —me preguntó, con una sonrisa traviesa—. Pensé que te molestaría que masajee a un hombre, ¿no te vas a poner celoso?— mientras me acariciaba la pierna.
Sonreí, intentando mantener la calma, aunque sentía el calor subiéndome por todo el cuerpo. Lorena se inclinó un poco más cerca, rozando mi brazo con su generoso escote, y bajó el tono de voz:
—Contame amor… ¿te excita un poco que masajee a otro hombre?
Su pregunta, directa y juguetona, me encendió. La miré de arriba a abajo: su camisola escotada dejaba entrever sus hermosas tetas, el jean ajustado realzaba sus caderas anchas, y debajo, se veía apenas la tira de la bombacha blanca. No llevaba corpiño, y cada movimiento suyo me volvía loco.
Sin dudarlo, me acerqué y empecé a subirle la camisola, dejando sus tetas al descubierto mientras ella me miraba con esa mezcla de picardía y lujuria que me calentaba mal. La charla se volvió susurros entrecortados, gemidos suaves y risas mientras nuestras manos exploraban y nuestras bocas se encontraban. Poco a poco, fuimos despojándonos de la ropa, ella me desabrocho el pantalón y lo bajo junto con el bóxer hasta las rodillas. Yo por mi parte, acariciaba sus hermosas tetas, disfrutándonos.
—¡que durito te pusiste, veo que la idea te calienta!— mientras su lengua jugaba con mis labios.
—¡vos me calentás, con esas tetas!
—mmmmm —gimió ella.
—¿decís que a Edu le gustaran?— replico.
Ese comentario me volo la cabeza, nunca habíamos fantaseado con algo asi, no juntos.
Lorena se acomodó sobre mí, apretando su pelvis contra mi verga. Sus enormes tetas rozaban contra mi torso, y yo no podía dejar de recorrer sus caderas y espalda con mis manos, sintiendo cómo mi excitación crecía.
—amor… —susurró, rozando su rostro contra el mío—. Me volvés loca, y así durito como estas, mas todavía…
—mmm, me estás matando —jadeé, mientras apretaba sus curvas con fuerza—. No sabes las ganas de cogerte que tengo…
Ella arqueó la espalda provocativa, susurrando entre gemidos:
—Mm… ¿sí?… — mientras se ponía de pie, y comenzaba a quitarse el jean, quedando en bombacha con la blusa desprolija producto de mis toqueteos… —¿te gusta como estoy?— improvisando unos movimientos hipnotizantes
—estas hermosa amor— mi mano habia ido hacia mi verga instintivamente para masturbarme mientras apreciaba el exuberante cuerpo de mi mujer.
—mmm me encanta verte así de caliente— mientras apretaba sus tetas, me hacia desear…
—vení que no aguanto dale, sentate acá— le dije…
Lorena se acerco, paso una pierna por el costado, luego la otra, se corrió la bombacha, y suavemente ubico mi verga en la puertita de su concha…
—Mmm… me encanta lo duro que estas pendejo, estas re caliente, y solo porque voy a masajear a otro tipo, que pajero que sos
—si, viste, me re calienta pensar eso… —mientras comenzábamos a movernos a un ritmo mas rápido, su cuerpo saltaba sobre mi…
—Mm… seguí así… más fuerte… dale, llename… —gritó Lore, pocas veces la habia visto asi de caliente —. Quiero sentir tu lechita… dale, acabame pendejo…
—mmmm — no pude contenerme ante semejante pedido…
—mmm siiii, dale que yo tambien me acabo amor… — dijo mientras me sofocaba con sus pechos y aceleraba las embestidas…
Evidentemente la situación nos volvía locos a ambos.
Nuestra respiración agitada llenaba la habitación. Nos quedamos así un buen rato, luego en la cama volvimos a coger desenfrenados…
El día había llegado y Lorena estaba visiblemente nerviosa. Para que pudiera trabajar tranquila y concentrarse en su masaje, le dije que iba a salir a hacer unos trabajos de plomería en la casa de un vecino, un problema que necesitaba atención urgente en su baño. Ella asintió sin dudarlo, confiada, mientras yo sabía la verdad: no iba a ningún lado, me quedaría en casa, escondido, para ver cada detalle de lo que sucediera. El quincho estaba preparado cuidadosamente: cerrado, vidriado, lleno de plantas y elementos que generaban un clima de calma, casi zen. Lorena lo había arreglado para crear un espacio de tranquilidad total, con luz suave y música apenas audible de fondo.
