Mi esposo aceptó un puesto en una nueva empresa. Compramos una casa y nos mudamos a una ciudad mucho más grande de lo usual. Yo estaba muy emocionada ya que el nuevo trabajo de mi esposo vino con un fuerte incremento de sueldo, lo que nos permitió comprar una casa más grande de la que esperábamos, y pude amueblarla mucho mejor de lo que había pensado que podría.
Las cosas estuvieron bien al principio, pero debido a que mi esposo estaba tratando de probarse a si mismo y dar una buena impresión en su nuevo trabajo, tuve que pasar mucho tiempo a solas. Inicialmente no fue un problema para mí, pero no tenía amigos con los que pasar el tiempo porque éramos nuevos en la ciudad.
La gente del vecindario era bastante amable, pero todas eran familias de dos ingresos, así que también estaban concentrados en sus carreras. Cualquier interacción con los vecinos estaba reservada para los fines de semana.
Se me ocurrió que podríamos tener una fiesta al aire libre para conocer a todos los vecinos y también hacer que mi esposo invitara a algunos de sus compañeros de trabajo. Todos los vecinos aceptaron nuestra invitación y algunos de los colegas de mi esposo, incluido su jefe, también aceptaron.
El día de fiesta estuvo soleado y cálido, el clima perfecto para nadar en la piscina o cocinar al aire libre. Siempre he sido activa. Cuando era más joven, practicaba danza y gimnasia, así que me ejercitaba bastante y siempre fue consciente de mi figura. Debido a eso, nunca tuve temor de presumir mi cuerpo de metro setenta de estatura, sesenta y dos kilos con un par de tetas grandes, piernas largas y un trasero que muchos me han dicho que es perfecto.
Supongo que es por eso por lo que no lo pensé demasiado y usé un bikini el día de la fiesta. Mi esposo nunca se quejó de que fuera demasiado revelador o que estuviera mostrando demasiado, así que estaba a gusto con mi elección. Todos estaban divirtiéndose durante el transcurso de la fiesta, y todo estaba saliendo genial. Como ya dije, me sentía bien usando mi bikini. Eso fue hasta que estuve en la cocina sirviendo algunos platos y escuché a algunos de los colegas de mi esposo hablando fuera de la ventana. Estaban hablando de mi cuerpo y de las cosas que me harían sexualmente.
No pude ver quién estaba hablando, solo sabía que eran los compañeros de trabajo porque no reconocí las voces de los vecinos. Se que debería haberme molestado por lo que estaban diciendo, pero tengo que confesar que me quedé allí escuchándolo todo y me excité al escuchar las cosas que decían.
Se alejaron de la ventana y se mezclaron con el resto de los invitados así que no tenía idea de quiénes eran. Puede socializar una vez que recibí a todos y me aseguré de que todos tuvieran qué beber y que supieran donde estaba la comida. Mi esposo me llamó mientras estaba hablando con un hombre negro, alto y musculoso de unos 35 años.
Cuando me acerqué a ellos, pude ver al hombre moreno mirándome. Mi esposo me lo presentó y me dijo que Gonzalo era su nuevo jefe. Le extendí mi mano para darle la bienvenida a nuestra casa. Él me contestó que era un placer estar aquí. Tan pronto como abrió la boca, supe que él era el tipo que estaba hablando fuera de la ventana.
Sentí que me sonrojaba una vez que me di cuenta quien estuvo diciendo esa clase de cosas. Me sentí culpable de haber disfrutado lo que estaba diciendo, pero nuestro tiempo a solas se había visto disminuido con mi esposo trabajando todo el día.
Gonzalo, mi esposo y yo continuamos hablando hasta que otros invitados llamaron a mi marido. Entonces Gonzalo y yo continuamos hablando. Sus ojos escaneaban mi cuerpo constantemente mientras conversábamos, y aprovechó todas las ventajas para acariciar mi brazo mientras hablábamos. Los ojos de Gonzalo estaban fijos en mis tetas, y sus toqueteos no me hicieron rechazarlo. Fue precisamente lo opuesto: Estaba excitada. Siempre fantaseé acerca de estar con un hombre con las características físicas de Gonzalo, así que mi mente divagó por lugares en los que nunca debió haberlo hecho.
