Hace un tiempo que José (para quien no ha leído nuestros relatos anteriores es mi marido) quiere hacer un trío sea con una chica o un chico, pero no es fácil conseguir con quien hacerlo, somos un matrimonio de quién casi nadie sospecha de nuestra vida sexual. Por lo que no se nos ofrecen para concretar, salvo las parejas y amigos que nos conocen, pero la gran mayoría viven lejos y se nos complica concretar.
La semana pasada fuimos a comer con José a local de comidas rápidas donde había conocido a Kadan, el negro sudafricano de mi relato llamado “Al fin pude cumplir mi sueño”. Y oh casualidad estaba él sentado en una mesa, al verlo volví a sentir esa electricidad de la primera vez que lo vi. Si bien en todo este tiempo me lo he cruzado un par de veces en el que solo nos miramos, con miradas picaras, esta vez lo tenía sentado frente mío y de espalda a José.
José inmediatamente al verlo me pregunta: ¿si me lo quería coger otra vez? Que le encantaría poder hacer un trío con él. Mientras José me seguía preguntando, él no me sacaba los ojos de encima, lo que me había hecho entrar en calor, a todo eso le iba relatando a José cada movimiento de él. Hasta que le contesto, -sí vamos a hacerlo con él. En ese instante José gira como para llamarlo a nuestra mesa y Kadan se había parado para retirarse. Lo vimos salir por la puerta.
Nos fuimos a casa, yo caliente y José también, así que a la noche tuvimos un polvo exquisito, donde me susurraba que me quería ver con kadan, que me quería ver cómo me tragaba esa enorme pija de la cual le había contado. Pasaron varios días hasta que llega el cumple de José y me pide como regalo, que el sábado pasemos la noche en un hotel de la zona.
Al llegar a la habitación, José se quedó en la recepción tratando de extraer unas latas de cerveza de una máquina, mientras yo subía sin esperarlo, pues necesitaba darme una ducha. Sabía que íbamos a tener una hermosa noche de sexo, por lo que enjabone mi cuerpo muy lentamente, pero al ver que José se demoraba en venir, cerré mis ojos y empecé a acariciarme mis pechos, luego baje una de mis manos hasta el sexo y lo sentí caliente y húmedo, comenzando a acariciarme.
Después de relajarme unos minutos, salí de la ducha, sequé mi cuerpo y lo cubrí de crema perfumada; abrí la puerta del baño y salí a la habitación. Me coloque algo de ropa, concretamente el tanga, para después echarme en la cama y descansar un poco mientras volvía José, que debía haberse ido a buscar cerveza a Europa, de lo que tardaba. Mientras el sueño me invadía, recordé nuevamente la imagen de cómo me había comido esa enorme pija de Kadan y de cómo me alegraba que José quería invitarlo para que hagamos un trío que me tenía inquieta para concretarlo lo antes posible.
Tras lo que me parecieron solo unos instantes dormida, un ruido alteró mi descanso y al abrir los ojos mi sorpresa fue enorme: Frente a mí, sentado en la cama totalmente estaba Kadan. Me miraba fijamente mientras se tocaba sus entrepiernas. Al principio como que me asusté un poco e intenté taparme con la sabana, pero la presencia de José en la habitación me tranquilizó.
-Tranquila Lau. He ido a buscar a nuestros amigos y les he explicado nuestra fantasía. Saben que, si tu no quieres, no habrá nada que hacer y se irán, así que depende de ti lo que quieras hacer.
El plural me sorprendió, pero lo aclaré rápidamente al ver que, algo más allá, estaba otro negro con un cuerpo fuerte y musculado.
Estaba claro que José había decidido por mí, me había evitado tener que elegir compañero esa noche, porque eran los tres para mí, mi marido y los dos negros. No pude articular palabra por la vergüenza y por el temor que me inspiraba la situación, más de lo que había imaginado en mis sueños más húmedos y calientes; no bastaba con una sola, sino que tenía a mi disposición dos enormes vergas negras y que, si yo quería, las disfrutaría toda la noche, además de la de mi marido.
Antes que pudiera arrepentirme de lo que estaba a punto de hacer, los dos se acercaron hacia mí, arrancaron la sabana, dejando mi cuerpo casi desnudo frente a sus ojos, y se juntaron conmigo, cada uno, por un lado, de forma que los tres cuerpos se convertían en uno solo, mientras sentía como sus bocas comenzaban a besarme los hombros y sus manos me acariciaban.
