Todo empezó cuando yo, una joven de 22 años, conoció a un taxista de la ciudad Tumbes llamado Edmundo, mientras buscaba trabajo en Lima, este señor de unos 40 y tantos años aparentaba más edad, era bajito, canoso, de cabeza prominente y barriga ancha, me conversaba, pero yo trataba de ignorarlo.
Debido a su carisma no pude contenerme y le dije que estaba en la búsqueda de trabajo, pero no había tenido suerte y tenía que conseguirlo con suma urgencia pues ya se vencía el alquiler de mi cuarto, a lo que él me ofreció un trabajo sencillo y que por ser yo una chica de provincia como él me ayudaría, me ofrecía trabajo cuidando a su abuelo de 80 años, llamado Elías, yo haría la limpieza, la comida y lo que se ofreciera y el me pagaría una suma módica, al ser yo de provincia esta era la única buena oportunidad que se me presentaba por lo que accedí gustosa.
El abuelo era un anciano que andaba con dificultad, pero todo fue fácil, el amable taxista siempre me traía cosas, ropa, perfumes, etc. Hasta que un día se sinceró y me dijo que yo le gustaba para ser su mujer y tener hijos.
La verdad yo estaba bastante cómoda con la vida que llevaba, pero no quería nada con ese taxista panzón y viejo, pero lo pensé bien y decidí ser su mujer, claro que me cuidaría de salir embarazada, no quería estropear mi futuro.
Soy algo gordita de buen trasero y senos grandes supongo que eso lo convenció, pero debíamos consumarlo pues él quería una prueba de mi compromiso.
Ese día recuerdo bebi mucho vino pues quería soltarme y agarrar valor para estar con ese viejo asqueroso que si bien no me daba lujos me daba comodidad y seguridad.
Después de beber nos fuimos a la cama, el me empezó a sacar la blusa y solo bajo mi sostén para empezar a chuparme las tetas, lo hacía muy rico y me empecé a mojar, me dijo «mamita que ricas tetas tienes, me dan ganas de meterte duro la pinga» su vocabulario grosero me excitaba más me bajo el calzón para descubrir que estaba peludita y mojada, me puso en cuatro me empezó a lamer mis jugos vaginales hasta meter su lengua en mi ano, sentía su barba raspando mi entrepierna y los cachetes de mi culo, lamia muy rico y yo seguía mojándome más:
– que rica concha tienes mamita, ya te estás chorreando, seguro ya quieres que te meta la pinga, pero antes me la vas a chupar bien rico para metértela duro
– A ver? Sácala, quiero verla
Se veía un bulto en su pantalón y también una mancha del líquido preseminal. Se la sacó y era una cosa marrón gruesa y venosa de cabeza gordita, se veía toda brillante por el líquido, y no me aguanté se la empecé a chupar muy duro, tal cual lo hacía con mi padrastro.
– que rico la chupas mamita, ¿te gusta verdad, perrita? Asu como te la metes toda, tranquila amorcito, te voy a dar lechita de todas maneras.
– amor, tienes un pene muy rico pero por favor, se suave porque soy virgen.
– jajaja que vas a ser virgen tú, si la chupas como tremenda perra hambrienta, ahorita te voy a meter bien duro la pinga para que te acuerdes que no eres virgen, tremenda cachera.
El viejo este no era nada imbécil, yo estando boca arriba, procedió a abrirme las piernas violentamente y a meterme sus dedos gruesos asquerosos preparando mi vagina para su pene grueso.
– mira perra como estás de jugosa jajaja que vas a ser virgen, voy a meterte la pinga que te vas a chorrear encima de mi.
– no muy duro por favor aaaah
El muy desgraciado me la metió muy duro hasta el fondo y siguió dándome duro, mis tetas rebotaban y sentía sus testículos golpeándome, al principio me dolió pero a medida que seguía metiéndomela diciéndome:
– mamita te voy a dejar bien preñada, te voy a llenar esa concha para que sepan que eres mi mujer
No me pude contener y por primera vez me dio un orgasmo y bote mis ricos jugos en su pene grueso, lo deje brillante te mojado.