Mientras más hablaba con Gonzalo y este seguía mirándome con descaro, más interés tenía por él. Mi esposo regresó y se llevó a Gonzalo para hablar con otros colegas acerca de sus opiniones sobre un proyecto en el que estaban trabajando. Cada vez que miraba, veía a Gonzalo mirándome. Me sentía un poco halagada, pero solo lo sorprendí mirándome porque yo misma estaba pendiente de ver dónde estaba y que estaba haciendo. Me sentí culpable pero lo justifiqué pensando que sólo se trataba de una fantasía.
La fiesta fue un gran éxito, y todos nos agradecieron mientras se despedían. Gonzalo fue uno de los últimos en irse, pero antes de hacerlo, habló a solas conmigo mientras mi esposo estaba despidiéndose de otros invitados. Me dijo que estaba feliz de que lo hubiera invitado porque le gustaba conocer a todos sus empleados y a sus familias. Dijo que era una tradición con las esposas de los nuevos empleados llevarlas a almorzar a su country club, justo después de sus esposo empezaran en la empresa. Me preguntó si estaría interesada en almorzar con él.
Entré en pánico, sin estar segura de que debía hacer. No quería enemistarme con el jefe de mi esposo, pero todo lo que podía escuchar eran sus comentarios acerca de mí mientras hablaba con otros afuera de la ventana de la cocina.
Rápidamente racionalicé de que solo se trataba de un almuerzo en su country club, así que ¿qué podía salir mal? Acepté rápidamente su ofrecimiento. Me dijo que me llamaría durante la semana para ver que día era conveniente para mí.
Cuando todos se marcharon, empecé a limpiar. Mientras lo hacía, mi mente divagó hacia Gonzalo, lo que había dicho, y la forma en que me miraba. Para cuando terminé con la limpieza, mi esposo ya estaba dormido. Decidí quedarme un rato en la sala y prender la televisión para relajarme un poco.
Sentada en el sofá, mi mano se deslizó dentro de mis bragas y empecé a acariciarme lentamente el coño mientras pensaba en lo que Gonzalo dijo que le gustaría hacerme en la cama. Mientras más recordaba sus palabras, más rápido me masturbaba y me frotaba el clítoris. Mis gemidos se hicieron más fuertes y mis caderas se levantaron del sofá cuando me metí dos dedos a la vagina. Mis gemidos se hicieron más y más fuertes mientras mis dedos hacían su trabajo. Con un movimiento de mis caderas hacia arriba para sentir mis dedos todavía más adentro, mi cuerpo se tensó y exploté en un orgasmo salvaje.
Me quedé allí después de mi orgasmo y me quedé dormida en el sofá. Por suerte, desperté a mitad de la noche desnuda en el sofá con mi bikini en el suelo. Eso habría sido difícil de explicarle a mi esposo si me hubiera encontrado así en la mañana. Me arrastré silenciosamente a la cama y dormí hasta la mañana.
Traté de no pensar en Gonzalo, pero no tuve éxito. Mis pensamientos se iban hacia él a menudo. Me encontré a mí misma obsesionada con lo que había dicho. Eso me preocupaba, y decidí que tal vez seria mejor rechazar su invitación a almorzar si llamaba.
Mi teléfono sonó el martes por la mañana. Lo contesté, y era Gonzalo. Conversamos un poco sobre temas intrascendentes, y luego me preguntó si estaría disponible para almorzar el jueves. Abrí la boca con la intención de rechazarlo, pero me encontré a mí misma diciéndole que ese día estaría genial. No puedo explicar que pasó, pero ya no podía retractarme sin dejar mal a mi esposo.
Llegó el jueves, y no sé por qué, pero no le dije a mi esposo acerca de mis planes para el almuerzo. Pensé que era porque no quería contestar todas las preguntas, pero yo misma cuestioné esa excusa. Estaba preocupada acerca de que ropa iba a usar. Sabía que íbamos a ir a un country club, así que tenía que ser algo elegante, pero no quería verme demasiado sexy. Al final utilicé una falda granate que me llegaba hasta la mitad del muslo, una blusa de seda color rosa y sandalias de taco alto. Era el outfit más conservador que tenía.
