Mi nombre es Karen, casada desde hace 12 años y madre de 2 niñas gemelas que van en quinto grado de primaria.
Me casé joven, tengo 32 años, tez blanca, pelo castaño y largo, ojos café claro y me considero guapa, he cuidado mi figura y tengo buen cuerpo, piernas torneadas, culito redondo, paradito y respingón, tetas medianas, pero firmes y me gusta vestir sexy, sin llegar a lo vulgar.
Mi esposo es agente aduanal y trabaja en una ciudad fronteriza a unas 6 horas de distancia, por lo que viene a casa cada dos o tres semanas.
Conocí al profesor de mis hijas en la primera junta con padres de familia, después de inscribirlas a quinto grado, en dónde se presentó y nos dio a conocer las reglas y el método de estudio que utiliza. Desde el inicio me impactó, su nombre es Alejandro, alto, como de 1.80 m, cuerpo atlético y bien cuidado, tez apiñonada, muy varonil, impecablemente vestido y perfumado con una fragancia muy masculina, un verdadero galán.
Además de lo anterior su trato era amable y trataba estupendamente bien a sus alumnos, mis hijas estaban encantadas con su profesor y estoy seguro que también muchas profesoras y mamás de alumnos.
Llevaba a mis hijas a la escuela y al irlas a recoger siempre me decía alguna cosa bonita a mí o a mis hijas, no en pocas ocasiones me ruborizó con sus halagos, inconscientemente me empecé a arreglar mejor al ir al colegio por mis hijas, mi arreglo no le fue indiferente, notaba su mirada recorriendo mi cuerpo, de pies a cabeza, algo que me excitaba mucho y aumentaron los halagos a mi forma de vestir.
Un día al recoger a las gemelas, me informa que salieron bajas en sus exámenes y que requerían algunas clases de regularización a fin de no tener problemas para pasar de grado, sin pensarlo le pedí su apoyo, sonriendo aceptó y le di mi dirección para que fuera en la tarde a darle clases a mis niñas.
Me duché y me arreglé lo mejor posible para esperar la visita del profesor, me puse un conjuntito de sostén y tanga de color negro de encaje, una blusita ajustada y escotada y una falda de tubo ceñida al cuerpo, a la altura del muslo, que hacía resaltar mi culo y mis piernas y zapatos negros de tacón mediano.
Llegó puntual a la hora acordada, muy bien aseado y arreglado, me saludó con un beso en la mejilla que me hizo estremecer, mi nariz se inundó de su varonil fragancia, olía a perfume y jabón, a limpio.
Empezaron las clases, le ofrecí un refresco y aceptó, sentí su mirada en mi culo al ir a la cocina, contoneé un poco mis caderas al caminar, le serví la bebida y me senté en la sala a esperar, de rato en rato sentía sus miradas en mis piernas y mi escote, me sentía nerviosa y emocionada.
Terminó la clase y mis niñas me piden permiso para ir a jugar al parque, vivo en una pequeña privada, muy segura, por lo que no corren peligro y las dejé ir.
Al momento de despedirme del profesor, sorpresivamente me tomó de la cintura y me abraza, no puse resistencia, nuestros labios se unieron en un largo y candente beso, mordisqueando mis labios, su lengua quemante no se quedaba quieta, entraba y salía de mi boca enroscándose como una serpiente, recorría mi paladar, se fundía con la mía de una forma extremadamente excitante, me apretaba con fuerza, sentía su abultado paquete y el calor de su cuerpo, sus manos recorrían mi espalda y llegaron a mis nalgas, las apretaba y acariciaba con suavidad, poco a poco me fue quitando la blusa, mis tetas acaparan sus besos, sus labios recorrían cada centímetro de mi piel, me susurraba al oído que le gustaba mucho y que desde hace mucho tiempo soñaba con tenerme en sus brazos.
Antes que me desnudara del todo le pedí ir a mi recámara, al llegar, cerré la puerta con seguro por si regresaban mis hijas.