Cuando Eduardo llegó, Lorena lo recibió con su habitual dulzura. Llevaba unas calzas negras y una remera blanca, simple, discreta, pero en su cuerpo todo resultaba sugestivo. La tensión en el ambiente era palpable, y yo sentí un cosquilleo en el estómago mientras la observaba preparar todo. Eduardo estaba con un joggin muy fino y una remera liviana, ropa cómoda, acorde a la ocasión. Lorena lo guio al fondo del quincho, tuvieron una breve charla casual, lo invito a recostarse sobre la camilla. Él se ubico boca abajo, entregándose a la sensación, y yo me acomodé discretamente en la ventanita para espiar. Comenzó a masajearlo.
Los suspiros de placenteros de Eduardo no demoraron en salir.
—que bien se siente esto, sos buenísima Lore— le dijo entre suspiros.
—gracias, me alegra que te gusten— respondió ella timidamente.
Los masajes se extendieron desde la alto de su cuerpo hasta la planta de los pies. Ahora era el momento de darse vuelta.
—ponete boca arriba—le dijo ella suavemente, sin saber lo que se venia.
Cuando Eduardo se giro, Lore se tensó de inmediato. Su respiración se aceleró y sus manos temblaban ligeramente. No podía ignorarlo: la erección de Eduardo era enorme, imposible de disimular bajo su joggin, y la sola visión la dejó visiblemente incómoda.
Eduardo, notando su incomodidad, sonrió con esa confianza arrogante que siempre tenía. Con voz baja, casi susurrando, le hizo un comentario que parecía casual…
—perdon, es que lo estoy disfrutanto mucho, y viste como es esto…
—no no, esta bien —dijo con voz temblorosa.
Intento retomar los masaje pero la incomodidad era evidente.
—perdón, pero no puedo continuar —dijo alejándose.
—¿por? No muerde —dijo a modo de burla, como minimizando la incomodidad de ella.
—me parece que no da, es muy incomodo trabajar asi, sos el novio de mi amiga, yo tengo pareja— dijo ella.
El rostro de Eduardo cambio por completo —disculpa, no quiero incomodarte, sos muy buena en esto, y me gustaria continuar con el masaje, ¿que te parece si te propongo algo?
Lorena parpadeó, sorprendida, y retrocedió apenas un paso, sus manos sobre su abdomen como si buscaran protección.
—¿que? — dijo ella, casi con miedo.
—¿que te parece si te doy unos pesos extra para que relajes esa zona de ahi? Algo asi como un “final feliz”. ¿Te van 100 lucas? — dijo totalmente desvergonzado
Ella se quedó en silencio, procesando lo que acababa de escuchar, y yo desde la ventanita contuve la respiración. Cada músculo de su cuerpo reflejaba la tensión: no estaba segura de cómo reaccionar, pero era evidente que la propuesta había desbordado su control. Era mucha plata y nos venia muy bien.
Eduardo permaneció allí, serio pero confiado, dejando que el momento se estirara, midiendo su efecto. La atmósfera del quincho cambió completamente: de calma y concentración, pasó a una tensión cargada de incomodidad y deseo contenido.
Lorena finalmente recuperó un poco la compostura, pero era evidente que estaba completamente impactada. Su mente corría a mil por hora, evaluando la situación mientras su respiración se aceleraba y yo la miraba, sintiendo un calor intenso recorrerme todo el cuerpo.
La oferta de Eduardo era provocativa y directa: cien mil pesos por un “final feliz”. Su mirada se cruzó con la suya, midiendo la situación, evaluando riesgos y posibilidades. Por un instante, parecía que iba a rechazarlo, pero finalmente, con un suspiro apenas audible, aceptó, imponiendo su propia condición: aquello debía quedarse entre ellos, nadie más podía enterarse. Eduardo asintió, con una sonrisa satisfecha.
Lorena se tomó un momento para recomponerse, respirando hondo, caminando un par de pasos hacia la mesa donde había preparado sus utensilios de trabajo. Se movía con timidez y cuidado, ajustando su ropa, preparando la situación de manera profesional. Tomo un spray con aceite lubricante y se ubico a su lado.
—te podras sacar la remera? supongo que tendras algo debajo— dijo el.
Algo molesta, acepto, había 100 lucas extras en juego, no podia perderlos.
— ufff — susurro Eduardo al verla.
Lore se acomodo a su lado. Le quito tímidamente el pantalon y el boxer, dejándolo solo con la remera puesta. No estaba del todo dura, y ya tenia un tamaño considerable. Ella se impacto, aunque intento disimular. Ante los primeros chorros del spray la verga reacciono y se endureció del todo. Tendría fácil unos 21, 22 cm, ancha. Con mis modestos 15 cm no tenia nada que hacer ante semejante demostración. Lore miraba atonita.
Acerco sus manos…
No pudo evitar estremecerse al sentir la dureza de Eduardo bajo sus dedos. Comenzo a acariciarlo suavemente, intentando que parezca un masaje profesional, pero no era mas que una paja. Con cada movimiento que Lore hacia, él arqueaba su cuerpo contra la camilla, respirando profundamente. Ella se inclinó un poco más, lo rodeo con ambas manos, notando cómo cada vena saltaba bajo la piel mientras él respiraba con fuerza.
