Desde que tengo memoria el inglés siempre se me hizo cuesta arriba, me costaba entender, hablar, pronunciar… era un idioma que simplemente no me entraba, hasta que apareció ella.
Hace tres meses mi viejo, que trabaja como ejecutivo en una compañía de seguros, decidió traer a vivir a su nueva novia a casa. Una mujer de 46 años, alta, morocha, con cuerpo de gimnasio y una energía que llena todos los ambientes.