Una suegra inolvidable

Había pasado un fin de semana horrible. Entre el calor de ese tórrido verano y su decaimiento moral, la noche de ese domingo parecía interminable. Nora se sentía mal desde hace unos meses, pero ese día la situación se agravó. Un sentimiento de abandono la sumió en una depresión de la cual le resultaba difícil salir. Si bien se daba todos los gustos materiales, estos no alcanzaban a complacerla. De nada valían sus sesiones de gimnasio ni sus frecuentes encuentros con sus amigas, a sus espléndidos 59 años se sentía sola.

Alfredo su esposo había fallecido hace cuatro años y desde ese entonces vivía sola en un departamento demasiado grande. Ese domingo había almorzado con sus amigas, algunas divorciadas y otras viudas como ella y esos momentos la habían sustraído de su abatimiento, pero ahora se encontraba sola en una gran cama que resaltaba aún más la falta de un hombre que la contuviera y aplacara su soledad.

De nada había valido que intentara masturbarse para calmar su inquietud y conciliar el sueño. Forzó la memoria para tratar de excitarse. Así fue como trajo a su mente sus encuentros sexuales con su difunto marido y con algunas aventuras antes y después del matrimonio. Imaginó que en su cama estaba aquel muchacho rubio que hace gimnasia en el mismo sitio que ella. No hubo caso, su zona vaginal estaba seca y el roce con la yema de sus dedos le producían más molestias que placer. A las cansadas el sueño llegó muy avanzada la noche.

A todo esto, ese domingo, Marcelo, el yerno de Nora, había regresado temprano a su casa después de dejar a su familia en un lugar de veraneo. El lunes se levantó a las 6 de la mañana porque el calor lo agobiaba. Tenía que darle una mirada a un predio donde pensaba mudar su oficina que estaba muy próximo al departamento donde vivía Nora. Ya en camino, se le ocurrió pasar por lo de su suegra para saludarla y tomar un café con ella. Sabía que Nora era madrugadora y no la iba a incomodar.

Cuando sonó el timbre del departamento eran las 8 de la mañana. Nora despertó sobresaltada preguntándose quien podría ser a esa hora. Sin reparar que estaba cubierta solo con un babydoll muy liviano casi transparente con que se había acostado, acudió a la puerta para mirar por la mirilla. Vio que se trataba de su yerno y se asustó por lo intempestivo de la hora, abrió la puerta y preguntó:

—Marcelo que pasa? ¿Algo malo?

Marcelo sorprendido y un tanto alucinado por la somera vestimenta de su suegra que dejaba traslucir, resaltando su maravilloso cuerpo, unas tetas que la transparencia del babydoll ponía frente suyo, respondió:

—Buen día Nora, tranquila que está todo bien. Calma por favor. Tengo que ver unas oficinas acá cerca y como es muy temprano se me ocurrió pasar a saludarte y tomar un café. No me imaginé que te despertaría.

—Ah, menos mal, pensé que había algún problema familiar. Siempre pensando lo peor.

Recién ese momento cayó en cuenta lo inconveniente de su vestimenta y se excusó para ir a vestirse. Se alejó hacia el dormitorio seguida por la mirada de su yerno que se regodeaba viendo las grupas de esa hermosa mujer prácticamente desnuda. Al cabo de unos minutos regresó cubierta con una levantadora, lavado el rostro y peinada.

—Realmente me sorprendiste porque estaba profundamente dormida cuando sonó el timbre. Anoche me desvelé y me dormí como a las tres de la madrugada.

—Huy, de haberlo sabido no pasaba a visitarte. Perdóname.

—Por favor, siempre es un gusto verte. Voy a la cocina y preparo algo para que desayunemos.

Marcelo la siguió a la cocina sin dejar de mirarla. Preguntó:

—¿Qué pasó que no podías dormir? ¿Algún problema?

—Cosas de viuda. De pronto la soledad en que vivo se me hizo insoportable. A veces es muy duro sobrellevarla.

Al decir esto, la angustia volvió a hacerse presente y algunas lágrimas asomaron en sus ojos. Ante ese panorama Marcelo se apresuró a abrazarla fuertemente para darle consuelo “¿Qué pasa Nora?” Preguntó, “nada, nada…”, respondió ella. Con el abrazo se unieron las cabezas y sin querer Marcelo posó sus labios en una de las orejas de su suegra. Nunca imaginó que el solo contacto de sus labios con la oreja le produciría a Nora un temblor generalizado por todo el cuerpo que la llevó a apretarse aún más al cuerpo de su yerno.

La razón de esa situación que Marcelo ignoraba, era que su suegra tenía en las orejas los puntos más eróticos de su ser. El estrecho contacto físico revolucionó las neuronas del yerno que sintió que su miembro comenzó a tomar una dureza incontenible que Nora sintió plenamente sobre su pubis la desorientó. El contacto de una verga endurecida sobre su cuerpo acabó por derribar su inhibición y acabó con sus defensas morales, que la llevó a apretarse más al cuerpo de Marcelo. Además, respondiendo a un impulso impensado e incontenible, con un rápido movimiento de cuerpo logró que el pene de Marcelo se ubicara próximo a su vértice vaginal.

