Mis primeros pasos como putita

Entrando en mis veintes, estudiante universitario de una carrera prestigiosa en una de las mejores universidades del país, tenía una novia muy guapa alta, unos senos como montañas de carne y caderas pronunciadas, piernas torneadas, tonificadas por años de voleibol y un trasero envidiable, ya teníamos más de un año de relación, yo vivía solo en la capital en un departamento amplio en una zona acomodada, sin mayores sobresaltos.

Ella me visitaba y se quedaba fines de semana completos o varios días de lunes a viernes, el sexo era extraordinario, mis necesidades sexuales estaban más que satisfechas, por la frecuencia sus visitas y estadías, dejaba sus artículos personales en mi departamento, desde el cepillo de dientes, secador de pelo, artículos de belleza, hasta que su empezó a traer parte su ropa, como era una chica muy guapa, su ropa era bellísima, desde faldas, vestidos, poleras hermosas y una ropa interior de ensueño, que ocupaban la mitad de un armario en mi habitación, esto despertó la hembra silente que estaba dentro de mi.

Después de sus visitas y una vez que terminaba todas mis labores, me entregaba completamente a explorar todas las posibilidades con la ropa de mi novia, que me quedaba de maravilla, conjuntos de lencería de todos los colores, minifaldas, polleras cortas, camisas, todo se amoldaba muy bien a mi cuerpo, como practicaba mucho deporte mantenía una figura bien delgada y con algo de curvas, especialmente mi trasero bien firme y de tamaño más que apetecible, me miraba al espejo, hacía poses, me tomaba fotografías, con orgullo ante el portento de hembra que se reflejaba en él, todo esto lo hacía en un trance de excitación y feminidad.

Fueron varias noches que me quedaba tirada en la cama rendida después de tanto masturbarme con lencería y ropa de mi novia, algo me impulsaba a ir un paso más adelante, así que decidí compartir mi experiencia entrar al mundo de internet, compré una webcam e ingresaba a chats gays y bisexuales de mi ciudad.

Con el siguiente anuncio “Joven, inexperto, 100% pasivo, que gusta usar lencería femenina, busca activo, maduro, discreto y varonil”, las solicitudes llenaron mi casilla de entrada, así que inicié mi proceso de selección, mientras exhibía mis atributos femeninos por la cámara, excitada al pensar que un señor se estaba masturbando y eyaculando al otro lado de la pantalla, me hice adicta a esto, noche libre que tenía, me dedicaba a complacer las solicitudes de estos señores, luciendo, jugando e introduciendo objetos en mi cola.

Aparecieron muchos pretendientes, mi primer filtro, mayores de 55 años, segundo, idealmente casados por la discreción, tercero, con poca experiencia y cuarto, idealmente dotados o un miembro viril agradable a vista, hasta que decidí por dos seleccionados, maduros casados 58 y 60 años, la primera vez no fue tan destacable, entre nervios e incomodidad, no hubo nada muy sobresaliente, no eran muy dotados, ellos me estuvieron follando un par de veces, encuentros furtivos y rápidos.

No me sentía completamente satisfecha, pero eran los primeros pasos necesarios para ir ganando confianza en este terreno, a veces muy putita, tenía una cita en la tarde con uno y en la noche con otro, terminaba con mi cola bien dilatada y dolorida, mientras llevaba mi vida normal, cumpliendo mis compromisos académicos y relación con mi bella novia.

Después de eso, tuve un par de encuentros con otros señores, todos maduros desde 55 años para arriba, hasta que conocí al que me conquistó y pudo saciar todas mis necesidades de hembra.

Un señor de 65 años, ascendencia europea, alto, 1,95 m de estatura, corpulento, ejecutivo de una transnacional, casado con familia numerosa y tradicional, yo soy alta, mido 1.80 m y delgada, con un cuerpo de “twink”, pero nalgona, con él me sentía pequeña, tenía un pene maravilloso, sobre los 20 cm de carne dura y grueso, era como un tubo, con un glande inmenso, me contactó por una página de citas, conversamos mucho tiempo, me entregó detalles personales, que me dieron confianza, era casado, muy discreto y tenía muy poca, casi nada de experiencia con chicos o chicas trans.

