Ambos estábamos pasando una mala época con nuestras parejas, quizá fue por eso que decidimos ir aquella noche a su casa a ver una película. Ya habíamos hablado demasiado de problemas y nos iría bien distraer el ambiente en su casa con una buena película erótica. No era la primera vez que veíamos una juntos, pero aquel día me invadió una extraña sensación: quería masturbar a mi amigo.
Nunca me han gustado los hombres, bajo mi condición de heterosexual con pareja siempre creí que el sexo con hombres no tenía el más mínimo aliciente. Pero cuando miraba a mi amigo, las cosas eran diferentes. Su fantástico cuerpo de 21 años me volvía loco y desde hacía más de un año, cuando esa sensación comenzó a hacerse frecuente, deseé una y otra vez coger su pene y metérmelo en la boca hasta que su leche me salpicara en los labios.