Debido a una recesión económica empezaron a recortar personal en la empresa donde laboraba. No me sorprendió ser despedido; mi liquidación resultó más jugosa de lo que había calculado y un tiempo para descansar no me caería nada mal.Mi esposa tenía un trabajo estable. Apenas teníamos un par de años de casados pero aun no habíamos decidido tener hijos. Mi esposa es una mujer muy guapa, posee un cuerpo muy estilizado: tiene un par de hermosas piernas muy bien trabajadas por años de ejercicio, su cadera tienen las medidas exactas y sus nalgas duras y muy levantadas hipnotizan a cualquiera; mantiene una cintura muy justa y sus tetas son la cereza del pastel, redondas, suaves, ni tan grandes ni tan pequeñas… simplemente perfectas. Por mi parte soy un hombre de 38 años delgado, hace tiempo mantuve una rutina de ejercicio y
gimnasio lo cual me permite verme atlético a pesar de no ser un jovenzuelo.Acomodarme en un buen trabajo me había resultado más difícil de lo que imaginé. Los gastos empezaron a ajustarnos la soga al cuello y la única solución era que mi esposa pidiera un aumento o una promoción.El nuevo jefe de mi esposa era un junior hijo de papá que había heredado el puesto más por nepotismo que por meritocracia. Lo conocí en un evento. Era joven y, tengo que admitirlo, también muy atractivo. Rondaba los 27 años, era algo engreído y cínico. Vestía ropa de marca muy bien combinada y escogida para hacer más evidente que pasaba horas en el gimnasio. Los pantalones abultaban sus.
… nalgas, las camisas ajustaban perfectamente en su cintura, brazos y pecho. Años atrás no hubiese sido competencia para mi.Mi esposa, Dana, me había comentado que tenía una buena relación con su jefe, Daniel, a pesar de su personalidad y que incluso constantemente la felicitaba por el buen desempeño que realizaba… y otras veces por lo bien que se veía. Aprovechando esa situación mi esposa propuso invitarlo a cenar y ganar algunos puntos para pedirle un asenso. Su jefe aceptó y el fin de semana siguiente cenaría en nuestra casa.Mi esposa se arregló para la cena, usaba un conjunto de falda con blusa y tacones; yo pantalón, camisa y corbata. Esperamos a su jefe que llegó casi puntual. A diferencia, el jefe de mi esposa vestía botas, jeans, una playera cuello “V” tinta y un saco de color claro. La cena transcurrió sin grandes notoriedades, un poco de charla de trabajo, risas, anécdotas y un poco de historia.Noté que cuando mi esposa se paraba, Daniel su jefe, aprovechaba para verle el culo. No era muy cauto, poco disimulaba al hacerlo y esa actitud me causó una sensación de efervescencia morbosa. Yo disfrutaba al observar a Daniel mirar a mi mujer. Propuse seguir con la conversación en la sala y cuando nos levantamos de la mesa tiré la bebida a propósito y mojé a mi esposa Dana. En un mar de disculpas le rogué me perdonará y le pedí se cambiará sugiriendo usara algo más cómodo. Después de que subió le mandé un mensaje a su móvil con la frase “Juguemos con él. Sedúcelo, provócalo.