Entré al restaurante y me guiaron a la mesa de Gonzalo. Él se puso de pie y me saludó mientras yo me acercaba a él, dándome un beso en la mejilla. “Uau, Liliana, te ves increíble en ese outfit,” me dijo al mismo tiempo que jalaba mi silla hacia afuera para que pudiera sentarme.
Le agradecí. Una vez instalada, tomé la carta para leerla y no tener contacto directo a los ojos con él. Ordenamos el almuerzo y hablamos sobre diferentes temas. Debo admitir que Gonzalo se comportó como un perfecto caballero, fue encantador y después de que me relajé un poco, la pasé muy bien con él. Reímos mientras hablábamos de algunas experiencia que ambos habíamos tenido.
Gonzalo dirigió la conversación hacia los amores del pasado y las experiencias. Para entonces, había bebido algunas copas de vino y me sentía un poco más habladora que de costumbre. Le conté acerca de mis épocas como gimnasta y de cuando fui la estrella del equipo de atletismo en la secundaria, lo que me sirvió para obtener una beca en la universidad.
Gonzalo empezó a coquetear más y fue un poco más directo. Me tomó de la mano, y esta quedó cubierta por su mano enorme y oscura. Era muy excitante ver el contraste de nuestra piel. Me miró a los ojos y me dijo suavemente, “Eres una mujer bella e increíble, Liliana. Me tienes fascinado.”
Sentí que la cara se me puso roja y levanté mi mano y moví mi dedo mientras le respondía, “Gonzalo, sabes perfectamente que soy una mujer casada.”
Él se disculpó y me dijo que lo sentía si había estado fuera de lugar, pero que había expresado lo que pensaba. Luego, sonriendo, añadió, “Además, muchas mujeres casadas también necesitan algo de variedad en sus vidas.”
Le aseguré que no era esa clase de mujeres. Se disculpó de nuevo pero me recordó que lo llamara si cambiaba de opinión. Luego, con una sonrisa, me aseguró que usualmente conseguía lo que quería. Entonces, sin decir nada más, se inclinó y me dio un beso suave en los labios. No lo detuve ni protesté, y tampoco respondí a su comentario. Le agradecí por el almuerzo, y los dos nos fuimos por caminos separados. Sin embargo, no podía dejar de pensar en sus palabras. Como dije antes, siempre fantaseé acerca de estar con un hombre como Gonzalo, atractivo y con la piel de ébano, y mi interés había aumentado todavía más. Pero sabía que era una mujer casada, y que siempre quedaría como una fantasía.
Cuando regresé a casa, me desvestí y me quedé completamente desnuda frente al espejo de cuerpo entero de mi dormitorio. Estaba tan excitada por esta nueva fantasía que mis manos empezaron a acariciar mis tetas mientras me miraba en el espejo. Fantaseé que eran las grandes manos morenas de Gonzalo las que cogían mis tetas y las apretaban. Cerré los ojos mientras imaginaba a Gonzalo detrás de mí, besándome el cuello mientras me magreaba las tetas y pellizcaba mis pezones.
Luego sentí su mano deslizarse hacia abajo, por mi estómago y entre mis piernas. Las abrí al sentir su mano acariciando mi clítoris. Mis gemidos se hicieron más fuertes al tiempo que visualizaba sus fuertes brazos estrechándome contra su enorme armazón. Mis pensamientos eran acerca de Gonzalo tomándome, e introduje dos dedos en mi coño mojado. Los hice trabajar rápido y duro introduciéndolos y sacándolos de mi interior, llevándome a un orgasmo que me hizo temblar las piernas y caer de rodillas.
Más tarde ese mismo día, recibí una llamada al celular de mi esposo. Me dijo que necesitaba salir de la ciudad mañana por trabajo. Algunos de los tipos que estaban trabajando en ese proyecto necesitaban ir y reunirse con el cliente para clarificar lo que necesitaba hacerse. Me preguntó si podía sacar su maleta de manera que pudiera empacar cuando llegara a casa.
Esa era una buena oportunidad para mí. Prepararía una rica cena, me vestiría muy sexy, y tendría sexo con mi esposo esa noche. Quizás eso aliviaría la picazón que sentía entre mis piernas ya que estaba muy caliente desde la semana pasada y nada parecía satisfacerme.