—mmmm… que bien se siente esto… no pares —suspiro, mientras sus manos se apoyaban sobre la camilla, apretando el plástico fuertemente.
Lorena empezó a alternar la presión, apretando firme la base y acariciando suavemente la punta con la palma, disfrutando disimuladamente de cada reacción. La erección de Eduardo era era tremenda, y cada gemido suyo hacía que el cuerpo de Lore reaccionara. Sus pechos erectos comenzaban a marcarse suavemente en el top, y su entrepierna empezaba a traicionarla.
Desde la ventanita yo lo veía todo. Cada empuje de su cadera, cada movimiento de sus manos, cada jadeo de ambos me subía la temperatura al máximo. Ver cómo Lorena lo manejaba, cómo su cuerpo reaccionaba, cómo Eduardo estaba completamente entregado a ella… me volvía loco de excitación.
—Sí… así… mmmm… —gimió Eduardo, mientras su cuerpo se arqueaba y su respiración se aceleraba. Lorena ajustaba la presión, subiendo y bajando con ritmo firme, disfrutando de la sensación de tenerlo completamente a su merced, sintiendo cómo cada reacción de él la excitaba aún más.
Cada suspiro y gemido de Eduardo se mezclaba con el calor de Lorena. Sus dedos se movían con precisión, y no tardó en notar cómo su pija se hinchaba más, cada vez más tenso, presionando contra su mano, buscando más contacto. Ella se mordía el labio mientras lo masturbaba con fuerza, alternando movimientos rápidos y lentos, jugando con la punta, con la base, con cada parte.
—mmmm… dale… sí… más… —gimió Eduardo— no doy mas… — mientras una de sus manos se ubicaba en la cintura de Lore.
—no… —dijo con miedo.
—perdon es que estoy re caliente, dejame tocarte un poco. Te doy 50 lucas mas.
La oferta era muy tentadora. Esta vez no lo penso tanto.
—ok, un poco, pero no te tardes mucho en acabar, mi marido podría volver. — Mientras sus manos volvían a la verga.
Ese comentario creo que lo calentó aun mas. Ni lento ni perezoso, la mano izquierda de Eduardo fue sobre el top de mi mujer, quitándoselo para luego comenzar a masajear sus tetas.
—mmmm que hermosas tetas tenes — resoplo mientras se tenzaba.
Lore se mordió el labio y continuo masturbandolo, lo hacia con fiereza, lo apretaba fuerte, le gustaba ver como se hinchaba la cabeza, el trato profesional había quedado lejos.
—mmm seguí, si… ¿Decime algo, te gusta mi pija? alguna vez tuviste alguna así en las manos?
Lore continuaba callada…
—dale, seguime el jueguito así acabo mas rápido… — mientras se relamia apretando los pechos de Lore… —¡uffff que tetas hermosas que tenes! ¿te gusta mi verga? ¡Dale! —insistió
—si, es grande— dijo tímidamente
Los dedos de Eduardo jugaban con los pezones de mi mujer, mientras ella aceleraba el ritmo de la paja…
—dale, si, seguí hija de puta, dale que ya viene…— mientras sus piernas se tenzaban, y sus huevos estabana a punto de explotar…
Lore se dejaba manosear mientras lo masturbaba cada vez mas rapido…
—ahhh, seee, ahhhh
La leche broto como un volcán, las manos de mi mujer se llenaron de leche espesa, mientras Eduardo se retorcía de placen en la camilla…
—ufff por diosss — mientras la pija le latía, era hipnótico…
Nunca habíamos visto algo semejante, una acabada increíble.
Lore de a poco se fue alejando mientras acomodaba su top, en busca una carilinas para que se limpiara.
Nerviosa — toma, limpiate y cambiate rápido que puede venir— su rostro estaba coloradisimo, estaba agitada.
En cambio Eduardo se encontraba totalmente relajado.
Se limpio, se incorporo y fue por su celular. —pasame tu alias así te transfiero la guita, me encanto esto, ¿Cuándo podemos repetir?
Lore se sorprendió, el dio unos pasos y se ubico frente a ella. La tomo de la cintura, le apoyo levemente el bulto.
—decime cuando repetimos, te puedo dar mas plata y si te animas a mas— mientras le tiraba la boca como para un beso.
Ella dio un paso atrás—no se, despues te escribo, ahora andate por favor antes de que venga mi marido.
—ok ok, no insisto— mientras se alejaba hacia la puerta del quincho, como para irse.
—gracias— le dijo ella antes de que se fuera.
El la miro, y le guiño un ojo… Ni bien puso un pie fuera de la casa, Lore fue a cerrar y se fue directamente al baño a darse una ducha, nunca imagino que yo había visto todo…