Me siguió besando y me fue tendiendo en la cama sin dejar de besarme al tiempo que me iba quitando lentamente mis prendas íntimas, y él también se desnudaba, quedamos completamente desnudos, piel con piel, me apretó contra su cuerpo y sentí que el tiempo se detuvo, cerré los ojos, no paraba de decirme palabras dulces al oído que me volvían loca, mi piel se erizaba al contacto con la suya, su lengua recorrió mis pezones, primero uno y después el otro, cerró sus labios alrededor y succionó, de mi boca escaparon los primeros gemidos, después de unos minutos, continuó bajando, llegó a mi vientre y después a mi coñito, me tomó de la cintura y su lengua recorrió toda mi rajita, desde mi culito hasta mi clítoris, estaba en el paraíso, un nuevo gemido escapó de mi boca, sus dedos masajeaban suavemente mi clítoris, de pronto sus dedos se hundieron dentro de mí coño, mientras su boca succionaba mi clítoris, ya no pude aguantar más, mis piernas empezaron a temblar, mi cuerpo se tensó, mi espalda se arqueo, gritando de placer tuve mi primer orgasmo:
– Me corro, me corrooo, aggh- gritaba como loca
Fue un orgasmo largo y delicioso, su boca regresó a mi vagina y succionó con avidez mis flujos vaginales, lentamente el orgasmo fue menguando entre mis alaridos, el placer no disminuía, seguía muy cachonda, estaba deseosa de sentirlo dentro de mí y le rogué:
– Ámame, quiero ser tuya, mi amor, hazme tu hembra, tu mujer.
No se hizo de rogar, se recostó sobre mí y su enorme verga buscó mi vagina, ubicó con la punta de su verga mi entrada y empezó a presionar, sentí centímetro a centímetro como entraba su gruesa verga dentro de mi vagina, la sentí llegar hasta lo más profundo, hasta donde ningún hombre había llegado antes, el placer era máximo, me tomó de la cintura y me empaló más profundo todavía, sentía que mi vagina se estiraba por dentro, me derretía de placer, me sentía tan llena y al mismo tiempo una sensación de plenitud jamás sentida, jadeaba y suspiraba sin cesar, me faltaba el aire, me costaba respirar, pero no me importaba, estaba viviendo la mejor experiencia sexual de mi vida.
– Mi amor, que estrechita estás, me encanta como me aprietas, mmmm, agh, que rico- dijo al iniciar su lento vaivén.
– Agh, es tan grande, agh, siento que me traspasas, pero que placer, agh, me vuelves loca.
Sus embestidas fueron aumentando de intensidad, mis gemidos se volvieron incontrolables, cada clavada de verga me hacía dar un respingo y arquear mi espalda, me besaba y susurraba cosas lindas al oído que me hacían estremecer, me acariciaba las tetas y pellizcaba suavemente los pezones, estaba en el cielo, me estuvo clavando como unos 20 minutos sin cesar hasta que de pronto un calambre atravesó mi cuerpo y mi cuerpo empezó a convulsionar, sentí que mis flujos empezaron a escurrir sin control entre mil espasmos, me estaba corriendo por segunda ocasión, mientras me seguía penetrando con fuerza y profundidad, al ver mis muecas de placer, sonrió y aumentando sus embistes expresó:
– Córrete, disfruta nena, goza sin pensar en nada, quiero gozarte toda la noche.
Fue un nuevo y larguísimo orgasmo, poco a poco mis espasmos fueron disminuyendo, pero Alejandro no daba muestras de terminar, continuaba ensartándome una y otra vez, tenía una potencia formidable, me miró a los ojos y preguntó:
– Nena, te han dado antes por el culo?
Negué con la cabeza, mi esposo es una persona muy convencional y nunca me había pedido tal cosa, sonrió y me sacó su verga, me puso boca abajo y dijo:
– Que colita más hermosa y firme, no sabes cómo la voy a disfrutar.
Empezó a besarme y morderme suavemente las nalgas, sin dejar de apretarlas, sentí que separó mis nalgas con sus manos dejando mi lugar más íntimo y recóndito expuesto, me sentí incómoda, pero no reclamé, al instante la punta de su lengua se posó sobre mi arrugado agujero y sentí una corriente de placer que recorrió mi cuerpo, mi cuerpo se tensó y apreté el culo, el placer que sentí fue diferente e inesperado, no pensé que mi culito fuera tan sensible, volvió a abrir mis nalgas y empezó a lamer mi ano con lujuria, todo me daba vueltas, sus dedos se posaron en mi clítoris y empezó a masajearlo sin dejar de lamer mi agujero, me abandoné completamente, era una sensación increíble y cerré los ojos para concentrarme en esas sensaciones que tanto placer me daban, la punta de su lengua cada vez hacía más presión, hasta que venció la resistencia de mi esfínter y entró la puntita, las piernas se me aflojaron, sentía su nariz en medio de mis nalgas y el aire tibio de su respiración, abrí más las piernas, estaba segura de que de un momento a otro me correría nuevamente, cuando de pronto saca su lengua y se dirige al tocador, lo seguí con la vista, buscó entre mis cosméticos y alcancé a ver por el espejo que tomaba una crema corporal, era de mi esposo, acostumbraba usarla para proteger su piel, ya que por su trabajo pasa mucho tiempo bajo el sol, abre el tarro y mete dos dedos en la crema tomando una cantidad muy generosa, aunque excitada empecé a temblar, si su gruesa y larga verga me había dejado el coño adolorido y ardiendo no podía imaginarme que daño le haría a mi estrecho agujerito.