Me excita ver como te desea tu jefe”.Daniel y yo fumábamos en la sala, yo estaba de espaldas a la escalera así que cuando vi que se quedó mirando como hipnotizado hacía las escaleras supuse que mi mujer había bajado por fin y así lo era. Llevaba un pantalón muy ajustado, tacones, una blusa que dejaba un hombro de fuera y el cabello suelto, se veía hermosa. Caminó con gracia frente a su jefe y se inclinó para levantar algo del piso. Daniel se movió para verle el culo otra vez.La velada continúo y mi esposa esporádicamente se inclinaba sobre su costado para acercarse a su jefe, palmeaba su pierna o acariciaba su rodilla. Buscaba el mínimo pretexto para levantarse y pasar frente a él, o para agacharse y dejarle ver sus tetas por entre el escote. En un momento de la noche ella misma empezó a contar algunos momentos bochornosos que le dieron píe a otros más provocativos.Daniel, el jefe de mi esposa, había abandonado el decoro y no dejaba de mirar a mi esposa. La seguía con la mirada cuando se levantaba y en un par de ocasiones pude ver como se mordía el labio inferior al verla. Mientras mi esposa narraba alguna de nuestras aventuras como pareja él se tocaba su verga discretamente. Los tragos se le habían subido un poco a la cabeza y se notaba a leguas que estaba muy excitado.Mi esposa dijo sentirse con ánimos de bailar un poco y yo me disculpe pretextando que subiría a cambiarme de ropa y recostarme un poco pues me sentía algo cansado y los dejé solos. Antes de subir le guiñé un ojo a mi amada quien me respondió con una sonrisa pícara de complicidad.Mientras subía las escaleras vi como se abrazaban
para bailar. Me las ingenié para poder escucharlos y de vez en cuando espiarlos. No habían pasado ni 10 minutos cuando empecé a escuchar sus besos. Me moví sigilosamente para poder espiarlos y los vi abrazados y besándose.Ambos se besaban con un ritmo suave muy sincronizado, ella abrazaba a su jefe con un brazo y con la otra mano sujetaba y acariciaba su nuca. Él movía su mano por la espalda y las nalgas de mi mujer y con la otra acariciaba su seno por debajo de su blusa. Yo sentí una tremenda presión en mi pantalón pues mi verga se había puesto dura como el acero.Daniel se agachó un poco y me di cuenta que había empezado a chupar los pezones de las tetas de mi esposa. Ella sujetaba la cabeza de su jefe y acariciaba su espalda, sus gemidos eran suaves y apagados. Él se incorporó y empezó a besar suavemente el cuello de Dana mientras introducía ambas manos bajo su blusa; ella tenía una mano bajo su playera y con su otra mano quitaba el cinto y desabotonaba el pantalón.Segundos después Daniel tomó a mi mujer entre sus brazos y la sentó sobre sus piernas de frente a él. Los había perdido de vista pero escuchaba a lo lejos los besos y el tintinar de la hebilla su cinto. Miré el reloj, habían pasado más de 30 minutos a solas. Con mi móvil manipulé la música y puse algo más suave. Ahora los sonidos de sus besos eran más audibles y se sumaron los gemidos de ambos.
Escuché el sonido de una bota al caer al suelo y decidí bajar un poco las escaleras para tener una mejor visión.Mi esposa estaba montada de frente sobre su jefe; él sentado en el sillón tenía las piernas estiradas, estaba descalzo. En un solo movimiento le quitó la blusa a mi mujer y dejo su torso desnudo. Yo veía su espalda pero él se daba un banquete mamando los pechos de mi mujer. Dana empezó a gemir y yo a la distancia escondido pude recocer uno de sus orgasmos. Ella se puso de píe después de eso y su jefe se sentó para bajarle el pantalón y dejarla completamente desnuda. Él no llevaba playera. Acercó su rostro a la cintura de mi esposa y comenzó a besarla suavemente mientras bajaba lentamente rumbo a su sexo húmedo. Con un leve