Le preparé a mi esposo su comida favorita y me alisté para recibirlo. Cuando llegó, estaba excitado acerca de su viaje ya que se trataba de su primer viaje de negocios con la nueva firma. La cena estuvo bien, y mientras yo lavaba los platos, él empacó. Cuando terminé, subí al dormitorio y empecé a acariciarlo por todo el cuerpo, frotando desde su espalda hasta su trasero antes de estirar mi brazo entre sus piernas para apoderarme de su polla.
Allí fue que sentí que me estrellé contra un muro de ladrillos. Escuché aquellas temidas palabras. “Cariño, estoy exhausto y necesito acostarme temprano. ¿Podemos dejarlo para otra ocasión?”
Estaba en shock. No podía creerlo. Había pasado un mes desde la última vez que habíamos follado y él me estaba rechazando por un viaje. No mostré mi decepción. Sólo le dije que se acostara. Yo estaría abajo, haciendo algunas cosas que tenía pendientes. No tenía nada que hacer. Fui y me senté en el sofá y lloré de amargura. ¿No me deseaba más? ¿Por qué me rechazaba? Hago todo lo que le gusta y trato de ser una buena esposa para satisfacerlo.
Me senté en el sofá enfurruñada cerca de una hora antes de decidir que tenía que hacerme cargo de mi placer. Encendí la televisión y abrí la aplicación para internet. Busqué y encontré algunos videos de porno interracial. Me desvestí y me senté en el sofá desnuda, viendo video tras video. Mis manos acariciaron mis tetas antes de moverse entre mis piernas y hacer que me corriera tres veces.
Debo haberme quedado dormida porque no fue sino hasta que escuché a mi esposo meterse a la ducha que desperté. Estaba tan enojada con mi esposo que todavía no quería verlo ni hablarle. Me hice de rogar. Me aseguré de que cuando su carro llegara a casa para recogerlo, yo estuviera en la ducha, de esa manera no tenía que abrazarlo o darle un beso de despedida. Pensaba que si no había querido follarme anoche, entonces podía marcharse sin interactuar conmigo. Estaba tan furiosa que ni siquiera quise decirle adiós.
Una vez que se hubo marchado, salí de la ducha y me vestí. No tenía planes para aquel día. Iba a estar haciendo algunos quehaceres en casa. Apenas había empezado a limpiar el dormitorio principal cuando sonó el timbre de la puerta. Cuando la abrí, un chico de delivery estaba parado allí.
“Delivery, señora, por favor firme aquí.”
“Gracias.” Busqué la dirección del remitente, pero no había ninguna. Luego de firmar, el chico del delivery me dio las gracias y se marchó.
Cerré la puerta y examiné el sobre. Como ya dije, no tenía dirección de remitente, solo la mía. Podía sentir algo duro en el interior, como una tarjeta de crédito. Lo abrí y el pedazo de papel que estaba en él. Había una llave de cuarto envuelta en la nota. El mensaje escrito en el papel decía: Estaré en la suite 1402 a las 5:00 pm. No tiene sentido estar sola en casa, ven y hazme compañía y pasémosla a lo grande. La firmaba Gonzalo.
Estaba atónita. No podía creer lo de este tipo. No se rendía en absoluto. No tenía intención de aceptar su oferta. ¿Cómo se atrevía? Le había dicho que no numerosas veces. Tiré el sobre y la llave en la mesa y me dispuse a seguir limpiando.
Mi mente continuaba regresando a la carta. Mi esposo no se hizo cargo de mi frustración sexual anoche. Entonces, mis pensamientos fueron a los videos interraciales que había visto la noche anterior. Sentí que me estaba empezando a excitar. “¿Podría?, No, no puedo. Estoy casada. Pero estoy demasiado caliente. Necesito que me follen. ¿Qué debería hacer?
Después de horas de lucha con esas preguntas, decidí que necesitaba hacer lo correcto. Mi esposo ya no me deseaba. Necesitaba más; nunca había tenido la oportunidad de satisfacer mis fantasías, ¡así que decidí que iba a ir!