Se puso detrás de mí, abre mis nalgas y siento sus dedos embadurnados tocar mi arrugada entrada, al contacto me puse tensa y apreté las nalgas.
– Tranquila amor, no aprietes, tienes que estar tranquila y disfrutar, te va a gustar.- me dijo al momento que tomaba una almohada y la ponía bajo mi vientre
Intenté relajarme, al sentir nuevamente sus dedos sentí cosquillas pero no apreté, su dedo empujó y sentí que la punta de su dedo se introducía en mi ano y lo hacía girar, presionando mis paredes internas, se sentía raro, pero no me dolió.
– Que estrechito hoyito, te tengo que dilatar bien para que no te duela, afloja bien, pronto estarás gozando.
Aflojé más la colita y al momento de hacerlo sentí que todo su dedo se deslizaba en mi interior, con mis manos alcancé una almohada y ahogué un largo gemido .
No sentía dolor, al contrario, estaba gozando del placer que me daba su largo dedo, lo tenía enterrado muy profundo y sentía como mi culito se contraía y relajaba apretando suavemente su dedo, lo empezó a meter y sacar frotando mis pliegues internos, cada vez sentía que entraba y salía más fácil , cuando metió otro dedo apreté los dientes, sentí una pequeña molestia, pero en segundos se transformó en placer, me estaba dilatando como un experto, casa vez sentía la colita más flojita y empecé a mover el culo en círculos, me encantaba sentir sus dedos dentro de mí.
Alejandro sonrió y dijo:
– ¿Te está gustando?, Verdad, sabía que te gustaría, tienes un culo divino y sería un desperdicio no gozarlo como se debe.
Sacó sus dedos y sentí un vacío, me faltaban sus dedos y volví a culear pidiendo que los volviera hundir al tiempo que levantaba la vista y veía por el espejo como se embadurnaba de crema la inmensa verga, el imponente hongo rojizo brillaba, era imposible que entrara en mi pequeño orificio y volví a tener miedo.
– Ay Alejandro, tu verga es tan grande, no creo que pueda entrar en mi culo.
– Shhh, tranquila, tu culito dilata muy bien, verás que si se puede, solo relájate y disfruta.
Me tomó de las nalgas y me puso en posición, me pidió abrir bien mis piernas y quebrar la cintura, pronto sentí la cabeza del enorme nabo tocar mi esfínter, se sentía divino, la cabeza era tan tersa, sentía su calor y palpitar, presionó un poco y dejó de presionar, solamente refregando la enorme cabeza contra la arrugada entrada en forma circular.
Me preguntó:
– ¿Te gusta nena?
Afirmé con la cabeza, me encantaba la sensación.
En eso presionó más mi espalda para que quebrara más la cintura, dejando mi culito más levantado, me tomó de la cintura e hizo el primer intento por penetrarme, era demasiado gruesa, mi esfínter se iba abriendo y estirando sentí mucho dolor, como si me rasgaran por dentro, me aventé hacia adelante y apreté las nalgas, haciendo que la verga resbale hacía arriba y recorriera mis nalgas sin lograr penetrarme, me quejé:
– Noo amor, es demasiado gruesa, no entra, dueleee.
– Tranquila amor, no estabas lo suficientemente relajada, es verdad que te dolerá un poquito, no te quiero mentir, pero confía en mí, no aprietes ni escondas el culito, aunque te duela debes seguir flojita y relajada.
Me siguió acariciando la espalda y las nalgas, el dolor desapareció y me convenció de volverlo a intentar, la verdad quería entregarle mi culo, creo que sería algo muy especial.
– ¿Te sientes mejor?, ¿Podemos volver a intentarlo?
– Sí, ya no me duele, intentaré hacer lo que me dices, pero no estoy segura de lograrlo.