movimiento de su mano hizo que Dana abriera un poco las piernas dejando el camino libre para que su jefe pudiera comerle su delicioso coño.Daniel demostró ser un maestro en el arte de comer coño pues pasó un buen rato succionando, rosando su barbilla, besando, y usando su lengua y haciendo que mi mujer gimiera como nunca y no dejara de pedirle más y más. Cuando por fin se cansó mi esposa se arrodilló y bajó los jeans de su jefe hasta sus talones, se los quitó y los aventó a unos pasos lejos de ellos. Él llevaba unos briefs azules con franjas blancas, su miembro se lograba distinguir claramente. Dana movió ligeramente el pene de su jefe y este se asomó entre las costuras de su calzón, lo empezó a lamer cuidadosamente provocando en Daniel una severa tensión sexual. Cada vez que ella pasaba su lengua a lo largo de su verga, por sus bolas o lamía su glande él lanzaba un bufido, arrojaba la cabeza hacía atrás o le pedía que se la comiera, que se comiera su verga.En ese momento decidí que no podía seguir perdiéndome de ese espectáculo. Bajé muy cautelosamente y me paré a unos metros de ellos. Mi esposa había empezado a succionar la verga de su jefe. Yo reconocía esos exquisitos movimientos y no pude dudar que las expresiones de placer de Daniel eran verdaderas. Me moví un poco para quedar detrás de un muro y muy silenciosamente me desnudé, cuando volvía a mi lugar mi mujer estaba arrodillada casi a gatas, su jefe sentado en el sillón desnudo; ella seguía mamando la verga de Daniel con voracidad y él no dejaba de gemir. Su pierna quedó entre las piernas de mi esposa y con su píe estimulaba su coño. Cuidadosamente me agaché para ver mejor y efectivamente el dedo gordo del pié de Daniel alternaba entre el clítoris y hendidura de la vagina de Dana.Daniel abrió los ojos y me vio desnudo frente a ellos pero ni siquiera se alarmó. Siguió disfrutando de mi mujer y sin quitarme la mirada de encima tomó la cara de mi mujer y la dirigió a su rostro. Al salir de la boca de mi esposa, el rabo de su jefe cayó de
lado, era largo y grande. Seguramente medía 20 centímetros, grueso, uniforme, sus bolas colgaban entre sus piernas, tenía el pubis depilado. Besó a mi mujer con pasión frente a mi, y lentamente se pusieron de píe sin dejar de besarse. Dana no había notado mi presencia hasta que su jefe la giró para besar su espalda. Cuando me miro su rostro enrojeció y dejó escapar un gemido ahogado. Me acerqué a ella y la besé con suavidad, acaricié su rostro y le pedí que continuara. Daniel aprovecho ese momento para comerle el coño desde atrás.Me senté en otro sillón y les pedí que continuaran. “Hagan lo que deseen” les dije sabiendo que esa frase era más para mi mujer que para Daniel pues me había quedado claro que él haría con mi mujer lo que quisiera.Daniel recostó a mi mujer sobre un sillón y luego él se acostó sobre ella besándola y restregandose. Sus brazos recorrían las piernas de mi mujer, su abdomen, senos, rostro, espalda y de vez en cuando hacían una escala especial en su sexo mojado. En varias ocasiones volvió a comerle el coño. Dana también hizo lo suyo. Cambió lugar con su jefe y empezó a besarle los píes, recorrió su pierna y jugueteó en la entrepierna provocando en Daniel una gran excitación. Ella siguió pasando su lengua y besando el abdomen marcado y los pectorales de su jefe; él gemía y respiraba con intensidad. Dana bajó directo hasta el falo de Daniel, lo sujetó con una mano y lo introdujo a su boca suavemente mientras jugaba con su lengua. Los movimientos involuntarios de él demostraban que gozaba demasiado de las habilidades orales de mi esposa. Después de unos minutos mi esposa se detuvo y se incorporó. Daniel seguía acostado e intentaba recuperar el aliento.-No se detengan. Sigan¡- les.