Pero me relataba siempre tuvo la curiosidad de probar alternativas, hasta que nos atrevimos a dar el paso de la cita, nos reunimos en un departamento que se alquilaba por horas, en el centro de la ciudad, yo lo alquilé porque me gustaba tener el control del lugar de encuentro, así no estar merced de la incertidumbre de ir a cualquier lugar, lo espere con una botella de vino, me preparé, con lencería, pero sobre esta me puse ropa de chico, polera y jeans, hasta que sonó el timbre, me dirigí a abrir la puerta con el corazón a mil por hora, cuando abro la puerta, tuve un disparo de mis hormonas femeninas, grata fue la sorpresa al ver un señor guapo con un cuerpo forjado por jornadas extenuantes de remo, pero se notaba bastante nervioso.

Con el señor platicamos largo y tendido, sobre gustos personales, familia, deportes, etc., siempre con una copa de vino en la mano, para relajarnos y romper esa tensión de principiante, hasta que le dije, que me iba a preparar, el aceptó con agrado, me dirigí al baño, me saque la ropa de chico, me puse una peluca larga y negra, la ajusté muy bien, perfume de mi novia, crema en el cuerpo, ya estaba depilada y con mi colita bien vacía para no tener ninguna sorpresa, con un sugerente conjunto de lencería negra, que había comprado especialmente para la ocasión, me miré al espejo, me sentía una diosa y me di ánimo como una amazona antes de la batalla.

Aún recuerdo su cara de asombro, al ver a una “chica”, alta como modelo de pasarela, con nalgas firmes y voluminosas, piernas torneadas, con un conjunto de lencería delicado y bello, como una amazona, es un espectáculo que nunca iba a olvidar.

Me acerqué lentamente, se encontraba sentado en un sillón, le di la espalda y puse mi trasero a la altura de su cara, acariciaba mis nalgas con incredulidad y muchas ganas, me las besaba románticamente, unas suaves palmadas asombrado de la turgencia de estas, tocaba mis piernas que estaban con unas medias negras hermosas y suaves, yo paraba mi colita para facilitar su tarea, sus besos en mis nalgas cada vez eran más lascivos, hasta que hizo algo que me sorprendió y agradó a la vez, hizo a un lado mi tanga y con su lengua empezó a explorar mi rajita, hasta que encontró mi anito.

Yo me incliné un poco, parando mi cola y abriendo mis nalgas con mis manos para que tuviese un mejor acceso y vista, después que haber devorado mi ano, con este bien dilatado y húmedo, correspondía devolver la atención, con ese macho de exhibición sentado cómodamente en el sofá, me puse a gatear y me fui a su entrepierna, entendió mi intención, bajó sus pantalones y quedó con ropa interior, se veía un gran bulto, que empecé a acariciar con ambas manos y jugaba con sus huevos grandes también, no aguante más las ganas y retire su ropa interior, una grata sorpresa, una verga gigante y hermosa, la mejor que había visto en mi vida.

Me acerque, su aroma a macho era embriagante, empecé a besar el largo tronco, masajeaba sus huevos, metía sus huevos en mi boca, lamia su glande como un cono de helado, hasta que me la empecé a meter en la boca, por el tamaño y grosor, con su glande sentía mi boca al límite, llena de una bola de carne, trataba de tragarla entera, pero llegaba hasta un poco más de la mitad de ese largo tronco, su glande copaba mi garganta.

Así estuve varios minutos mamando, hasta que el señor no aguantó más, empezó a jadear, tomaba mi cabeza, movía sus caderas follando mi boca aumentando el ritmo progresivamente, hasta que expulsó todo su semen, en nuestras conversaciones previas, le había sugerido que fuera bien acumulado antes de la cita, para tener la primera corrida en mi boca, el señor siguió las indicaciones, juntó leche una semana, recibí un semen de sabor intenso, espeso como crema, con aroma de macho, quemaba mi garganta, no desperdicié ninguna gota, limpie bien su tronco y glande, eliminando todos los restos de semen, apretaba su tronco para sacar hasta la última gota.

Frotaba su larga tranca por mi cara, como si estuviera adorando a un tótem de carne, le dije, “es hora que vayamos a la cama”, se desnudó completamente y nos fuimos caminando a la cama, yo lo llevaba tomado por la verga, por delante de él, moviendo mi cola con exageración para darle un espectáculo, estaba muy fogosa y sorprendida, que a pesar de la potente eyaculación, su verga mantenía su tamaño y firmeza.

