Luis tomó un poco de café y dejó la taza encima del escritorio.
– Sara. – dijo con voz profunda mirando a la mujer que tenía enfrente.
La aludida permanecía de pie, firme, esperando instrucciones, apoyando el peso de su cuerpo sobre la rodilla derecha. El cabello oscuro recogido en una coleta, gafas de montura negra, vestido de una pieza del mismo color. Piel pálida, estatura mediana, algo entrada en carnes, trasero generoso, ligeramente temblón y tetas de buen tamaño.