– mamita que rico, ya ves que te gusto que te meta duro la pinga? Ahora te voy a dar tu rica leche para preñarte.
Después del clímax, si me asusté por lo que dije:
– amor, mejor lléname la boca, me encantaría tragarme tu leche.
– jajaja que perrita hambrienta eres, que rico, tengo suficiente leche para tu boca y para dejarte preñada.
Me puso en cuatro y me empezó a dar muy duro, jalándome el pelo tomando impulso para darme lo más duro y profundo a mi vagina, hasta que ya no aguanté más y para sorpresa mía me vine de nuevo con su pinga dentro.
– Asu, que perra habías sido, cómo te gusta la pinga, voy a asegurarme de darte pinga y leche todos los días para que seas mi hembra fiel.
Pensé que con haberle dado mis jugos pararía, pero eso lo puso peor, me siguió jalando el cabello y metiéndome la pinga muy duro hasta el fondo, hasta que ya no pudo más y me llenó la vagina de su semen abundante, blanco y espeso. Mientras se agarraba el pene me puso de frente y terminó te botar su leche en mi cara y mis tetas, después procedió a meter en mi boca su pene lleno de semen blanco y espeso, sabia horrible pero yo solo quería mantener feliz a este taxista viejo y panzón.
– Te gustó la leche? Hice que te chorrees dos veces y tú sólo una.
– Sí, amorcito, prometo que me esforzaré, para ser tu hembra.
– Muy bien, mi perrita, ahora ya sabes lo que hace un macho como yo.
Y así pasaron meses de relaciones sexuales obligadas, aunque placenteras y yo sin quedarme embarazada, hasta que un día Edmundo trajo a su papá a quedarse con nosotros: don Alberto, era un señor de unos 60 años bastante irresponsable y borracho, le dije a Edmundo que no estaba de acuerdo, pero me insistió tanto que lo tuve que aceptar.
Don Alberto era un mañoso, se hacía el que no sabía que yo estaba en la ducha, aprovecho más de una vez para entrar y verme, igual en mi cuarto. No desaprovechaba oportunidad para rozar su miembro cuando yo estaba agachada. No quería decirle eso a mi marido Edmundo pues no quería problemas, su padre podría negarlo todo y yo quedarme sin hogar, por lo que me resigné a callar y aguantar hasta que este viejo de don Alberto se muera o se vaya, mientras yo seguía atendiendo al abuelo don Elías todo iba bien hasta ese día.
Mi marido Edmundo nos dijo que tenía varias carreras por lo que no vendría almorzar, yo acepté y me quedé con las dos momias, don Alberto y don Elías. No me agradaban, pero don Elías no era tan molesto o mañoso, alguna vez lo pesque viendo mis tetas pero eso era normal. Ya le había dado de comer a don Elías y me disponía a comer yo, cuando pasa don Alberto y roza mi brazo con su miembro evidentemente duro.
– Oiga don Alberto! ¡¿Qué le pasa?! Como me va a faltar el respeto a mi y a su hijo. Déjese de cochinadas
– pero si tu eres la cochina, que paras con eso vestidos pegados donde se te ven las tetas y el culo, más bien eres una calentona porque paras tentando a mi papá, ya me contó como te haces la santa y bien que te gusta sentarte en una pinga.
– óigame viejo asqueroso! ¡No le permito que me hable así! Lo que yo haga con mi pareja es mi asunto.
– tranquila mamita, yo no quiero pelear, creo que estás molesta porque aun no encuentras un macho que te haga sentir hembra.
– señor que le pasa?! Yo nunca le he faltado el respeto a usted. ¿Por qué me dice estas cosas?
– mira hijita, mi hijo no es tan hombre, yo te voy a enseñar lo que es un hombre.
– por favor don Alberto, que me dice?! ¡Pare ya!
A lo que se me acerca y me da un beso metiéndome su lengua tosca y gruesa en toda mi boca, agarrando duro mis nalgas.
– Déjame ver tus tetas
– no , por favor
– sí mamita, me muerto por mamarte rico esas tetas.
Don Alberto es más alto que mi marido y más gordo, de piel oscurecida por el sol, con manos gruesas y ásperas. Dispuso a romper mi vestido por la parte de adelante dejando al descubierto mis tetas, no llevaba sostén porque no iba a salir a la calle.
