Todo empezó cuando yo, una joven de 22 años, conoció a un taxista de la ciudad Tumbes llamado Edmundo, mientras buscaba trabajo en Lima, este señor de unos 40 y tantos años aparentaba más edad, era bajito, canoso, de cabeza prominente y barriga ancha, me conversaba, pero yo trataba de ignorarlo.
Debido a su carisma no pude contenerme y le dije que estaba en la búsqueda de trabajo, pero no había tenido suerte y tenía que conseguirlo con suma urgencia pues ya se vencía el alquiler de mi cuarto, a lo que él me ofreció un trabajo sencillo y que por ser yo una chica de provincia como él me ayudaría, me ofrecía trabajo cuidando a su abuelo de 80 años, llamado Elías, yo haría la limpieza, la comida y lo que se ofreciera y el me pagaría una suma módica, al ser yo de provincia esta era la única buena oportunidad que se me presentaba por lo que accedí gustosa.