Mi nombre es Eva, tengo 27 años. Mi novio tenía la fantasía de verme tener sexo con otro hombre. La primera vez que me lo comentó le dije espantada que no, que cómo se le ocurría tal cosa y hasta llegué a pensar que no me amaba como yo a él, pensamiento que me deprimió un poco. Con el tiempo seguimos platicando del asunto y me permití convencer en que se trataba de una fantasía y nada más. Así que decidi intentar darle de regalo en su cumpleaños esa fantasía.
El día de su cumpleaños le dije que me gustaría intentarlo, ya habíamos platicado un poco en cómo hacerlo así que desde temprano preparé las cosas que me había pedido que cumpliera, es decir, me fui a comprar un mini vestido de licra de manga larga y escote enfrente y atrás. Compré unas pantimedias desnudas color natural con brillo. Una tanga de hilo negra, unos zapatos de tacón de aguja y un rebozo. Me fui a la estética y me hice un cambio de imagen con luces en el pelo. Todo esto lo hice sola para darle la sorpresa a mi novio en la noche, durante el dia no nos vimos y le dije que la cita era en el bar que quedamos.
Al empezar a oscurecer empecé a arreglarme. Cuando salí a la calle a tomar un taxi noté cómo llamaba la atención de los hombres que pasaban y me sentí muy sexy. El taxi llegó pronto y noté que el taxista acomodó su espejo para poder mirarme. Me hice la disimulada pero me acomodé para que pudiera verme mejor, lo cual notó el taxista y le animó para empezar la plática que rondó en halagos hacia mi persona. Desde ese momento empecé a exitarme. Yo no llevaba sostén, así que con el amplio escote y con lo ajustado del vestido era evidente lo excitada que estaba.
Llegué al bar y descubrí a mi novio sentado en una mesa del rincón. Lo sorprendí con un beso y su cara me dio la satisfacción de sentirme la mujer más hermosa del mundo. Le dije que iría a la barra a esperar a alguien que se interesara en mi. Cuando llegué a la barra y me senté saqué un cigarro, excusa perfecta pues el hombre a mi lado se apresuró a ofrecerme lumbre e iniciar la conversación. Era un hombre de mediana edad, limpio y educado. No era un Adonis pero no era feo. Desde el primer momento empecé el coqueteo y el hombre iluminó el rostro al verse correspondido. Cuando me preguntó qué hacía en el bar le dije para probarlo que buscaba sexo, a lo que el hombre esbozó su más amplia sonrisa. Me puso la mano en mi pierna y empezó a acariciarme sobre las medias con sus dedos. Yo voltié a ver a mi novio y noté que estaba muy
atento con lo que pasaba. Ahí entendí lo completamente la fantasía de mi novio. Yo estaba excitadísima por la excitación. Después de un tiempo de discretos toqueteos le confesé que mi novio estaba en el bar y que quería vernos tener sexo. El hombre se espantó al principio pero entendió rápidamente la situación y decidió entrar al juego. Me propuso ir a la mesa con mi novio y yo acepté sorprendida. Cuando llegamos a la mesa el hombre me sentó frente a mi novio y acercó su silla la mía. Empezamos a platicar de la fantasía y para sorpresa de mi novio y mía el hombre pasó su brazo tras mi espalda abrazándome contra él mientras con la otra mano me acariciaba las piernas metiéndola entre mis muslos. Mi novio sonrió incrédulo pero excitado.
Estuvimos platicando y bebiendo un rato cuando nos volvió a sorprender en el momento en que tomó mi rostro y me besó profunda y largamente. Yo con los ojos cerrados, sorprendida, sentía su aliento y mi lengua correspondiendo a la suya. Me excité muchísimo al punto de ruborizarme. Mi novio sólo fue capaz de esbozar una sonrisa con la boca abierta.