Tener dos negros esculturales hizo que cediese mi temor, y al ver a José en la punta de la cama con una sonrisa, lograron excitarme muy rápido. Sus manos recorrían toda mi anatomía, mientras sus bocas hacían lo mismo, devorando mi cuello, mis pezones. Mientras con sus manos se iban despojando de sus pantalones, remeras y calzoncillos, a tiempo que resaltaron enseguida en mis ojos sus enormes troncos venosos negros, a través de mi rabillo veía a José como también se desnudaba, me estaban volviendo loca y ellos lo notaban.
Kadan comenzó a hablarme al oído, calentándome con sus palabras, de contenido crecientemente sexual y animal: -Eres preciosa Lau, tienes unas tetas divinas, estoy deseando saborearte. Mira que dos pijas tienes para ti princesa, te vamos a hacer gozar de verdad, te vamos a coger como nunca, te vamos a montar como animales hasta saciarte. Yo ya estaba a mil; me sentía como una estrella de una película porno, así que simplemente me dejé llevar, sintiendo como sus manos recorrían mi sexo, desde delante y desde detrás, a veces desde los dos lados al unísono. Volaba de calentura, ansiando ya probar esos enormes falos y ser por una noche la más viciosa de las mujeres.
Poco a poco me fui soltando y me animé a tocarles, comprobando de esta manera la medida y dureza de sus penes; pero la verdad era que la realidad superaba en mucho a la ficción: cuando las tuve en la mano comprobé que eran como rocas de duras y de un grosor increíble, venosas con una cabeza que sobresalía de mis manos. Sentí como palpitaban cuando comencé a masturbarles muy lentamente, haciendo que crecieran aún más. Cuando los dos estuvieron casi completamente bien duros, me senté en la cama y se colocaron frente a mí, dejando sus pijas a la altura de mi cara, a mi disposición, por supuesto que entendí lo que querían y comencé a lamérselas y chupárselas, alternando mi boca de una a otra.
La verdad es que me costaba, meterme aquellos enormes troncos en la boca, porque no la tenía acostumbrada ese grosor. Pese al esfuerzo que me costaba hacerle, me esmeré en mi trabajo, con ánimo de hacerles gozar, buscando su placer. Las besaba suavemente la punta, forzando con mi lengua su abertura, dejando que mi lengua jugase en torno a ellas, hasta que me la metía hasta donde podía en la boca, sin dejar de acariciar sus enormes huevos, sintiendo como el aroma de sus penes me embriagaba, me excitaba, me volvía loca. Más de una vez junte sus dos vergas en mi boca y, aunque lógicamente no podía metérmelas, me excitaba sentir como se tocaban entre ellas, pugnando por abrirse hueco y penetrar en mi boca, hasta la campanilla.
Durante un rato alterné la boca entre las pijas de ambos, mientras me deleitaba rascar sus huevos, y oprimiendo con un dedo de cada mano la entrada de su culo, lo que lograba ponerlas como piedras, sin dejarme interrumpir la mamada, acariciaban ya mi húmedo y caliente sexo, haciéndome estremecer.
José, mientras tanto, giraba a nuestro alrededor, tratando de no perderse ni una imagen de lo que sucedía. Yo no podía creer que estábamos metidos en medio de una orgía, en la que dos sementales me iban a recoger a la vez, como había visto más de una vez en las películas porno.
Kadan, que tenía la pija levemente más grande y gorda que Mike hizo que me recostará en la cama, me abrió las piernas, colocándose entre ellas para comenzar, ¡¡¡por fin!!! a lamerme el sexo. Siempre me ha encantado el sexo oral y mi marido lo hace muy bien, pero sentir esa lengua grande en mi clítoris y como, luego, se introducía hasta donde podía en mi vagina, me estaba haciendo delirar, mientras sentía como Mike chupaba mis pezones, estrujándolos con sus manos, mientras yo no dejaba de masturbarle.
Kadan me absorbía el clítoris y los labios del sexo con sumo deleite, alternando besos, sorbidas, presiones y pequeños mordiscos que me tenían al borde del infarto, ello sin olvidar que sus manos, de vez en cuando, exploraban mi húmeda cueva, con esos dedos largos y gruesos que casi llenaban mi interior.
Después de unos minutos de gozar terriblemente con esa lengua, Kadan se levantó, y apuntó su estaca a la entrada de mi conchita, jugueteando unos momentos con ella, frotándola por mis labios vaginales, dándome una serie de golpecitos muy sensuales y excitantes, como si estuviera llamando educadamente a la puerta. Yo, a esa altura, no aguantaba más y estaba a punto de suplicar que me cogiesen de una vez, cualquiera de los dos. Necesitaba ser penetrada en ese mismo instante, así que agradecí ver como el negro agarraba un preservativo de talla XXXL y se lo ponía.
