Era sábado y había esperado con ansias el fin de semana. Quería salir a tomar algo delicioso y sin duda hacer algo muy caliente junto con mi esposo. Como a las 10 de la noche, tomamos un taxi hacia un bar de la ciudad para gente de amplio criterio. Al llegar escogimos una mesa junto a la pista de baile. Por algunas horas estuvimos bebiendo unas bebidas increíbles, deliciosas y muy desinhibidoras. Me sentía muy apasionada, así que me daba grandes y jugosos besos franceses con mi esposo. Para la ocasión me había puesto un vestido muy corto, que dejaba ver mis bien torneadas piernas, pero tan corto que mis nalgas alcanzaban a asomarse apenas me inclinaba. También era tremendamente escotado, lo que hacía que mis grandes y bellas tetas casi escaparan. Casi a la media noche, los besos y las caricias con mi marido eran cada vez más calientes. Sabíamos que para esos momentos alguna pareja ya debía tener sus ojos fijos en nosotros. Y así fue, de repente fuimos sorprendidos por unos tragos especiales, enviados por una pareja de una mesa cercana. Lo que agradecimos levantando nuestros vasos y llamándolos para que se pasaran a nuestra mesa.