Ante esa evidencia física, Marcelo, aunque sorprendido, no dudó ni un instante y tomando el rostro de Nora en sus manos apretó sus labios en los de su suegra, quien abriendo la boca recibió la lengua de su yerno en un beso prolongado. Así estuvieron durante un largo rato, donde también las manos buscaron sumarse a la situación. Marcelo apretó con las suyas el culo de Nora, y ésta acarició la verga de su yerno.

El descontrol se apoderó de ambos. Rápidamente buscaron refugio en el dormitorio. Parados junto a la gran cama matrimonial Marcelo le quitó la levantadora de Nora y apartando los breteles del babydoll dejó que éste cayera a los pies dejando a su suegra con sus senos descubiertos y solo cubierta con una tanga. Nora, a su vez, le quitó la camisa que llevaba Marcelo y desabrochó el cinturón para dejar caer el pantalón que rápidamente voló por el aire. Luego llegó el turno a las prendas restantes. Enfrentados, desnudos, se dejaron caer en el lecho.

Todo esto ocurría en absoluto silencio. Solo se escuchaba las respiraciones acezantes y el jadeo de ambos. Ni una palabra, nada, como si estuvieran interpretando un libreto predeterminado. Marcelo se dio un tiempo para observar detenidamente a su suegra, y lo que veía era realmente fascinante. El cuerpo de una mujer madura que lucía como una mujer con mucho menos años, 45 tal vez. Una silueta perfecta y curvilínea donde tan solo sus pechos algo caídos podían llegar a denunciar la edad.

Con la mirada acordaron el siguiente paso y éste era tenderse en la amplia cama. Se acostaron abrazados y siguieron besándose durante unos minutos. Fue así que Nora totalmente excitada por la situación que estaba viviendo, tomó la endurecida verga de Marcelo la colocó entre sus piernas rozando su vagina que ya estaba lubricada por sus jugos. Con ligeros movimientos de cadera comenzó a hacer rozar el falo contra su clítoris, el placer inundó todos sus sentidos, el goce se hacía interminable. Anoche soñaba con un momento así, y ahora lo estaba sintiendo con intensidad.

De pronto sintió que su cuerpo se estremecía, se sintió llevada a una nube donde el placer la inundaba por completo. Sintió que perdía el sentido, y de inmediato se convulsionó con un orgasmo que hacía muchísimo tiempo no experimentaba. Profundo y extenso que la llevó a apretarse a Marcelo y clavarle las uñas en la espalda.

Marcelo asistía a la escena con cierto desconcierto porque nunca había sido espectador de un orgasmo vivido con tanta intensidad. Se limitó a besar a Nora y seguir sosteniendo su falo entre sus piernas. Cuando Nora recuperó los sentidos se limitó a preguntarle “¿todo bien?”. Nora asintió con la cabeza y respondió “fabuloso”. El yerno comprendió que su suegra estaba satisfaciendo una profunda necesidad sexual y decidió ponerse a la altura de las circunstancias. Comenzó a besar y acariciar a Nora desde su cuello, hombros, lamidas a sus pechos y succión a sus pezones, que, por cierto, estaban duros por la gran excitación de su dueña.

El juego de caricias, besos, lamidas y chupeteos a las tetas duró un buen rato. Ella, que no cesaba de gemir y suspirar dando la pauta del goce que sentía, con sus manos acariciaba la cabeza de Marcelo. Éste siguió su recorrido deslizándose muy lentamente. Se detuvo en el ombligo y zonas adyacentes, bajó al pubis y ahí se encontró con una manta de pelos cuidadosamente arreglados formando una V invertida. Hundió su cara en el pelambre y empezó a sentir el olor de hembra en celo que venía de la zona vaginal, que lo excitó aún más. Continuó su viaje y abriéndole suavemente las piernas expuso la zona vaginal a su merced.

Nora estaba en la suma de la excitación, presentía que su yerno llegaba a sus partes íntimas para comerle la panocha, y no se equivocaba. Marcelo, entre tanto, frente al manjar que tenía ante sí, no daba crédito a lo que estaba pasando. Durante unos segundos observó con detalle, vio que tenía ante sus ojos una vagina de labios externos delgados que daban marco a una vulva rosada que no había recibido atención masculina por un largo tiempo y que invitaba a un deleite para sus sentidos.

Comenzó besando la entrepierna, su lengua se posó sobre las paredes vaginales y entreabriéndolas, comenzó a lamer en forma continua de arriba hacia abajo saboreando los jugos que ahora sí derramaba Nora en abundancia. Inquieta, como suele ser, la lengua se introdujo en la vagina para hurgar y recorrer todos los rincones. Lamidas y chupones se sucedieron por varios minutos porque también Marcelo sentía placer al hacerlo y no se cansaba. Su cara totalmente pringada por los jugos de Nora denunciaba la pasión con la hacía de ese cunnilingus una cuestión de vida o muerte.