Cuando decidimos partir dejamos el coche del hombre en el estacionamiento a sugerencia suya para irnos los tres en el auto de mi novio. El hombre abrió la portezuela trasera para que yo subiera y sorprendiendo otra vez entró conmigo de manera que mi novio quedó en la posición de chofer.
Una vez en el asiento de atrás el hombre empezó a besarme mientras me acariciaba el cuerpo sobre la ropa. Mi novio nos veía desde el espejo retrovisor. Me besó el cuello y metió su mano bajo mi pierna de modo que me hizo levantarla y abrirlas, con lo cual empezó a acariciarme sobre las medias mi vagina. Yo empecé a gemir de manera contenida y mi líbido se disparó a las nubes así que lo besé apasionadamente con las piernas abiertas mientras su mano toqueteaba entre los muslos.
Cuando entramos a la casa pasamos directamente al comedor para tomar algo. Nos quedamos de pie en lo que servía los tragos mi novio. Cuando estuvo listo, el hombre tomó de un empujón su bebida y mi marido se sentó frente a nosotros. El hombre seguía parado y me pidió ponerme de pie también. Se puso a mi espalda y me subió un poco el vestido al meter sus manos para bajarme las pantimedias y dejar mi trasero descubierto. Yo me apoyé en la mesa con las dos manos y en ese momento sentí como me abría la vagina su caliente miembro. Cerré los ojos automáticamente para percibir mejor el miembro extraño que se metía violentamente en mi vagina. Era espectacular, su miembro gordo hacía que la sensación fuera muy intensa. Cuando me fui familiarizando con sus embestidas noté a mi novio que se masturbaba bajo la mesa mientras disfrutaba con lujuria del espectáculo.
El fierro caliente e invasor me hizo gemir cada vez con mayor fuerza. En poco tiempo llegué a mi climax y no pude evitar el fuerte orgasmo que me estremeció y me hizo gritar como nunca lo había hecho con mi novio. Me sacudí violentamente y quedé sin fuerza sobre la mesa, pero el hombre no dejó de embestirme con fiereza así que me incorporé de nuevo. Me sacó por fin su animal y respiré más tranquila pensando que había terminado, pero en lugar de eso me sentó sobre la mesa y me levantó las piernas sobre sus brazos acercándome lo suficiente para que me la volviera a meter de frente. En esta posición me dijo que me descubriera los senos para comérselos con la boca, lo cual hizo de forma excelente al tiempo que me abría en dos con su miembro. Con la estimulación de los senos increíblemente me fui acercando a un nuevo clímax y volví a sacurme aunque esta vez no fue tan violentamente pero fue mucho más largo y profundo. Por fin descansamos un momento y nos tomamos unos tragos. Cuando yo estaba más que satisfecha por haber
terminado la noche así el hombre me levantó de mi silla jalándome a la suya poniéndome de frente contra la mesa. Me levantó el vestido y empezó a lamer y comer mi clítoris. Después se abrió el pantalón y me sentó sobre su miembro para un nuevo ataque. Me mordía los pezones y me levantaba y jalaba marcandome el ritmo. Después me puso de nuevo las piernas sobre los hombros y me levantó contra la mesa de modo que mi espalda estaba en contaco total con la mesa. En esa posición me juntó las piernas sin sacar su miembro dobladas en un costado. La embestida de esa forma estimuló mucho más directamente el clítoris. En esa posición acercó su boca a mi oído y empezó a llamarme perra y zorra. Yo no pude más, terminé de forma más violenta que la primera. Después, agotada, me dijo que ahora a él le tocaba terminar y que quería hacerlo en la boca.
Lo puso en mi boca tomándome del pelo mientras se masturbaba hasta que logró la erupción caliente y blanca sobre mi rostro. Yo me comí lo que me embarró de forma lujuriosa.
Después me quitó las pantimedias y la tanga que estaban empapadas y se despidió diciendo que se las llevaba para recordar tan tremenda noche.
Así inicié la aventura del sexo con extraños frente a mi novio.