Al aproximarse las 5 pm, empecé a escoger mi vestido de noche. Elegí una falda plisada corta y de color negro y una camiseta blanca sin mangas. No me puse brasier pero si medias de encaje negras con liguero. No me puse bragas. También usé tacones negros. Me aseguré de que mi maquillaje fuera perfecto. Acentué mis ojos azules y utilicé un pintalabios de color rojo muy brillante.
Manejé al hotel y me encaminé a la suite 1402. Usé la llave y abrí la puerta. Gonzalo estaba sentado en una silla en el área común. Se puso de pie y camino a la puerta. Estaba vestido solo con boxers. Recorrí con mi mirada su cuerpo musculoso. Sus pectorales y sus brazos estaban muy bien definidos. Podía sentir una punzada en mi cuerpo mientras me sonrojaba.
Gonzalo caminó hacia mí con una sonrisa en su rostro. “Me alegra mucho que hayas venido. Te ves todavía más sexy de lo acostumbrado.” Me tomó en sus brazos y me abrazó fuerte contra su enorme cuerpo. Me besó con pasión y yo le correspondí. Me di cuenta de que ahora esto era lo que yo quería. Quería que Gonzalo me follara. Quería que me follara una y otra vez. Ya no quería sentirme frustrada.
Después de nuestro beso, Gonzalo me volteó de manera que mi espalda estaba contra su cuerpo. Levantó mi camiseta por encima de mi cabeza. Sus manos agarraron mis tetas mientras me besaba en el cuello. Oh dios, esta es mi fantasía. Esto era lo que pensaba mientras me masturbaba mirándome en el espejo de mi habitación.
Mientras Gonzalo continuaba agarrándome y apretándome las tetas, mis pezones se pusieron duros y él los pellizcó usando su pulgar y su dedo índice. Cerré mis ojos y gemí. Luego Gonzalo me volteó de nuevo, acercándome hacia él con fuerza. Mis tetas se aplastaron contra él mientras nos besábamos de nuevo muy apasionadamente. Nuestras lenguas exploraban nuestras bocas. Mientras continuábamos besándonos con frenesí, sentí su manos en mi cintura y luego que me desabrochaba la falda. La empujó sobre mis caderas, y cayó al suelo. Gonzalo rompió nuestro beso y retrocedió para poder mirarme y apreciar que estaba solo con las medias, el liguero y los zapatos de taco alto. Sonrío, “Me encanta tu coño afeitado.”
Yo también le sonreí. Sin decir una palabra, me senté sobre mis talones agarrando sus boxers por la cintura. Los bajé. Salió disparada la polla más grande y gruesa que jamás haya visto. Mis ojos se abrieron como platos y sin darme cuenta susurré, “Oh, dios, es enorme.”
Mirando a Gonzalo a los ojos, froté su enorme verga contra mi cara. El gimió, “Eso es, chúpala.”
Sostuve su polla con ambas manos en la base y envolví mis labios alrededor de esa gruesa polla negra. Siempre me ha encantado hacer mamadas pero no estaba segura de que podría meterlo en mi boca. Abrí la boca y envolví mis labios alrededor de su polla, y lentamente tragué todo lo que podía sin sentir arcadas. Pensé que no podía creer que tenía mis dos manos alrededor de su polla, que lo tenía en mi boca, y aún quedaba más.
Mi boca se movía arriba y abajo sobre su cañón mientras mis manos lo masturbaban. Gimió mientras me decía lo bien que se sentía y me dijo que siguiera chupando su polla. Recuerdo haber pensado lo sexy que era que fuera tan dominante y seguro de sí mismo. Fue bastante excitante para mí. Me hizo chuparle la polla más rápido.
Mi boca estaba bien abierta mientras me deslizaba hacia arriba y hacia abajo sobre su polla. Mientras lo chupaba más rápido, la punta de su polla llegó a mi garganta, haciéndome sentir arcadas, algo a lo que no estaba acostumbrada, pero su polla era tan grande y gruesa que me atraganté.
De repente, Gonzalo sacó su polla de mi boca y me hizo ponerme de pie. Me sorprendió porque esperaba chuparle la polla hasta que disparara su carga en mi boca y me tragara toda su leche.
