La mamá de mi novia

Esto me pasó cuando tenía 20 años.

Tengo una novia llamada Andrea desde hace 2 años, por lo que mi relación con mi suegra (su mamá) es muy estrecha, además de tenernos mucha confianza.

Andrea es una niña muy hermosa, sin llegar a ser una supermodelo.

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Cuando me tocaste en el taxi

Mi amor,

Anoche, acostada en esta cama vacía, no podía dejar de pensar en ti. Tu ausencia es un eco que resuena en cada rincón de mi alma, y aunque la distancia nos separa, mi cuerpo y mi corazón te reclaman con una intensidad que me quema por dentro. Te extraño tanto que duele, un anhelo que se enreda en mi piel y no me deja en paz. Mientras las sombras jugaban en las paredes, mi mente se llenó de ti. Imaginé tus manos recorriendo mi cuerpo, lentas, seguras, como si conocieran cada curva, cada rincón que te pertenece. Cerré los ojos y casi pude sentir tu aliento cálido en mi cuello, tus labios susurrando promesas que me hacen temblar.

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Ayudamos a una amiga con un trabajo

Había quedado en Valencia con Macu, una amiga mía que tenía 23 años, mide 160 cm de altura, rubia, con poco pecho, pero bien puesto y un muy buen culo (Sus medidas serán 85-60-95), ella y yo nos llevábamos muy bien. Éramos dos grandes amigos, que nos contábamos todo, pero que nunca habíamos tenido ningún encuentro ni erótico ni sexual. Nos respetábamos demasiado. Ella era como una hermana para mí.

Llegué a la puerta de su estudio, toqué y me abrió. Ella llevaba un top de esos que dejan el ombligo al aire y una pantalón corto de licra (De esos de hacer deporte) muy ajustado que no le marcaban la costura de la braga por delante, pero por detrás nada. Por lo cual pensé que llevaría un tanga, y eso que ella no estaba muy acostumbrada a ponerse tangas.

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Nuestra primera noche

Hacia tanto que pensaba en él que cuando me besó por primera vez no me lo podía creer. Día tras día durante semanas habíamos jugado a la seducción, a las risas, a las miradas cómplices, a las miradas furtivas, nos habíamos dicho de todo sin decírnoslo.

Cada noche durante semanas mis manos acariciaban mi coño pensando en él, en cómo sería tocarle, tenerle entre mis brazos, le imaginaba cabalgándome, su polla dentro de mi… Y por fin, tenía la oportunidad de hacer realidad mis anhelos.

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Tengo 19 años y fui infiel con un hombre de 40 años

Mi nombre es Letty y tengo 19 años. Les cuento lo que me sucedió este verano y que cambió completamente mi vida. Antes, les contaré que viví siempre con mi madre y nunca tuve a mi padre presente, fui criada solamente por mi mamá. Entonces, me faltó la imagen del hombre, del macho.

Planeamos las vacaciones con (hasta ese entonces) mi novio. Nos conocimos cuando teníamos 16 años y prácticamente nos acompañábamos siempre. Él tenía un problema, tenía un pene pequeño y eyaculación precoz. Aunque hicimos el amor, varias veces, la mayoría de ocasiones él se masturbaba mirándome.

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Mi esposa, mi compañera y yo en mi cumpleaños

Bueno, me presento, mi nombre es Luis, soy un hombre casado de 26 años, mido 1.74 nada del otro mundo, cabello negro, tengo una espalda marcada por el hecho de practicar natación, brazos comunes, ni muy musculosos ni delgados, unas piernas anchas y ligeramente marcadas y buenas nalgas.

Hoy les quiero contar la ultima de las 3 veces que mi esposa y yo hemos tenido un trío, mi esposa Coral una mujer de estatura promedio con pechos ligeramente grandes y un culo bastante grande y unas piernas que hacen juego con su culo.

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Me sorprende una amiga de mi madre

Me levanté de la siesta un poco desconcertado, dos horas seguidas de tan excepcional invento no pueden ser buenas, y más en verano, aquel año me habían dejado solo en casa y la ausencia de ruido logro tal inusitado descanso. Subí la persiana de la habitación, e inspire fuertemente, una bocanada de aire húmedo me espabilo por completo, la descarga instantes antes de una tormenta veraniega había dejado ese típico olor a lluvia y la pegajosa sensación de humedad que producen esos singulares chaparrones.

Me desvestí y me metí en la ducha, una ducha fría recuperadora para volver a sentirme persona, de repente sonó el timbre de la puerta, me coloqué como buenamente pude una toalla y tras ir medio resbalando por el pasillo abrí la puerta. Era una amiga de mi madre, cuarenta y muchos, castaña, de mediana estatura, se notaba que se cuidaba, siempre sonriendo y bromeando.

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