Hay una sensación que me encanta y es la de sentirme presa, lo de saber que no puedo hacer nada y que me están dominando.
Poder ser arrestada por un policía por la razón que sea, desde ser una peligrosa traficante hasta ir conduciendo mi vehículo a gran velocidad.
El policía me enseñará la placa, me pedirá que le acompañe a su vehículo y me detendrá.
Me trasladará a un lugar más seguro donde no pueda alterar el orden público y comenzará a cachearme y tendré que empezar a utilizar mis armas de seducción e insinuarme al policía. O quizás puede ser el mismo policía el que empiece a insinuarse y rozarme por detrás con su paquete y seguidamente mis partes más íntimas durante el cacheo.
Me cojera, me meterá en el coche y esposara a los reposa-cabezas y me hará lo que quiera sin que yo poder hacer nada. Soy su detenida y estoy bajo su poder. Soy toda suya y va a hacer que disfrute hasta que me rinda y reconozca mi delito.
Yo estaré indefensa y a merced del policía que podrá hacer conmigo lo que quiera. ¡¡Pero lo que quiera de verdad!! . Me comerá y lamerá hasta la saciedad.
Yo por el contrario deberé convencer de forma eficiente al policía, con una gran mamada para que me quite la multa o para que me deje en libertad.
Después de todo lo concurrido, yo desearé con todo rigor que el policía me meta su porra tiesa en mi cavidad calenturienta llegando al extremo de estar segura de que el policía me quitará la multa, me pondrá en libertad y me dejará marchar “CON CARGOS” por si en otra ocasión fuera reincidente y tuviera que repetir la detención.