«Todavía no», susurró.
Luego me tomó en brazos y me llevó al dormitorio. Me depositó en la cama king-size y se acercó a mí. Se sentó a horcajadas sobre mis piernas y podía sentir su gran polla negra descansando sobre mi muslo. Me ponía nerviosa que me la metiera, pero al mismo tiempo me excitaba. Gonzalo se inclinó y besó mi pezón izquierdo antes de llevárselo a la boca y chuparlo. Gemí más fuerte mientras mis manos se movían a la parte posterior de su cabeza, apretándola más contra mis tetas.
Vi cómo el Gonzalo abandonaba mi teta izquierda y bajaba besando mi vientre. Una vez más, me di cuenta de lo sexy que era el contraste de nuestra piel mientras seguía besándome más abajo. Gonzalo se arrodilló entre mis piernas. Me abrí más para él. Sentí sus dedos frotándome el clítoris mientras me miraba sonriente. Mientras seguía frotándome el clítoris, mis caderas se levantaron de la cama para rozar contra sus dedos. Le miré a los ojos y vi cómo sonreía y bajaba su cara entre mis piernas. Dejé escapar un fuerte gemido al sentir su lengua pasar sobre mi clítoris. Pedí más y gemí: «Oh, sí, no pares, lámeme».
Al sentir su lengua en mi clítoris endurecido, sentí dos dedos deslizarse en mi coño empapado. Poco a poco se deslizaron profundamente en mí mientras Gonzalo chupaba mi clítoris. Mis caderas se retorcían y mis manos se aferraban a las sábanas sin poder saciarme de aquella comida de coño que Gonzalo me estaba proporcionando. Mi respiración se hizo más pesada, y mis gemidos más fuertes. Apreté las caderas con más fuerza contra la lengua del Gonzalo mientras pedía más. Mi cuerpo empezó a temblar. Los gemidos se convirtieron en gritos de placer. Entonces mi cuerpo se tensó y grité: «¡Me corro!».
Gonzalo no dejó de lamerme durante mi orgasmo. Cuando este amainó, me quedé inmóvil, con las tetas moviéndose por mi respiración agitada. Gonzalo se tumbó sobre mí, abrazándome mientras me besaba apasionadamente. Saboreaba mis jugos en su lengua mientras me sujetaba con fuerza. Con él encima, podía sentir su enorme y gruesa polla negra en mi coño empapado. Una vez que nuestro beso se rompió, sonreí, diciéndole que necesitaba eso.
«¿Qué más quieres?» Me preguntó.
Como nunca me han gustado las palabrotas, intenté evitar la respuesta. «Ya sabes lo que quiero».
«No, no, no lo sé. Dímelo. Dime lo que quieres, nena, o no lo tendrás».
Me quedé callada unos segundos. Me di cuenta de lo que quería que dijera, y yo no quería no conseguirlo. Lo deseaba con todas mis fuerzas. «Te deseo; quiero que me folles con esa gran polla negra. Quiero que me folles una y otra vez».
«Eso es, zorra. Tienes que aprender a pedirle las cosas a tu macho.».
Nunca me habían llamado así. No podía creer que me llamara zorra. Lo gracioso es que me excitaba cuando me llamaba de esa forma. Acomodó sus caderas hasta que sentí la punta de su polla contra mi húmeda abertura. «Pídemelo otra vez, zorra, y pídemelo bonito y de manera que me excite.».
«Por favor, méteme la polla. Entiérrala hasta lo más profundo en mi coño húmedo y caliente. Por favor, fóllame».
Gonzalo empujó lentamente su polla dentro de mí y esta se deslizó en mi abertura. Me alegré de que se lo tomara con calma, porque nunca me habían metido nada tan grande. Sonreí cuando el dolor se disparó a través de mi cuerpo. Sentí como si estuviera perdiendo mi virginidad otra vez. A medida que empujaba dentro de mí, me abría más el coño.
Una vez que mi coño se aflojó, Gonzalo deslizó su polla dentro y fuera de mí. El dolor se convirtió en puro placer. Mi miedo a esa gran polla gruesa se estaba convirtiendo en placer. Pensé: «Dios mío, ¿cómo podría estar sin esto ahora? Quiero más”.