ije a manera de petición.-¿Te gusta lo que ves?- preguntó Daniel.-Si, bastante– Respondí. –No te detengas- agregué.-Estoy apunto de cogerme a tu esposa- Respondió con cierto asombro.-Pues hazlo- Le ordené.-Tendrás un condón?- preguntó Daniel mientras volvía a acariciar a mi mujer.-¡Se me hace una falta de respeto que vengas a mi casa y me pidas un condón para meterle tu verga a mi esposa¡- Espeté para sorpresa de ambos pero deje ver un esbozo de sonrisa.Daniel me miraba sorprendido por el comentario que acababa de hacer, mi esposa aun estaba desnuda sobre él. Seguramente le pasó por la cabeza la idea de que se había propasado y yo estaba m*****o. Su sorpresa duró poco pues en breve comprendió lo que acababa de decir yo. Lanzó un fuerte respiro por la nariz y tomó a mi mujer. Su mano derecha se colocó sobre su cintura y con la izquierda llevó el rostro de mi esposa hacía él y comenzó a besarla con mayor pasión. Ambos se besaban rítmicamente y él menaba con su mano las caderas de Dana. De repente posó su mano en su miembro y lo movió entre los labios vaginales de mi esposa, ella gimió fuerte y torció su cuerpo de placer; él llevó su mano a su boca y humedeció sus dedos para después humedecer su glande y en un par de suaves y lentos movimientos introdujo
todo su duro miembro dentro de mi esposa.Me cambié de lugar para poder ver mejor como mi esposa se entregaba a su jefe. Desde donde estaba podía ver como ella se sentaba sobre la verga de él y como él empujaba su miembro dentro de mi esposa. Ambos se movían con sincronía, se besaban con pasión y se hablaban con gemidos de placer. Daniel se movía con gracia, alternaba sus movimientos: en momentos eran suaves y profundos y después rápidos e intensos; no dejaba de acariciar ni de besar a Dana. Yo me masturbaba lentamente desde mi lugar, no quería eyacular antes de tiempo así que de vez en cuando soltaba mi pene y solo me disponía a mirar aquella escena.La respiración de Dana comenzó a agitarse, montaba a su jefe, enderezó su espalda y alzó la cara. Un melodioso gemido orgásmico empezó a escucharse desde su interior, Daniel la sujetaba de las caderas y la movía al ritmo de sus embestidas, cada vez introducía su verga dura más profundo y cada vez la sacaba un poco más. En un instante la escena era de lo más candente: Daniel acostado con las piernas medió encogidas, penetrando a mi esposa, su verga salía casi por completo de su vagina para inmediatamente entrar completamente; mi mujer seguía gimiendo, otro orgasmo estaba por llegar. Volví la mirada a la acción de sus genitales, de repente el enorme instrumento de Daniel empezó a mojarse poco a poco, él continúo moviéndose con aquella
pericia hasta que un grito de mi esposa anunció un chorro de éxtasis que dejo completamente mojado el miembro y los huevos de jefe.Yo estaba muy excitado. Me acerqué a ellos coloque mi mano en el húmedo y caliente sexo de mi esposa y empecé a jugar con sus labios vaginales para mojarme la mano; extendí el otro brazo y pasé mi mano entre la entrepierna de Daniel, seguí por su zona púbica, volví a la entrepierna, acaricié sus testículos y termine por deslizarla un par de veces a lo largo de su polla. Con la mano mojada por los jugos de mi esposa empecé a masturbarme nuevamente.El rostro Dana estaba sonrojado y un poco desfigurado de placer, se había dejado caer al lado de Daniel y este se reía jactándose de haber logrado que mi mujer se chorreara. Se levantó y acomodó casi a gatas a mi esposa, dejando su culo a la altura perfecta para volverla a penetrar. Se paró tras ella y me miro.-¿Me ayudas a acomodarla?- me preguntó Daniel.Me levanté y sujete su verga dura, húmeda, caliente y palpitante y la coloqué en la entrada de la vagina de mi esposa y me tumbé al lado de ellos para seguir viendo aquel show.Daniel se movía con de diferentes formas, movía la pelvis, acariciaba a mi mujer. En un momento él abrió un poco las pernas y se
