Mi nombre es Ricardo, y esta historia paso de verdad, hace un par de años cuando apenas había cumplido 18 años. Yo en ese entonces me calentaba facil como cualquier muchacho, y no perdía oportunidad.
Era una tarde de verano, y mi amigo de toda la infancia, Miguel, me había invitado a su casa para celebrar su cumpleaños con un asado. Mi amigo vivía solo con su madre Cecilia, su padre habia fallecido hace algunos años y su hermana se encontraba viviendo en otra ciudad. Ella siempre fue un amor con los mas cercanos a Miguel, atenta y muy maternal con cada uno de los muchachos.
Cecilia era una mujer maciza de 45 años, de buen tamaño, de 1,78 de estatura, con curvas bien marcadas, piernas gruesas y torneadas, con una cintura que solo su genetica podia bendecir. Nunca me pase alguna idea, ni fantaseé con ella hasta ese día.
El asado iba bien, ya teniamos la carne en la parrilla, unas cervezas en la mesa del patio. Su madre picaba tomates con un vestido muy corto y suelto que dejaba ver casi el culo, mientras mas cerveza tomabamos, más podia sentir como miraba y coqueteaba sin disimulo. Era extraño pero divertido al mismo tiempo.
Ya para ese momento del cumpleaños habian llegado otros dos amigos de Miguel, con quienes eramos muy cercanos, José y Michael.
-¡Anda Miguel! Se acabo la cerveza, que tal si vas a comprar más mientras te preparamos esta deliciosa carne, ¡amigo!- le deciamos.
-como voy a ir si soy el cumpleañero cabrones! Ya va… son unos gilipollas..
Su madre miraba el show desde la cocina, mientras sonreía y mostraba intencionalmente un escote muy pronunciado. Para ese momento, los tres estabamos mirandole las jugosas tetas a la mamá de nuestro amigo, el cumpleañero.
– Uno de ellos comentó que al ir a buscar el abridor para la cerveza, le roso el culo con su miembro erecto dentro del pantalón, y sin más ella solo le sonrio.
-Venga tio, ¿que si es cierto? Iré a ver que tal, vigilen mientras llega Miguel – dice José. El muy desgraciado partió mientras Cecilia miraba por la ventana hacia el patio, donde estabamos haciendo el asado.
No dejo pasar mucho tiempo y con toda la calentura me dirijo y entro a la cocina, sorprendiendo a José manoseando desesperado las groseras tetas de nuestra querida y hasta ese entonces respetada tía Cecilia, como le deciamos.
Mientras me calentaba más y más, podía notar como José frotaba su miembro por encima de la pierna de la señora Cecilia, mientras ella sonrojada y con la respiración entrecortada se sujetaba de la mesa con unas verduras a medio picar.
Sin darme cuenta, me vi magreandole ese culo y metiendole mis dedos manchados con algo de carbón y carne en la vagina, mientras José le exprimía y chupaba esas tetas.
Estabamos de lo mejor hasta que escuchamos la puerta… era Miguel las cervezas. – ya llegue chicos! Exclamó. Nos separamos rapidamente de su madre, tratando de ocultar nuestras erecciones. Nos reincorporamos al patio: ¡¿Que trajiste gilipollas?! ¿Tan poca cerveza?
En la fiesta teniamos de todo, en ese tiempo nos gustaba la locura, teniamos yerba, cocaina y pastillas.
Le dimos unas cuantas pastillas a Miguel, todos sabiamos que la fiesta estaba en la cocina y no en el asado. El desgraciado duró unos cuantos minutos y cayó tumbado al suelo. No perdimos ni un minuto y abordamos a su madre.
Ella se encontraba lavando trastes, como si hubiera estado esperando que fueramos a abusarla. Solo miró para atrás y sonrió. Al manosearla le descubrimos una zanahoria casi perdida en su ano, mientras le corría secrección desde su vagina hacia sus piernas.
Michael tiro una linea gruesa de cocaína en la mesa mientras José acercaba a Cecilia, sometiendola a consumir. Era un espectaculo increible… ella agachada, con su vestido tan arriba que dejaba a entrever un culo dilatado y una vagina hermosa. Podía escuchar como inhalaba todo en la mesa, podía escuchar como chupaba las pollas de mis amigos.
Hundí mi rostro en esas nalgas, sintiendo un olor fuerte a culo y a vagina, era exquisito, tenía una piel suave y era tan grande que podía perder mi cabeza en ella.
Mmm… que rico chicos, rellenenme de leche.. – repetía eufórica mientras gemia.
Nos turnos una y otra vez su vagina, mientras alguno de nosotros le ahogaba con su pene el rostro. Ya no habia que forzarle a inhalar, ahora lo hacía compulsivamente. Jamás imaginé verla así de caliente y degradada. Parecía encantarle como le humillaban los jovenes amigos de su desgraciado hijo.
El ambiente se torno tan depravado que luego de follarla como a una puta en la cocina, la llevamos al patio del pelo, le rompimos el vestido y tirandola al suelo, al lado de su hijo inconsciente, le eyaculamos una y otra vez la cara, mientras ella se frotaba compulsivamente el clitoris riendose. No tardo en convulsionar de un orgasmo, retorciendose en el suelo.
Aay que delicia mis pequeños machos, me han hecho sentir como toda una perra en celo… gracias mis amores… – nos alababa una y otra vez, trabandose por el efecto de la droga y el cansancio del encuentro..
Desde ese día siempre nos juntamos en la casa de nuestro buen amigo Miguel, que si bien prestaba su patio para festejar, también nos prestaba a la belleza de su madre.
Desde ese día no hubo momento que la señora Cecilia no tuviera semen de alguno de nosotros en su vagina.