Gonzalo empezó a embestir más fuerte y más rápido dentro de mí. Le pedí más. Podía sentir como mi orgasmo empezaba a hervir en lo más profundo de mis entrañas. Más rápido, más fuerte. Le rodeé el cuello con los brazos y le abracé con fuerza. Gruñí mientras una vez más mi cuerpo se tensaba y me corría sobre la polla de Gonzalo. Mantuvo su verga enterrada en mi coño y me abrazó con fuerza mientras yo cabalgaba oleada tras oleada de mi orgasmo.
Luego sacó su polla de mi coño y se subió a horcajadas sobre mi pecho mientras me ponía la polla en los labios. Sonreí mientras abría la boca para recibirlo. Deslicé lentamente mi boca sobre su polla. Siempre me ha gustado saborear la polla de un hombre después de correrme sobre ella.
Seguí chupándole la polla y limpiando mi crema hasta que se apartó de mí y se tumbó boca arriba. Me dijo que lo montara. Una vez más, su severidad y confianza eran tan excitantes. Me acerqué a él y agarré su polla. Lentamente, bajé sobre él. Su gran polla me abrió una vez más mientras descendía sobre él. Su polla se hundía más y más profundo hasta que se enterró hasta los huevos en mí. Puse mis manos en su pecho para estabilizarme mientras lo montaba. Su pecho era tan musculoso que me excitó todavía más y me hizo cabalgarlo aún más rápido.
Estaba fuera de mi zona de confort cuando le dije lo bien que sentía su polla dentro de mí y cuánto lo deseaba. Quería sentir cómo me llenaba con su leche. No tenía ni idea de dónde venía todo esto, ya que no me sentía yo misma. Reboté tan fuerte y rápido sobre su polla que mis tetas se agitaban por todas partes hasta que Gonzalo las tomó en sus manos y empezó a apretarlas.
Me dijo severamente que la tomara toda, que me clavara su verga hasta el fondo de la concha, que montara su polla con fuerza. Podía sentir que estaba a punto de correrse, pero yo también. Gonzalo empujó sus caderas dentro de mí, y yo sentí cómo su polla tocaba profundidades de mí que nunca antes había tocado. Cuando me acercaba a mi tercer orgasmo, Gonzalo me metió la polla hasta el fondo. Sentí su cuerpo tensarse mientras su polla convulsionaba dentro de mí, llenándome con su semen. Mientras llenaba mi coño con su enorme carga, apreté los labios de mi coño para ordeñar hasta la última gota de leche que salía de su polla.
Cuando terminó, se apartó de mí y se tumbó boca arriba a mi lado. Me acerqué, le agarré la polla y sonreí. «Cariño, mira el desastre que he hecho. Tengo que limpiar esto.” Envolví su polla con mi boca y lamí y limpié su semen y mis propios jugos de su polla. Me encanta tener una polla en mi boca después de que sale de mi coño.
Mirándome sonriente, Gonzalo me dijo que era una buena chica. Luego me dijo que esperaba que siguiera haciendo eso cada vez que nos acostáramos.
En ese momento, me di cuenta de que no se trataba de una aventura de una sola noche. Me estaba entrenando para querer más, para mostrarme cómo le quería y le necesitaba. Nunca me consideré una mujer que pudiera engañar a su marido, pero la idea me excitaba. Saqué mi boca de su polla para responder,
«Sí, quiero más de ti. Quiero todo lo que pueda de esto».
Me sonrió: «Buena chica». Sabía que me tenía. Sabía que acababa de someterme a sus necesidades. Después de limpiar a fondo la polla de Gonzalo, me tumbé a su lado. Me explicó cómo podría controlar el tiempo de mi marido. Él tendría el control y podría hacerle trabajar hasta tarde y enviarlo a viajes de negocios para que pudiéramos pasar mucho tiempo juntos. No nos veríamos sólo en encuentros fugaces por la tarde.
Las yemas de sus dedos me acariciaron lentamente la espalda y las nalgas, me sonrió y me dijo: «Bueno, este es el primer día de una buena y larga relación, ¿verdad?»