Mi marido al ver lo que iba a ocurrir se acercó a mí, me beso y muy tiernamente me dijo al oído:
-Tu manda amor ¿Quieres sentir ya esa pija? Aun puedes echarte atrás, porque cuando la tengas dentro ni tu ni yo podremos pararles.
-Siii, quiero sentirla, le respondí, jadeando.
-Señores, -dijo José dirigiéndose a los negros-todos a gozar.
Kadan, no tardó en aceptar la invitación de manera que aquel tronco de carne que palpitaba en la entrada de mi sexo.
Me estremecí había llegado el momento de la verdad, el momento en que me iba a ensartar con esa enorme verga que deseaba tener dentro ante la mirada de José y Mike. Kadan no se hizo ya esperar y apoyó la cabeza de su pene en la entrada de mi vagina, haciendo fuerza para meterla; al ver que le costaba penetrarme, porque mi sexo no acaba de dilatar lo necesario para acoger dentro aquella enorme tranca, el otro negro apoyó las manos en mi pubis y abrió lo más que pudo mis labios vaginales, consiguiendo, de esa manera, que esa cosa enorme comenzara a deslizarse dentro de mí, haciéndome sentir como si me estuvieran literalmente partiendo.
Mientras entraba centímetro a centímetro, gramo a gramo, al mismo tiempo que se dejaba caer sobre mí. Solo la extrema excitación conseguía aplacar el dolor que me causaba esa enormidad dentro de mí, esa sensación de romperme, de estallar, de morirme de gusto y dolor.
Empecé a gemir primero y luego a gritar, sintiendo como mi vagina se llenaba de carne negra caliente; me la metió a fondo, todo lo que pudo, hasta chocar con el fondo, como si quisiera partirme, disfrutando con mis gritos enloquecidos.
Tenía la sensación de que la pija llegaba hasta mi estomago de la profundidad de sus embestidas, intensas y controladas, haciéndome gozar de verdad. Empapando mi concha, cada vez más dilatada y adaptada a las dimensiones de tan enorme verga que me estaba volviendo loca, me adapte a las embestidas de Kadan, abriendo con fuerza mis piernas. En un segundo pude ver la mirada de mi marido, que con su mano se acariciaba su pija completamente erecta, y a Mike sentado a mi lado. El morbo que me daba ser la perra de otros hombres delante de mi marido era inmenso, increíble. Me corrí enseguida aullando de placer, sin que me importase que me pudiesen escuchar otros clientes del hotel.
Kadan me dio la vuelta para poder penetrarme por detrás, en cuatro, posiblemente la postura que más me gusta, comenzando a embestirme como un toro, con fuerza creciente, dándose cuenta de cómo mi coño ya estaba enteramente adaptado a sus dimensiones. Mike se puso frente a mí y me introdujo su grueso trozo de carne en la boca, de tal modo que por fin tenía dos enormes penes tanto por delante como por detrás, José ya no pudo aguantar más, se situó junto a Mike, permitiendo que yo pudiese degustar los dos trozos con mi boca, donde ambos se turnaban en entrar y salir, mientras Kadan no dejaba de martillearme por detrás.
Así estuve, como una perrita a cuatro patas durante un buen rato, sintiendo esa enorme verga en mis entrañas, mientras una polla negra y otra blanca se turnaban en ocupar mi boca, que pasaba de una a otra con avidez, degustando sus diferentes formas y sabores. Me hubiera encantado agárraselas con la mano, como sé que le encanta a mi marido cuando se la chupo, pero la postura de perrita no me lo permitía, ya que necesitaba toda la fuerza de mis brazos para aguantar los embates de Kadan, completamente fuera de control, penetrándome como una bestia, mientras me agarraba con fuerza el culo, con sus grandes manos, a la vez que me lo palmeaba, como haría un jinete con su yegua.
Me montaron en esa postura durante unos minutos más, afortunadamente Kadan, dejo su puesto a Mike, de tal forma que esos troncos intercambiaron sus agujeros, permitiéndome recuperarme un poco, mientras se intercambiaban de posición. La única que no cambiaba era yo, pues seguía como una perrita, a cuatro patas sobre la cama, con las dos vergas bien dentro de mí, volviendo a gritar de gusto mientras José arrima su blanca carne a mi boca otra vez.
