El novio de mi prima

Las 5 de la tarde. Desde primera hora de la mañana había estado dando vueltas, primero a recoger a familia que venía de fuera, llevarles corriendo a casa para que se cambien. La boda a la 1 del mediodía, la comida a las 3, ya estamos terminando, estoy agotado porque encima anoche tocó salí con todos los primos que habían venido el día anterior y claro, como no están acostumbrados a venir a la ciudad, que mínimo que sacarles de marcha.

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Eva y el chico de 18 años

Como mis anteriores relatos, este sucedió hace varias décadas, si alguien sigue mis relatos sabrá que había conseguido dominar a Eva una mujer de un cierto nivel social, era una beata de tomo y lomo, pero yo estaba consiguiendo, poco a poco transformarla en una zorra total.

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Más sexo en la Biblioteca

Esta historia sucedió con una compañera de trabajo, fue una situación de “soborno” de parte de ella, puesto que se dio cuenta de todo lo que sucedió la tarde en que estuve con María teniendo sexo aquí en la biblioteca donde trabajo.

Resulta que esta chica llamada Georgina, noto cuando apagué las luces, y sobre todo cuando me encerré con María, ella al día siguiente en que sucedió lo anterior, me saludó de una forma que nunca lo había hecho, y cuando me besó la mejilla, me alcanzó a decir “espero que a mí me toque un buen pedazo de tu tranca eh”, eso me saco inmediatamente de onda.

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Mi tía en el pueblo fue solo mía

Les voy a contar una historia que me sucedió cuando tenía solo 19 años y sucedió con mi tía que entonces tenía 45 años. Con catorce años me había marchado con mis padres a Cataluña, a un pueblo cercano a Barcelona, pero cada año en agosto bajamos mis padres y mis hermanos al pueblo a visitar a mis abuelos donde también vive un hermano de mi madre, mi tío Andrés con su mujer Juana y dos primos.

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Mi novia le da su despedida a su compañero de trabajo

Encuentro de despedida en el hotel

La habitación del hotel estaba con ventanas y persianas cerradas que bloqueaban cualquier rastro del mundo exterior. Las luces del techo y las lámparas de mesita estaban encendidas, bañando cada rincón en un resplandor cálido y crudo que exponía cada detalle. Luci quería verlo todo, y yo también. El silencio era absoluto, roto solo por los sonidos que pronto llenarían el espacio: jadeos, gemidos, el choque de sus cuerpos. Me senté en un sillón clásico de hotel, de tela beige con patas de madera, justo frente a la cama, con una vista directa a la acción. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de excitación ardiente y un nudo de celos que me apretaba el pecho.

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La enfermera casada

Me dijeron que había una nueva enfermera, “es jovencita, delgada, seria, tranquila y bonita…, pero es casada”. Un rato después llegó, alta, cabello al hombro, simpática y muy tímida. Agradable en general, y con unas nalgas no muy grandes, pero sí atraían la mirada y las ganas.

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