– ya ves lo putita que eres, ya me estabas esperando para que te chupe las tetas
– no don Alberto, se equivoca, yo estoy así porque no iba a salir a la calle.
– a quien engañas, así de puta andas con dos hombres en una casa.
– usted debe respetarme, aparte a un viejo como usted de seguro ya no se le para.
– me estas retando niña, quieres ver lo que te pierdes por andar con el cachudo de mi hijo.
– mmmm a ver sáquela.
– ya ves que eres bien puta.
Procedió a abrirse el cierre del pantalón y sacar un pene de casi 20 cm grueso y marrón y haciéndose duro, con unas bolas grandes, seguramente llenas de leche. Me quede con la boca abierta.
– Se te hace agua la boca, ¿no? ¿Te gustaría probarlo?
– por favorcito señor, ya basta.
A lo que termino se romper mi vestido y chupar mis tetas, muy duro, me tiro a nuestro lecho matrimonial y empezó a succionar mis pezones como si quisiera sacarme la leche. Después puso su mirada en mi vagina, me saco el calzón y procedió a meterme 1, 2, 3 dedos, gruesos y ásperos, yo estaba echada boca arriba con las piernas abiertas y el jalándome el cabello y dedeándome muy duro.
– estoy preparando tu vagina para esta pinga que te voy a meter.
– no por favor, don Alberto, no le haga esto a su hijo.
– eso le pasa por traer putas a esta casa, provocando a su papá y a su abuelo.
– abuelo?! Yo nunca aaaah
No me dejó terminar de decir y me la metió toda, es- pinga de mas de 20 cm, me dejo sin aire sentía sus bolas gigantes golpeando mis nalgas, una y otra vez, ese pene era el más grande que había sentido en toda mi vida y me dolía mucho pero también hacía que me moje del placer y se notaba por cómo salían mis jugos.
– que rica puta eres, mi papá tenía razón. Dios nos mandó a esta puta, pero ahora yo quiero que seas mi hembra, ahora ya no puedes regresar con tu marido.
– Don Alberto por favor, ya pare.
– me vas a dar tu juguito? Antes vas a chupar tus jugos de mi pinga, a ver si la chupas tan bien como dice mi papa.
– don Alberto no me haga esta humillaciógggrgrge
Y me metio su pingaza a mi boquita, la metia con toda su fuerza hasta el
Fondo y la sacaba para ver toda la saliva y lo dura que se había puesto y lo hinchada y roja que tenía la cabeza, seguí chupándosela muy duro ya a voluntad propia porque su pinga si estaba muy rica y mas gruesa en comparación a la de mi marido.
– ya ves lo puta que eres, no te aguantas al ver una pinga de macho
Pare por un instante y le dije:
– por favor don Alberto, no le diga nada a Edmundo.
Procedí a seguirle chupando la pinga muy duro.
– Si me prometes dejarte meter la pinga de vez en cuando no lo haré y una cosa más
Pare de chupar esa pinga rica y dura.
– dígame!
– quiero que hagas feliz a mi papá
Pare de hacerlo.
– ¿que? Usted es un enfermo
– Mamita, él los ha visto y me dijo que esta antojado de ti, se saca la leche pensando en ti, míralo.
No me había dado cuenta pero don Elias estaba en el umbral de nuestro cuarto matrimonial, solo con una bata, masturbándose. Tenía un pene bastante largo pero no tan grueso, el pobre no podía quedarse mucho tiempo parado por lo que se echó en la cama con el dorso descubierto y con su pene erecto.
– chúpasela, si no se la chupas, le voy a decir a mi hijo que tú nos provocaste y que somos hombres y somos débiles.
– por favor no me haga esto.
– no te quieras hacer la santa que se te salían los jugos cuando te la metía.
– Esta bien don Alberto, se la voy a chupar a don Elías pero nada más.
