Soy Sofía. A mis 38 años, pensé que tenía la vida resuelta. Ricardo es un buen hombre. Un hombre proveedor, estable, que me dio un hogar y seguridad. Me ama, o eso creo, y yo le respeto. Nuestro matrimonio es como una casa bien construida: sólida, predecible, a veces un poco fría, pero segura. No hay pasión, pero hay paz. Y después de una juventud llena de tormentas, la paz lo es todo.