El garrote de Mike era algo más ligera que la de Kadan. Mike era, tan bueno como Kadan; se movía de un modo delicioso, buscando con su banana negra cada recodo, cada pliegue, rotando su trozo sin estar solo pendiente de meter y sacar. Vaya cogida que me estaban dando esos dos –pensé-que parecían que no se iban a cansar nunca.
Después de un placentero rato, Kadan se recostó en la cama boca arriba y me obligó a montarme sobre él, por lo que aproveche para hacer algo que me encanta y que, si no me equivoco, gusta a cualquier hombre que ha tenido la suerte de estar conmigo, masturbarme con su verga dura, apoyando mi cuca sobre ella, sin llegar a metérmela, mientras me froto el clítoris contra la enorme extensión de carne negra, encantada de sentir el grueso tronco contra mi zona genital, veo la cara de satisfacción del hombre bajo mi cuerpo, orgulloso de su fuerza, de lo excitada que estoy con su verga dura, grande, gorda, larga, gozosa.
Solo aguanto poco tiempo así, así que enseguida tuve la necesidad imperiosa de volver a tener la vagina llena de verga negra nuevamente, así que esta vez soy yo quien se abre un poco de piernas y, suavemente, agarrando con la mano el tronco negro, me dejo caer introduciéndome centímetro a centímetro esa maravilla de la naturaleza, hasta sentirla dentro, muy dentro, sin dejar ni un resquicio sin llenar.
Subía y bajaba como podía, tratando de adaptarme al enorme falo, que, en esa postura, me llegaba aún más dentro si eso era posible, sorprendida de la profundidad de mi cajeta, capaz de acoger esa monstruosidad; no podía creer que me estuviesen metiendo esa tranca, mientras me miraba en el espejo pude aumentar el ritmo de mi cabalgada hasta casi saltar sobre ella, mientras veía la cara de extremo placer de Kadan.
José se colocó nuevamente frente a mí, lo que me permitió agarrarle su palo que a comparación era corto, flaco, pequeño, pero duro también como una roca.
-¿Te gusta amor? ¿Te gusta? –me pregunta con la voz entrecortada por la excitación, mientras me acaricia la cabeza, animándome a seguir con la mamada que le estoy dando.
-Me encanta cariño, me encanta… Me vais a matar de gusto entre los tres.
-Chúpamela, cariño, chúpamela así –me grita José, metiéndome su dura pija hasta la campanilla.
Mike se puso a mis espaldas y apoyó su cuerpo contra el mío, mientras me acariciaba las tetas y besaba mi cuello (cosa que me fascina), obligándome con su peso a inclinarme hacia delante, haciéndome caer sobre Kadan. Al sentir el contacto de la carne dura de Mike a la entrada de mi culo, volví a mí de inmediato. Aunque me moría de las ganas de que Mike me enculara con su enorme verga me negué, no me animé a que meta semejante tronco en mi cola. Creo que mi marido entendió mi pensamiento, porque acercándose a mí me dijo al oído:
-Vaya verga tiene Mike, Lau. Te la voy a dar yo, que la mía te gusta mucho en el culo.
Mike, comenzó a prepararme el agujero, mientras yo seguía ensartada en el rabo de Kadan; me excito sobremanera sentir los dedos grandes del negro recorriendo mi pequeño agujero, con una buena cantidad de gel lubricante, comenzando a dilatármelo poco a poco; mientras yo perdía el control con gritos al sentir esos dedos moviéndose con fuerza. José lo corre a medida que retiraba su enorme dedo de mi culo, apoyó la cabeza de su glande en mi agujero y comenzó lentamente a ensartarme su miembro centímetro a centímetro, al tiempo que Kadan, no paraba de rellenar el otro agujero con su bestialidad.
Me volví loca de excitación al sentir como entraba con facilidad en mi cola dilatada la verga de José que lo hacía con sumo cuidado, casi con dulzura. Me encanta el sexo anal, pero estaba tan sumamente salida y Kadan me estaba dando un repaso tan intenso por el coño que no pude aguantar la llegada de otro orgasmo increíble.
Poco a poco ambos aumentaron la fuerza y velocidad de sus embestidas, haciéndome gritar como una perra, sin control, logrando que me corriera una y otra vez.
Sentía como las dos vergas me llenaban de placer e imaginé que ellos también estaban gozando, porque rugían y gemían, arriba y abajo, mientras sus copiosos sudores se mezclaban con el mío. Yo hacía mucho tiempo que había perdido el control, pasando a gritar y jadear como una loca, sin importarme que pensasen mis vecinos de habitación, que imaginé pegados a la pared medianera escuchándome.
Mike que estuvo a mi lado solo tocando mis tetas y observando cada detalle, colocó su duro trozo en mi boca permitiendo que me la tragarse hasta donde entraba con las pocas fuerzas que me quedaban.
