Salí justo a las cinco de la tarde pues quería festejar junto amigos y colegas el éxito en un caso importante de mi oficina. La barra del restaurante que está en mi edificio se llenó de personas de mi oficina y de otras compañías cercanas pues es lo común los jueves y viernes. Mi grupo consiguió un lugar en una esquina de la barra y las rondas de tragos cada vez más extensas amenizaban aquella tarde. Habían pasado unas dos horas cuando mi amigo José me comenta que había visto a Teresa, mi exnovia, cenando con un grupo de amigas.