En la cama, me puse como una perrita, con la cola bien parada, le dije, mientras te recuperas, puedes jugar con mi cola, él con sus grandes manos, tomaba mis nalgas, las apretaba y acariciaba, hasta que empezó a meter sus largos dedos en mi cola, se sentía tan rico, una confluencia de sensaciones placenteras, yo gemía lo más putita posible, empezó con un dedo, y tímidamente trataba de meter otro, hasta que pudo acceder a mi golosa entrada, llegó el tercer dedo, yo gozando como una cerda, eran dedos gruesos y largos y lo instaba a meter más dedos, con cuatro dedos llevó al límite la elasticidad de mi ano.

El notó la resistencia de mi agujero, me ordenó acostarme boca arriba, como una sirvienta sumisa obedecí, subí mis piernas, exponiendo mi rayita, con mis dedos abrí mi rosado esfínter, en una atmosfera de deseo y erotismo, le digo “estoy lista, métemela por favor”, ahí me encontraba, toda abierta y dispuesta a recibir ese mástil de carne que tenía este señor, se ubica entre mis piernas, era un hombre inmenso, con todo el juego previo que hizo con sus dedos en mi cola, esa masa de carne que tenia de glande, entró fácilmente, y lentamente empezó a hundir ese grandioso pene en mi cola, quería disfrutar cada centímetro, entraba un poco y paraba.

Me preguntaba cómo lo sentía, yo me sentía en las nubes, le respondía ” muy rico, me encanta, métemela toda”, entraba un poco más y hacía una pausa, quizás estaba acostumbrado a que mujeres de quejaran por el tamaño de su herramienta, pero viendo mi cara, era solo placer y concentración en sentir cada centímetro, yo lo masajeaba con contracciones rítmicas de mi recto, hasta que él no se contuvo más y me la clavo hasta el fondo, sentí el tope de sus huevos golpear en mi cola, su glande muy profundo dentro de mí, presionando de lleno mi punto g, me sentí la perra más afortunada, en tener ese grandioso pene dentro de mí, lo tuvo varios minutos en las profundidades de mi recto.

El quieto con los ojos cerrados, quizás concentrado en todas las sensaciones de mi interior, yo soltaba y apretaba esa serpiente que tenía bien profundo en mis entrañas, hasta que sentí que pasó esa tensión, el relajó sus músculos y empezó una exquisito bombeo, con la regularidad y fuerza de un pistón, a veces muy amplio, otras veces más corto y profundo, yo acariciaba su espalda, sus brazos fuertes como pilares sobre mis hombros, lo enrollaba con mi piernas siguiendo el ritmo, tenía mucho aguante, me tuvo varios minutos espoleando mi colita, que ya se había adaptado a ese gigante invasor.

Posteriormente, con autoridad me dijo, ponte en cuatro, yo al instante obedecí, me puse como perrita con mi cola al borde de la cama, mi cara pegada en la cama y con la cola bien parada, con ambas manos abriendo mis nalgas, como una experta para recibir en esa fogosa posición, pasó la lengua rápidamente por mi agujero, metió varios dedos en mi ano que ya estaba convertido en una vagina, completamente abierto y dilatado, tomo su pene y a diferencia de la primera vez, lo metió todo de una estocada, sentí un doloroso pero placentero arponazo en mi vientre, se apoyó con un pie en la cama y otro en el suelo.

Tomo con firmeza mis caderas y me empezó a dar la mejor cogida de mi vida, yo sentía que todo mi cuerpo se estremecía, mi pene goteando liquido preseminal, mis ojos blancos, aguantando como buena hembra cada embestida de ese macho gigante, a veces sacaba su pene completamente y yo hacía mi cola para atrás buscando la penetración, después de varios minutos, que sentí una eternidad, se quedó quieto y entendí el mensaje, ahora yo me tenía que mover, como una adicta al verga, empujaba mi cola hacia atrás, con firmeza y sintiendo la rica penetración, me quedaba con la verga hasta el fondo de mi vientre, sintiendo una puntada en mi estómago.

Sentía que me iba a salir por la boca y empezaba una serie de movimientos circulares, él lo gozaba mucho, escuchaba como jadeaba y un cambio en la dureza de su pene, con cada movimiento circular, sus manos apretaban con más fuerza mis nalgas, pegándome más a su cuerpo.

Continuamos cogiendo en esa posición, hasta que ya sentíamos fatiga en nuestros músculos, con mis piernas aguantando las embestidas y el de tanto mover sus caderas, me ordenó que montará su pene, yo encantada, me incorporé, él se acostó boca arriba, yo hipnotizada miraba esa verga erecta en gloria y majestad, él pudo notar mi fijación en su miembro y me pregunta “¿Te gusta?”, a lo que respondí “Me fascina”, me fui con la boca a recorrer todo ese tronco, me metía sus huevos en mi boca, y saboreaba los jugos de mi cola en su pene, lo tomaba con dos manos y aún quedaba verga descubierta y un glande como una bola de carne.