La sesión siguió con la penetración lingual hasta donde alcanzaba su longitud. Mientras Marcelo hacía esfuerzos para poder respirar y seguir mamando, Nora deliraba de placer y dejaba oír sus gemidos acompañando su agitada respiración. Pensaba que nunca le habían comido la cachucha con tanta habilidad y empeño, y deseaba fervorosamente que su yerno no se detuviera. Tanta era su lujurioso goce, que sus manos apoyadas en la cabeza del yerno, pujaba hacia su sexo para procurarse mayor placer. La sesión duró un buen rato y culminó cuando la lengua buscó y encontró el clítoris escondido en su funda.

Solo tocarlo y Nora pegó un brinco arqueó el cuerpo apretando sus piernas. Marcelo no cesó en la labor y comenzó a chuparlo una y otra vez hasta que su suegra dando un fuerte grito volvió a entregarse en un orgasmo total.

Con esa entrega, Nora quedó en un limbo de goce absoluto y con escasas fuerzas. Necesitaba recomponer su respiración y recuperar la energía que había dejado en ese orgasmo tan profundo a la que la había llevado la mamada de su yerno. A su lado, Marcelo se limitaba a seguir acariciando su cuerpo, más precisamente sus tetas. Estaba muy empalmado y sentía que había que retomar la actividad, pero esperó una reacción de su suegra. Ésta, cuando volvió a recuperar los sentidos sintió que estaba en deuda y se aferró a la verga de Marcelo para acariciarla y tomar noción de lo que le esperaba.

Sentía que volvía a recuperar la sexualidad perdida y que ese ariete que sostenía en sus manos le devolvería el goce tan añorado. Mientras esperaba el momento de la penetración que ansiaba profundamente, se deslizó hacia el falo y lo llevó a su boca para hacer una mamada. Estaba duro como una roca; ya en su boca, empezó por lamer el glande que estaba morado por la excitación de Marcelo.

Volvió a sentir en su lengua el sabor de los jugos masculinos que tanto extrañaba, y entonces chupó y chupó sin cesar. Durante tanto tiempo rogando al cielo que esto le sucediera, y ahora no quería que esto acabara. Sintió que su boca se empezaba a cansar cuando su yerno le pidió que se detuviera porque estaba a punto de derramarse.

Ya era tiempo de consumar la gesta amatoria. Nora con su respiración agitada y sus ojos suplicantes pedía la penetración. Con la suavidad que marcaba la situación, Marcelo colocó a Nora de espaldas, levantó sus piernas sobre sus propios hombros para tener a la vista el ardiente coño de su suegra, lo vio totalmente empapado y listo para recibirlo. Fue entonces que tomando su pene endurecido lo situó sobre la vagina de su suegra y lo agitó muy despacio sobre los labios externos de arriba hacia abajo en repetidas ocasiones. Buscaba excitar aún más a Nora quien ante la evidencia de lo que se avecinaba, cerró los ojos y se dispuso a esperar el colmo del goce con la inminente penetración.

Como quedó dicho, la vulva estaba saturada de los jugos de Nora y facilitaba la acción. Sin embargo, Marcelo en lugar de dar un impulso fuerte, comenzó a introducir su verga muy lentamente para no incomodar un sitio no recorrido por años y a la vez experimentar en todo su ser, el placer infinito de sentir que su miembro se deslizaba triunfante por el canal vaginal A todo esto, Nora expectante, sentía que esa barra de carne ganaba milímetros a milímetros en su cavidad produciéndole un enorme goce. Con sus manos se aferraba a los brazos de Marcelo que la tomaba de la cintura y deseosa de que la penetración llegara hasta el fondo, pujaba con su cadera.

Se cruzaban miradas que expresaban el inmenso goce que compartían. Cuando Marcelo observó que su embestida había llegado a la meta, comenzó el conocido movimiento de meter y sacar, lentamente primero y con frenesí de inmediato. Sintió que la llegada de su orgasmo estaba al caer y dijo “me vengo, me vengo” y comenzó a derramar su simiente en largas entregas que Nora al sentirlas llegar acompañó con otro orgasmo que la hizo dar un fuerte grito de placer diciendo “que lindo, que hermoso” y que el yerno acalló con un beso en sus labios.

Como la entrega había sido prolongada y profunda, los cuerpos clamaban calma y descanso. Quedaron recostados tomados de la mano. Cuando Nora retomó la conciencia se le oyó un “gracias Marcelo, muchas gracias” que el yerno recibió con cálido beso en la mejilla de su suegra, al tiempo que respondió “tal vez el agradecido debería ser yo, creo que fue de lo mejor en mi vida”.

Abrazó a su suegra y la besó con pasión. Luego paso al baño para higienizarse. Se vistió rápidamente y besando a Nora le dijo “a la noche regreso”. Nora lo miró fijamente y respondió “te estaré esperando… “.

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