Me volvió a acomodar, con sus piernas separó las mías al máximo y aplicó más crema a mi pequeño anito, metiendo nuevamente su dedo y masajeando la entrada, me hizo arquear la espalda al máximo y sentí nuevamente la caricia de su verga en la entrada de mi orificio, suave, tersa, caliente, la empezó a pasar por toda mi rajita de arriba abajo, y presionando suavemente cada que pasaba por mi orificio, poco a poco me fui relajando, me acariciaba y me decía que me relajara, que estuviera flojita, hasta que en una de las apoyadas, no siguió el recorrido y empezó a presionar suavemente pero sin detenerse, sentí como mi esfínter se iba abriendo hasta coincidir con el diámetro de ese tremendo mazo de carne, entró la cabeza y mi esfínter intento cerrarse, apretando el tronco de su verga, un ardor tremendo me invadió, como si me rasgaran por dentro, aventé mi cuerpo hacia adelante intentando zafarme, pero Alejandro me tenía bien sujeta de las caderas y no me permitió el escape, quedé abotonada como una perra, gritaba de dolor, un par de lágrimas rodaron por mis mejillas, gritaba, rogaba por qué me lo sacara, todo mi cuerpo se tensó.
– Sacalaaa, me matas, agh, me estás partiendo en dooos, agh.
Alejandro pacientemente me siguió acariciando y tratando de tranquilizarme:
– Tranquila nena, tranquila, relájate, ya pasará el dolor, no aprietes, ponte flojita, confía en mí.
A pesar del dolor, traté de hacerle caso, suspirando traté de relajarme, poco a poco el dolor fue cediendo y mis gritos fueron menguando, sentía su gruesa cabeza palpitar en mi culo.
Al dejar de luchar una de sus manos fue a mi vagina, encontró mi clítoris y empezó a masajearlo, empecé a sentir placer y Alejandro inicio su vaivén, muy lento, avanzando muy lentamente, me metía dos milímetros y me sacaba uno, conquistando poco a poco mi culito, así fue avanzando hasta que sentí sus huevos pegados a mis nalgas.
– Nena, ya la tienes toda dentro, ¿La sientes?, Aguanta un poquito más, que va a empezar la culeada.
¿Va a empezar?, Que había sido todo, sentía mi culo a punto de explotar, pero tengo que reconocer que a pesar del dolor el placer seguía aumentando, me sentía completamente llena, mi culito daba espasmos y apretaba suavemente la verga de Alejandro.
Me la fue sacando hasta dejar solamente la cabeza dentro y de un solo empujón me la dejó ir entera, un gemido salió de mi boca, era maravilloso sentir como la cabeza de su verga me restregaba por dentro, juro que ví estrellas y la vista se me nubló, lo hacía una y otra vez, sus huevos chocaban con mis nalgas, se recostó sobre mi cuerpo y me empezó a decir cosas sucias al oído mientras acariciaba mis pechos y pellizcaba mis pezones, el placer era máximo, me taladraba con toda su pasión y nuevamente empecé a convulsionar, al tiempo que gritaba:
– Agh, ahhh, ahí te va la leche, me corrooo, me corrrooo.
Su verga se ensanchó y lanzó sus ardientes chorros de leche en mi interior, nos estábamos corriendo juntos, y para mí era la tercer corrida de la noche.
Se desplomó sobre mi cuerpo y nos quedamos unos minutos abrazados, recuperando el aliento, pero me acordé de mis hijas y me levanté para asearme un poco, solamente me enjuagué mi coñito y culito y salí a buscarlas, Alejandro se vistió también y me acompañó al parque, las niñas seguían jugando.
Estaba cansada para preparar la cena, así que pedí pizza, que amablemente Alejandro pagó y cenamos.
Así me hice amante del profesor de mis hijas, cuando regresó mi esposo pensé que se daría cuenta que me habían cogido, pero pasé la prueba, sin embargo, a partir de entonces me cuesta tener sexo con mi esposo, al punto de que en una ocasión me quedé dormida en pleno acto, me excusé diciendo que estaba muy cansada por el trabajo y la tarea de mis hijas, y para que no me vuelva a pasar, ahora, cuando tengo sexo con mi esposo, cierro los ojos y me imagino que es Alejandro quien me coge, es una situación difícil, no puedo dejar a mi esposo, ya que mis hijas adoran a su padre, es un buen hombre y no quiero hacerlo sufrir, me darían su opinión?
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