Cómo tenía preservativo, se veía apretado a punto de explotar, le di la espalda, abrí mis piernas, el acostado con sus piernas al interior del arco que formaba con mis piernas, tome su verga y lentamente me senté sobre ella, tragando y disfrutando cada centímetro, me abría las nalgas, quería que fuera un espectador de como mi cola se tragaba esa manguera, me la tragué toda y empecé a mover mis caderas, hacia adelante y atrás, después movimientos circulares, también sentadillas, hacia arriba y abajo, nunca sacando su verga de mi interior, ya la sentía parte de mí y la quería para siempre dentro de mí.

Posteriormente, después de varios minutos, y mis piernas cansadas, me acosté de espaldas sobre él, siempre penetrada hasta el fondo, el tomo mis piernas las abrió y me empezó a follar, besaba mi cuello, acariciaba mis pezones, nunca en mi vida adulta, me había sentido tan hembra, después de un largo mete y saca, me toma fuertemente, a esas alturas yo era su muñeca inflable, me acostó boca abajo, yo instintivamente levanté mi cola y puse un cojín bajo mis caderas, se puso sobre mí y me la clavó como un animal apareándose, yo extasiada, completamente entregada a ser su hembra, mi pene blando y pequeño goteando.

Mi cuerpo instintivamente sabía que no lo necesitaba para ese momento, resonaba en la habitación el ruido de sus caderas golpeando mis nalgas y sus huevos tocando mi rajita, a veces la sacaba casi completa, solo dejando su glande dentro de mí, yo sentía un vacío en mi interior, y me la clavaba profundo, golpeando mi punto g, yo no daba más de placer, era cosa que me tocara un poco e iba a tener mi orgasmo femenino, hasta que escuche una frase que me estremeció, dijo “No aguanto más linda, voy a acabar”, yo bien putita le dije, “Dámelo todo papi”, sus ojos se iluminaron, aumento la intensidad de sus estocadas, una mano en mi cadera, otra mano en mi nuca.

Yo estaba completamente sometida, aunque no hubiese querido, no había escapatoria, ese señor se iba a correr con fuerzas dentro de mí, su respiración más agitada, su sudor en mi espalda, su mano estrujando mis nalgas, su otra mano, inmovilizando mi cuello, yo por debajo me empecé a tocar, quería correrme con él, hasta que siento una explosión dentro de mí, un calor intenso en mis entrañas, su pene hinchándose como un embutido, el señor tratando de silenciar un gruñido de macho apareándose, el rictus de su cuerpo y su pene empezó a vibrar, eran los chorros de semen que estaba expulsando, por mi parte me toque suavemente el pene un par de veces.

No necesitaba más y tuve un intenso orgasmo, masajeaba y comprimía su pene con los efectos de mi orgasmo en mi recto, era una lucha, su pene se hinchaba, mi cola lo apretaba, fue un minuto eterno de éxtasis, hasta que el cayó sobre mí, sin sacar su pene, aun sentía que luchaba por expulsar sus últimas gotas, bajamos un poco las pulsaciones, su pene había perdido dureza pero no tamaño, hasta que lo sacó de mi cola, que se sentía tan vacía sin ese maravilloso órgano reproductor, hasta sentí aire frio entrar dentro de mí de lo abierto que estaba mi ano, me di vuelta, tome su pene, que tenía un saco lleno de semen colgando de su preservativo.

Le retire el condón, lo tenía cerrado en mi mano, empecé a mamar su verga para dejársela limpia, no vaya a sospechar algo su esposa, bese sus huevos, tome el condón, que aun tenía semen hirviendo, lo exprimí y todo su interior fue a parar a mi boca, me lo trague todo, espectáculo que hice frente a él, su cara era una mezcla de asombro y lujuria.

Me acosté en la cama y él se puso detrás de mí, una rica cucharita, descansamos y conversamos, se nos había acabado el tiempo, pero fue el inicio de una lujuriosa relación, cogíamos con regularidad una o dos veces al mes, yo cada vez más enamorada de su verga, la vida sexual con mi novia iba de maravilla, pero el sexo con este señor, estaba en otra dimensión, por primera vez estaba consciente que me gustaba más la verga, que el coño de mi novia.

Deja un comentario