Le miré a los ojos, sonreí y respondí: «Sí, lo es. Estoy deseando tener más momentos como el de esta noche».
Las yemas de sus dedos siguieron acariciando mi cuerpo. Me frotó lentamente el culo con suaves movimientos circulares.
«Pasaremos muchos buenos momentos juntos, nena. Ya lo verás. Ahora dime, Liliana, ¿alguna vez te habían follado este hermoso y apretado culo?”
«No, cariño. Nunca he tenido sexo anal».
Él sonrió y susurró: «Bien, yo voy a desvirgarte el culo».
«No, no, tu polla es demasiado grande.»
«Oh, nena, me encanta tu culo. Uno tan hermoso y apretado como el tuyo necesita que le enseñen los placeres del sexo anal, créeme».
Sentí miedo al pensar en lo doloroso que sería. Me dijo: «Será un acontecimiento que iremos preparando, pero recuerda, lo que hagas por mí demuestra nuestro compromiso mutuo. Pero por ahora, quiero más de ese coño apretado. Ven, usa esa boca para prepararme y que pueda follarte otra vez».
Sonreí al oír que quería follarme más. «Oh, sí, cariño, quiero más de esto», dije, moviéndome entre sus piernas, y tomé su polla una vez más en mi boca. Los gemidos de Gonzalo llenaron la habitación. Siempre me ha gustado oír gemir a un hombre cuando le chupo la polla. Me excita mucho y me hace chuparlo más rápido. Cuanto más crecía su polla en mi boca, más subía y bajaba mi boca.
De repente, gritó: «Ponte a cuatro patas». Rápidamente seguí sus instrucciones y me puse a cuatro patas sobre la cama. Tiró de mí hasta el borde de la cama y se colocó junto a ella. Sentí su polla contra mi abertura. Sus manos me rodearon las caderas y sentí cómo me empujaba con su enorme y gruesa polla. Jadeé mientras me llenaba con su polla.
Gonzalo me clavaba su polla con fuerza y hasta lo más profundo de mi concha. Era sexo animal, básico, puro instinto. Embestía cada vez más fuerte y rápido. Con cada embestida, me hundía la cabeza en la cama. El sonido de su cuerpo golpeando con fuerza contra el mío y el aroma de nuestro sexo llenaban la habitación. De repente sentí un fuerte golpe en el culo mientras Gonzalo me azotaba. Nunca me habían azotado así, y me estaba excitando. Empujé mi culo contra su pelvis para clavarme más su polla mientras sentía las primeras oleadas de otro orgasmo. Grité, suplicándole más. Mi cuerpo empezó a temblar y mis gemidos se convirtieron en gritos de placer. Gruñí mientras mi cuerpo se tensaba y grité: “¡Me corro!».
Siguió penetrándome mientras yo seguía convulsionando en mi propio orgasmo. Cuando mi cuerpo se puso flácido, Gonzalo sacó su polla de mi coño. No me dio tiempo a recuperar la compostura. Tiró de mí y me metió su enorme tranca húmeda en la boca. Abrí mi boca hambrienta y saqué mi lengua lo más que pude para facilitarle la tarea. Me agarró la cabeza y me folló la boca. Una vez más, no fue gentil. Me metió la polla hasta el fondo de la garganta. Mis arcadas pasaron desapercibidas y él bombeó su polla dentro y fuera de mi boca. Sentí su polla agitarse y palpitar. Apreté los labios alrededor de su polla justo a tiempo para sentir los primeros chorros de su semen llenándome la boca. Chupé y tragué todo lo que me metió en la boca.
Aquella noche se convirtió en una estadía de tres días con Gonzalo, donde seguimos follando no sólo en las noches, sino también durante el día. Aquel fue el primer día de mi nueva vida. Desde hace tres años, Gonzalo y yo disfrutamos juntos de una aventura sexual inolvidable. Me ha cambiado la vida y nunca había sido tan feliz. A menudo hablamos de que me divorcie y empezar a vivir juntos, y aunque aún no ha ocurrido, estoy segura de que terminará pasando más temprano que tarde. Supongo que por ahora prefiero disfrutar del momento un poco más y creo que no tiene sentido estropear algo tan bueno. Además, vernos a escondidas lo hace todavía más excitante.