Era impresionante verme reflejada en el espejo viendo como tenía todos mis agujeros ocupados. Llegué a pensar que nunca se correrían, que eran incansables y que lograrían matarme de placer y cansancio, porque no parecían dejar de tener ganas de taladrarme con sus vergas, siempre duras y fuertes.
Era impresionante sentir dos pedazos de carne dentro de mí al unísono, sentir como se compenetran en entrar y salir, sentir como parecen acariciarse a través de la delgada membrana que separa mi coño de mi culo.
José alcanzó el sumun de excitación al que todo hombre llega en algún momento y saliendo de mi culo, varios chorros caen sobre mi espalda, el cuello y, finalmente mi cabello. Casi al mismo tiempo Mike empieza a rugir mientras yo seguía chupando hasta que note que se venía, me la saque de la boca y su leche empezó a desparramarse en mis tetas, estómago y sobre Kadan que estaba debajo, que había demostrado estar un escalón por encima de los otros por su fuerza y aguante, que seguía moviéndose dentro de mi concha ya totalmente floja y adaptada a su verga, y al que parecían aún quedar aún ganas para seguir montándome como una perra.
Kadan me dio la vuelta y, colocándome a cuatro patas sobre la cama, me pidió dármela por el culo cosa que no acepte, y de un solo empujón la metió en la floja y dilatada cajeta, que acogió sin problema el grosor de aquella verga.
Era increíble Kadan. Yo ya quería que acabe, no daba más y él seguía poniendo la máxima intensidad en cada embestida, como si fuera el primer polvo que echaba esa noche.
No sé las veces que acabe. Kadan era un amante excepcional, pensé que él había tomado alguna pastilla para no acabar porque me cogía con enorme fuerza, pero sin resultar en ningún momento violento, logrando que el enorme dominio que en ese momento tenía sobre mi fuera una experiencia deliciosa.
Ahí decidí dar mis últimas fuerzas y moviendo mis caderas en torno a su verga, aguantando sus palmadas en mi culo sin protestar, gritando, para que el macho que me montaba se sintiese reconocido, orgulloso de coger una mujer como yo.
No podía más, estaba a punto de rendirme y de suplicarle que parase de una vez, de rogarle que dejará, porque no podía más. Estaba agotada, me habían destrozado, dominado y sometido. Sentí que me había domado, que me dejase descansar o me iba a matar. Kadan parecía no cansarse nunca y me embestía enloquecido, palmeándome con la mano mi culo enrojecido que me ardía de los golpes. Sin embargo, hasta sementales como Kadan acaban por cansarse, así que sentí verdadera alegría cuando noté los primeros estremecimientos, como las embestidas de Kadan se volvían irregulares, sus bufidos de placer más fuertes. No había duda, iba a acabar, así que feliz con ello me preparé, comencé entonces a rotar mi argolla en torno a su enorme cilindro.
Seguí animándole con mis últimas fuerzas con gritos hasta sentir como los chorros de Kadan llenaban el preservativo, sentía como aquellos enormes testículos se vaciaban en mi interior, hasta la última gota, y percibo como caía completamente agotado, se estremecía sobre mí, haciéndome sentir su peso y corpulencia. Debía estar agotado, pero yo estaba destrozada, no podía más, había llegado a mi último aguante después de haber sido recogida y culiada.
Conseguí salir, como pude de debajo de Kadan, y colocándome frente a los dos negros, me arrodille frente a ellos y sumisamente, se las tome con mis manos, a sus vergas ya semi flácidas, mientras ellos acariciaban mis tetas que todavía tenían restos de leche. Me sentía esplendida, después de haber superado, la prueba de las tres pijas, sobre todo las de los sementales negros que me había montado durante casi hora y media.
Mientras yo me acurrucaba en la cama, exhausta y agotada, ellos se levantan y veo como mis sementales se vestían y despedían de José, tratando de convencerle para repetir pronto. Oí como Mike comentaba a José la posibilidad de hacerlo en su habitación, mientras me daban un nuevo repasito con sus manos y un beso de despedida. Mi marido les contestó que por ahora estaba bien, que ya solo me cogería él.
Al irse ellos me levanto de la cama, le tomo la mano a José y nos vamos al baño a darnos una ducha juntos. Sonrío mientras José me enjabona el cuerpo para sacar la leche pegada y casi seca que tenía, contenta por la terrible tarde noche que pasamos le agradezco a José, y le digo: ¿qué más quieres que te regale para tu cumpleaños?