Encuentro ardiente en el tren

A esas horas del mediodía el vagón del tren iba abarrotado y yo le estaba dando vueltas a cómo continuar mi relato.

Con un libro de Emily Dickinson abierto sobre las piernas, miraba distraído por la ventana cómo el mar iluminado parecía deslizarse junto al trazado de las vías.

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Con mi esposa buscando jovenes

Mi actual mujer se llama maria, ella tiene 50 años yo tengo 6,tiene aún cuerpo estupendo, es alta, piernas torneadas para su edad, unas chciches que le gusta lucir con escotes pronunciados y lo mejor creo yo son sus nalgas que las tiene paraditas y le lucen mucho con mallas y faldas ajustadas.

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Esposa masturbada por un taxista

Con mi ex mujer solíamos salir por las calles de los Olivos por donde vivíamos, pero las salidas eran algo excitantes.

Un día fuimos a una discoteca por el ex boulevard y entre trago y trago se nos ocurrió salir a seducir a los chicos que estaban en la calle, ella llevaba un minivestido ultra chico que a la justa tapaba sus nalgas, unos pantis color piel, sin ninguna trusa ni sostén.

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La visita inesperada de mi vecina Michelle

Era una tarde calurosa en la ciudad, el sol se filtraba por las persianas entreabiertas de mi departamento, creando patrones de luz y sombra en el suelo de madera. Mi novia, Luci, estaba fuera por un evento de trabajo en otra ciudad, y yo me encontraba solo, trabajando desde casa en mi computadora. El timbre sonó de manera inesperada, rompiendo el silencio. Me levanté del sofá y me dirigí a la puerta, preguntándome quién podría ser.

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Eva y el chico de 18 años

Como mis anteriores relatos, este sucedió hace varias décadas, si alguien sigue mis relatos sabrá que había conseguido dominar a Eva una mujer de un cierto nivel social, era una beata de tomo y lomo, pero yo estaba consiguiendo, poco a poco transformarla en una zorra total.

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Mi novia le da su despedida a su compañero de trabajo

Encuentro de despedida en el hotel

La habitación del hotel estaba con ventanas y persianas cerradas que bloqueaban cualquier rastro del mundo exterior. Las luces del techo y las lámparas de mesita estaban encendidas, bañando cada rincón en un resplandor cálido y crudo que exponía cada detalle. Luci quería verlo todo, y yo también. El silencio era absoluto, roto solo por los sonidos que pronto llenarían el espacio: jadeos, gemidos, el choque de sus cuerpos. Me senté en un sillón clásico de hotel, de tela beige con patas de madera, justo frente a la cama, con una vista directa a la acción. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de excitación ardiente y un nudo de celos que me apretaba el pecho.

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