quedo parado muy firme, con ambas manos tomo a mi mujer de las caderas y empezó a moverla penetrándola. Aquel movimiento era hipnótico, Daniel coordinaba las embestidas con los movimientos que hacia en la cadera de mi esposa. Ella gemía cada vez con mayor intensidad, su respiración aumentaba de ritmo y él improvisaba nuevos movimientos según mi mujer jadeaba de placer.-¿te hago chorrear otra vez?- Le preguntó Daniel a mi esposa.-Si¡- exclamó ella sin pensarlo.-¿Quieres que se chorreé en tu cara?- me dijo con una sonrisa traviesa.-Oh, s-ii¡- respondí con la voz entrecortada por la excitación.-Ponte aquí debajo de nosotros, entre sus piernas- me indicó.Seguí las instrucciones de Daniel sin que él dejara de penetrar a mi esposa. Me metí entre sus piernas, me coloqué justo debajo de mi mujer. A pocos centímetros de mi rostro tenía la pucha mojada de mi esposa, que de vez en cuando dejaba caer una gota de su caliente jugo vaginal, y junto a ella el enorme rabo erecto de su jefe que entraba y salía de ella. Él siguió moviéndose con la misma destreza y Dana respondía con gemidos de placer.Aquella imagen me excitaba de tal manera que podía sentir mi rostro caliente sudando. Los labios de la vagina de mi esposa se movían en una hermosa danza que parecía ser direccionada por los testículos de Daniel que colgaban y se meneaban casi provocándome un trance.-Mámale la pucha a tu esposa- me ordenó Daniel con la voz algo distorsionada por la agitación.Levanté el rostro y saque la lengua para lamer la concha de mi mujer. Su sabor era delicioso. Estaba húmeda y caliente. Moví mi lengua en varias
direcciones y cuando escuché a Dana gemir moví la cara y la lengua con mayor intensidad. Pude sentir como mi lengua tocaba algo duro y caliente, lograba distinguir el sabor del sexo de mi esposa. Improvise un movimiento que iba desde el clítoris de Dana y con la lengua jugaba con sus labios incluso llegué hasta lamer accidentalmente parte de la verga y de los huevos de su jefe.Seguí haciendo aquel movimiento cuando sentí un espasmo en el cuerpo de mi mujer, me detuve sorprendido pero ella me ordenó que continuara y Daniel hizo lo mismo. Volvía a jugar mi lengua en su sexo pero ahora no me importo saborear sus deliciosos jugos esparcidos en la verga de su jefe. Ambos aceleraron el ritmo y Dana soltó un grito de orgasmo y unos breves instantes después pude sentir como mi rostro se mojaba de un precioso liquido caliente. Deseaba lamerlo todo, beberlo por completo. Daniel no disminuyó el ritmo de sus embestidas, su respiración era cada vez más intensa.-Me voy a venir¡¡¡…- pronunció con un dejo de voz.Yo seguía mamando el sexo de mi esposa y al oír las palabras de su jefe estiré mis brazos y lo sujeté de las nalgas para evitar que pudiera sacarla. Daniel empezó a gemir y gritar; al mismo tiempo mi esposa volvía a tener otro orgasmo. Yo me excité tanto que sentí un apetito feroz y empecé a lamer toda la concha de mi mujer. Daniel eyaculaba dentro de mi esposa. Podía sentir los espasmos de su verga a través de la vagina de Dana. Él no dejo de moverse ni yo de comerme aquella suculenta concha mojada. Mi lengua roso varias veces el miembro de Daniel. Sentí un sabor extraño y cuando me moví para ver que
era una nueva ebullición se apoderó de mi. La base de la verga de Daniel tenía rastros de lechoso semen blanco que por el movimiento había escurrido hasta su escroto. Con un deseo irrefrenable me lancé y la lamí todo su semen, cuando sacó su verga de la vagina de mi esposa metí todo su miembro en mi boca hasta que lo deje limpio y luego proseguí a impiar el semen que escaba de su vagina.Me levanté con mi verga palpitando y escurriendo, la metí un par de veces en mi esposa y sin poderme controlar exploté en un orgasmo único. Quedé tendido sobre el piso. Aun impactado por la intensidad de aquel encuentro.Cuando recuperamos el aliento platicamos un poco. Daniel le prometió el asenso a mi mujer y le agregó un bono por desempeño cada vez que hiciéramos algo igual. Los años han pasado y ahora Dana, Daniel y yo somos socios en un empresa compartida… en lo laboral y en la intimidad.