Yo estaba desnuda y el viejo asqueroso de don Elías me pidió que me acerque y me metió su lengua en la boca mientras jalaba mis pezones, me dio asco pero me excitaba, se la empecé a chupar y sentía como su pene largo se hacía grueso, sabia muy rico su presemen y justo cuando estaba disfrutando la chupada a don Elia, a don Alberto se le ocurre abrirme de piernas y metérmela hasta el fondo, casi grito de dolor pero don Elías sujeto mi cabeza para que siga con mi labios, mientras don Alberto me la metía muy duro cogiéndome los brazos don Elías sostenía mi cabeza metiendo su pinga hasta el fondo de mi garganta. Hasta que don Alberto dijo:
– quiero que te montes a papá.
– yo solo dije que se la chuparía
Cuando alzo la mirada vi un pene largo y marrón con una cabeza rosada brillante con unas pelotas grandes colgando y sí se me hizo agua la boca.
– ya vi que te la quieres montar puta, haz feliz a mi papá,
Me senté y lo sentí muy profundo y así empecé a montar a don Elías que me jalaba los pezones, me alce un poco subí mis caderas y el empezó rápidamente a penetrarme, ese viejito que caminaba con dificultad empezó a penetrarme muy rico, me abalance sobre dejando mis tetas a su alcance para que me las chupe y efectivamente así lo hizo, fue muy rico, eso hacia dilatar mi ano, algo que don Alberto noto.
– Mamita, que rico ano tienes, se te está abriendo de lo rico que te la está metiendo mi papa
No dije nada pues era cierto, ese viejo de mas de 80 años me estaba haciendo el amor muy rico a lo que no aguante y grite muy fuerte y me vine encima de la pinga de don Elías mientras el seguía feliz penetrándome profundamente, don Alberto vio como mi ano estaba dilatando y quiso probar suerte.
– Mamita, te voy a penetrar tu ano, lo tienes dilatado y listo
– no por favor, don Alberto
Don Elías me abrazó dejando mi ano expuesto para que don Alberto me penetre.
– Por favor don Alberto, es la primera vez que me hacen anal
– te va a gustar mamita, vas a ver que te vas a venir de los dos lados
– Con cuidado por favor
Cuando menos lo pensé tenía a dos viejos penetrándome muy rico, me ardió el anal pero estaba tan excitada que mi ano estaba lo suficientemente dilatado para soportar toda esa pinga gruesa, mientras don Alberto penetraba mi ano deliciosamente don Elías me chupaba las tetas y seguía penetrando mi vagina, ya no podía aguantar más me iba a venir de nuevo
– Don Alberto, ya me voy a venir de nuevo, no aguanto.
– está bien mamita, yo también te voy a llenar de leche ese ano tan rico que tienes.
– Gracias don Alberto, me estoy viniendo, me vengo
Siguieron penetrándome duro, don Alberto saco su pene de mi ano solo para mostrar lo ancho que me lo dejó, y seguía dándome. Don Elías ya no podía aguantar más y me llenó la vagina de leche, chupándome siempre las tetas, hasta que llegó el turno de don Alberto, wow como sentí ese chorro caliente que llenaba todo mi ano, fue muy rico y el simplemente seguía con la pinga dura penetrándome.
En toda esa locura no me di cuenta que ahí estaba mi marido, viéndome ser penetrada y llenada de semen por su padre y su abuelo, él estaba masturbándose, solo tenía su pene afuera, no aguanto las ganas y con su padre y su abuelo dentro de mi decidió que mi ano era suyo.
– Papa déjame penetrar el ano de mi señora, te dejo su vagina.
– Edmundo que haces?
– cállate puta, te va a encantar que te llene el ano de mi semen.
Don Alberto no decidió retirarse, empezó a penetrar mi vagina junto con don Elías que estaba echado y dejo mi ano a su hijo, la verdad se notaba la diferencia de tamaño pero Edmundo estaba molesto y me dio muy duro para que yo sepa que yo era su hembra, me lleno el ano de su semen y su padre y su abuelo compartiendo mi vagina me llenaron de leche también, don Elías me dijo que seguro me preño porque él es un macho de verdad, de eso ya paso un año y tuve un niño, definitivamente no es de Edmundo porque los únicos que me llenaron fueron don Elías y don Alberto pero Edmundo cría a este niño como si fuera suyo sin saber que podría ser su hermano o su tío.